Revista Economía

Economía y poder, brevísimo ensayo

Publicado el 15 marzo 2012 por Romanas


Economía y poder, brevísimo ensayo.
 Acabo de colgar ahora mismo, en mis blogs, un artículo del periodista JORDI MUIXÍ ROSSET, publicado en El País de ayer, que me parece extraordinariamente importante no sólo por lo que dice sino todavía más por lo que sugiere.
 El problema del artículo periodístico, como género, a diferencia del ensayo, es que se haya necesariamente constreñido por la brevedad, el lector de periódicos es un picaflor, quiere las cosas, claras y cuando más cortas, mejor. Para mí, esto es un error, cada tema exige por sí mismo un tratamiento en cuanto a su extensión.
 Por eso, Muixí ha sido demasiado breve en su exposición y, si me lo permiten él y Gracián, voy a intentar redondear algunas cosas que, en el artículo de referencia, quedan en una especie de nebulosa.
 Dice Muixí:
 “De lo mucho que se ha hablado hasta ahora de la crisis económica hay dos aspectos que resultan sorprendentes: el tratamiento de la economía como una ciencia pura que no admite discrepancias”: 
 Es importantísimo este apunte que yo también he realizado en alguna ocasión. Yo tampoco creo que la economía sea una ciencia en el sentido estricto de la palabra sino más bien un conjunto de prácticas relativas al manejo del capital y de los otros elementos que intervienen en la producción y el consumo de bienes y servicios.
 Decir que este conjunto de prácticas es una ciencia es lo mismo que afirmar que todo lo que el hombre realiza en cualquier actividad adquiere categoría científica sólo porque las prácticas relativas a la misma se han reunido en compilaciones más o menos estructuradas.
 Una ciencia lo es no sólo porque las normas que rigen su funcionamiento se articulen dentro de un libro o tratado sino porque son fijas e inmutables siempre en su devenir, lo que en modo alguno sucede en economía, donde un amplísimo porcentaje de sus acontecimientos se produce fuera de toda lógica.
 Thomas S. Kuhn, en “La estructura de las revoluciones científicas”, sitúa fuera del campo de las ciencias en sentido estricto a materias que el llama ciencias sociales, por llamarlas de alguna forma, pero de las que no se ocupa en su trabajo como tales ciencias.
 Este autor que dedicó al estudio de las ciencias y de su evolución toda su vida, piensa como lo hacemos Muixí y yo que es un error “el tratamiento de la economía como una ciencia pura que no admite discrepancias” y, Muixí, por si fuera poco, afirma también que es otro error atribuirle a este pseudociencia “su carácter aséptico, desvinculado de cualquier ideología”.
 Yo incluso me atrevería a dar un paso más: la economía no es sino pura y puñetera ideología, si consideramos que ideología es un concepto no ya sobre cómo es algo sino sobre cómo debe de ser.
Vayamos al origen de los tiempos. Aquellos primitivos aborígenes tuvieron que enfrentarse entre sí por la propiedad de todo lo que había a su alrededor y forzosamente aplicaron una concepción del mundo y de la vida que legitimara su postura, o sea, la pura fuerza, seguramente, al principio, luego un concepto de colectividad, creado por la unión de padres, hijos y hermanos y no sólo las familias sino también, al final, las tribus y luego el conjunto de éstas.
O sea que yo le doy la vuelta al concepto marxista, no es que todo sea economía sino que todo es ideología. Cuando el puñetero supermacho cabrón, decía leoninamente aquello de “esto es mío porque soy el más fuerte”, no estaba haciendo sólo economía, que también, lo que realmente hacía, sobre todo, era política, organizaba aquella minúscula sociedad incipiente en torno a su propia fuerza física, o sea, en torno a aquel primitivísimo poder. O sea, ideología pura y dura, puesto que afirmaba que el poder, en aquella originaria familia, se basaba única y exclusivamente en su fuerza física, en su capacidad de obligar coactivamente a los otros a hacer lo que el decía.
Pero llegó un momento en el que, al crecer aquel infinitésimo grupo social y concurrir una serie de machos, éstos pudieron asociarse de tal modo que ya no fue el más fuerte el que dominaba al grupo sino un conjunto de ellos, unidos por el proyecto común de la supervivencia de todos, o sea que apareció el poder social, el poder político y así se establecieron las bases para el nacimiento de una cierta civilización que apartó de un manotazo la tiranía de la fuerza física, ocupando su sitio la fuerza social.
Y no puede caber la menor duda de que el concepto que se impuso primigeniamente era ya ideología puesto que se apoyaba en la idea de que el conjunto de todos era superior al individualismo de los más fuertes físicamente. Una especie de socialismo originario al que, después, alguien, maladadamente, abortó, seguramente confabulándose los más fuertes para abusar de los débiles, un esquema que, luego, se repetirá indefinidamente  hasta el fin de los tiempos. Ojalá nos equivoquemos, ojalá. 
Y creo que, por ahora, lo debemos de dejar aquí, porque ya son 3 largos folios.


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