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Publicado el 15 septiembre 2015 por Vcorbacho

El fin de semana pasado se celebraron las llamadas Fiestas del Cristo en mi pueblo, Las Pedrosas. Sin duda su nombre hace clara referencia al acto principal de las mismas: el domingo, antes de la misa, se realiza una procesión portando al Cristo en la cruz pro las calles de la localidad.

Lo curioso de las procesiones celebradas en las fiestas de los pueblos es que va mucha gente y de todas las edades, algo que resalta con la asistencia habitual a las misas. Supongo que es lo habitual: para las fiestas de cualquier pueblo, y más si es pequeño, todo el mundo acude a todos los actos, quizá también porque son tradiciones que están más arraigadas.

Pero no quiero contarte cómo es la procesión, ni los actos que se hacen, ni nada de eso, porque para esas cosas hay otras fuentes. Simplemente quiero compartir contigo la emoción que sentí durante todo el recorrido de la procesión, y no porque pasara algo especial, o sí, pero no a los ojos de muchos seguramente.

En mi pueblo hay un vecino, Francisco, o como todos lo llamamos, Paco, que cuenta con nada menos que 96 años. Si eres de Las Pedrosas ya sabes de quién te hablo.

Pues bien, durante todo el recorrido, que estuve en el lugar protocolariamente designado, entre las autoridades religiosas y los componentes de la charanga que amenizaron toda la procesión, y a mi lado, durante todo el camino, cuesta arriba, abajo, por todas las calles, Paco, todo el rato, incansable, con su bastón, como si nada, en procesión. Y sí, había algún vecino más, pero desde luego me perdonarán los que a ratos estaban allí, y a ratos más atrás, para resaltar esta escena desde estas palabras, y es que compartir ese recorrido con alguien 65 años mayor que tú.

Sí, casi un siglo de historia de mi pueblo a mi lado, ¿te imaginas? ¿Cómo han cambiado las calles por las que pasábamos en este tiempo? ¿Cómo ha cambiado la gente? ¿Cuántos se han ido? ¿Cuántos hemos llegado? Tantas cosas juntas, tantas vivencias, tanta historia, tanta riqueza... Y todo eso recae sobre sus hombros, y a días, sobre el bastón, fiel compañero cuando llegamos a cierta edad. Quizá necesario para sostener tanto recuerdo, una vida entera tiene que pesar; una historia, más. Y en cambio a estos mayores nuestros, a Paco, y a tantos otros, porque seguro que tú conoces a más de uno, nada les pesa ni nada les para, y ahí siguen, acumulando vida y compartiéndola con los que se fueron, con los que estamos, y con los que vendrán.

Un saludo.


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