Revista Opinión

EEUU: el cuento de sus elecciones presidenciales

Publicado el 11 octubre 2016 por Santamambisa1

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Por Noel Manzanares Blanco/Tomado de Cubainformación.

No recuerdo las veces que he tropezado con la siguiente falacia: EEUU es paradigma de Democracia (Poder del pueblo) y la elección de su Presidente es prueba fehaciente de ello. Aquí, advierto el intento de engañar al interlocutor, sin descartar carencia de conocimiento. Me explico, grosso modo.

Desde ya, aviso que quien conduzca al Gobierno de EEUU lo hace No precisamente porque resultó electo por el voto directo de su pueblo. Este es un tema al que se ha referido un número significativo de entendidos. No obstante, ilustraré a partir de la información brindada por la Casa Blanca en Cómo funciona el proceso electoral en Estados Unidos en las elecciones presidenciales que parte de la Constitución de ese país, incluyendo las Enmiendas constitucionales.

Según el trascendido, generalmente el proceso de las elecciones presidenciales, tanto para el Partido Demócrata como para el Republicano, inicia así: en la primavera del año anterior al de la elección, los candidatos anuncian sus intenciones de postularse; y en el verano del mismo año hasta la primavera del siguiente, se realizan los debates anteriores a las elecciones primarias.

De Enero a Junio del año electoral, los estados y los partidos políticos realizan las elecciones primarias (caucus, en inglés); de Julio a principios de Septiembre, esos partidos efectúan las convenciones nacionales para elegir a sus candidatos —el pueblo no interviene en ello; y entre finales de Septiembre y Octubre, los candidatos participan en los debates presidenciales.

Ahora, fíjese usted en lo que continúa:

A principios de Noviembre (el segundo martes) son las elecciones, pero es en Diciembre cuando aparecen los votos en el Colegio Electoral que, a fin de cuentas, es el órgano que elige al Presidente de EEUU y su Vice por un período de cuatro años y reelegible por el mismo tiempo.

El sui géneris Colegio Electoral data de finales del siglo XVIII, con la Constitución del país; su fin es garantizar una representación ¿proporcional? de los estados; y el número de votos electorales de cada estado es igual al número de sus senadores más el número de sus representantes, sin que determine en el asunto el voto popular.

Además, resaltan estos detalles: en 48 de los 50 estados, el candidato presidencial que recibe la mayoría de votos recoge todos los votos electorales de su estado; y los estados prácticamente determinantes en esta trama son los que aportan más votos electorales: California (55), Texas (38), Florida (29), Nueva York (29), Illinois (20), Pennsylvania (20) y Ohio (18) que totalizan 209. He aquí la razón por la cual en estos siete estados se concentra la contienda electoral.

Así, en EEUU un candidato se convierte en Presidente si recibe la mayoría de los votos electorales (por lo menos 270 del total de 538), sin necesidad de que haya sido el pueblo el que en las urnas seleccionara a su estadista principal y ni siquiera con la mayoría de los estados de toda la nación; amén de que es posible que un candidato gane el grueso del voto popular y, sin embargo, pierda las elecciones.

Expongo que estamos de cara a un proceso en el cual los supuestos electores del Presidente de los Estados Unidos de América NO tienen manera de exigirle al elegido por el Colegio Electoral que cumpla con sus promesas electorales —tampoco tiene facultad para ello ese Colegio; al tiempo que es “don dinero” el que traza el camino para ser jefe de la Administración central y, por ende, es en extremo difícil escapar al dictado del Capital.

Basta con no obviar quiénes financian las campañas electorales de los candidatos a la primera plana política estadounidense. Según un reporte de BBC Mundo del pasado mes de Abril, Hillary Clinton, por sus vínculos con los grandes bancos de su país, llegó a incluirse entre los candidatos más criticados en todos los tiempos por la proveniencia de los fondos de sus campañas.

Entonces, pregunto: ¿Alguien en su sano juicio puede creer en la posibilidad de que si la ex Secretaria de Estado llega al sillón presidencial pueda darle la espalda a Wall Street que es el núcleo duro de las finanzas norteamericanas?

En este examen debo agregar que constituye un simulacro la presencia del pluripartismo al Norte del Estrecho de la Florida. Si bien es cierta la participación de terceros Partidos como el de la Constitución, el de los Verdes y el Libertario, entre otros de menor monta, también es ciencia constituida que esas organizaciones apenas son búcaros en una sala de casa, precisamente por ser sujetos políticos carentes de los millones de dólares indispensables para pagar la campaña publicitaria que tanto contribuye a catapultar a un aspirante a la Presidencia de EEUU.

Y ni hablar de la indecencia que protagonizan los candidatos. En el más reciente debate televisivo, Trump y Clinton elevaron el nivel de sus ataques. Por ejemplo, el magnate republicano empleó todas las tácticas en sus manos para intentar superar la emisión de un video que había dejado su campaña en la cuerda floja solo 48 horas ante; mostró pocos remordimientos y ninguna restricción; desvió la atención hacia los escándalos sexuales en el pasado de Bill Clinton; manifestó que veía un “tremendo odio” en el corazón de su rival, a la que se refirió como “el diablo” y mentirosa, y le dijo que, si sale elegido, la encarcelaría.

Por tanto, nos engañó el Presidente Barack Obama cuando el pasado 22 de Marzo nos dijo en La Habana “yo creo que los votantes deberían de elegir sus gobiernos en elecciones libres y democráticas” porque el modo en que se elige al principal inquilino de la Casa Blanca revela el cuento de las elecciones presidenciales en Estados Unidos —reflejo inequívoco de qué es su Democracia.


Archivado en: EE.UU Tagged: Donald Trump, Elecciones en EEUU, hillary clinton
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