Revista Opinión

Egipto,la gran ilusión

Publicado el 12 febrero 2011 por Romanas
Egipto,la gran ilusión
La historia es la maestra de la vida: Gamal abdel Nasser,  Anuar el Sadat y  Hosni Mubarak, tres militares que se suceden al frente del Estado egipcio, la única incógnita que nos resta es averiguar el nombre del militar que sucederá al tirano que acaba de hacer mutis por el foro, refugiándose en ese oasis de repugnantes tiramos que son los Emiratos árabes.

“Es preciso que todo cambie para que todo siga igual”, dijo uno de esos cínicos que, a veces, piensan de la ultraderecha, Lampedusa, el de El Gatopardo.
Para que una revolución triunfe realmente ha de estar encabezada, precisamente, por el Ejército o algo muy parecido o que lo represente.
En Egipto, los tanques, la División Acorazada Brunete de allí, creada, instruída, alimentada y pertrechada por los Usa, salieron a la calle contra el  pueblo, cierto, no llegaron a actuar, porque realmente no hizo falta, la gente se comportó en todo momento de una manera ejemplar ¿por qué iban a cañonearlos si sólo pedían justicia y libertad?
Hubiera sido realmente inconcebible ametrallar a la gente, todo lo demás, que se podía hacer, se hizo, como en todos sitios, en las revoluciones, asesinar a unos 300 de los más revoltosos, secuestrar a los pobres cabecillas que no habían hecho otra cosa que teclear en su ordenador, y, al fin, ha sido Obama, el muñeco de madera cuyos hilos mueve el anónimo poder, el que ha redimido a un pueblo que estaba esclavizado hasta límites increíbles por los sicarios del gran capital usaniano.
Y los creadores de opinión, los grandes periodistas, anoche, bajo la luna, entonaban loas a ese mestizo que sólo hizo lo que le ordenaban que tenía que hacer: esperar a ver si Mubarak podía resistir y, si no, dar permiso a “su” Ejercito para que se hiciera con el poder y se iniciara ese largo peregrinaje por las formas de gobierno que ya nos describiera Aristóteles: de la anarquía del pueblo gritando por las calles a la oligarquía de los militares; de esta oligarquía de los militares a otra de civiles, que llamarán pomposamente democracia porque se habrá apoyado ligeramente en unas urnas rigurosamente seleccionadas a las que sólo podrán concurrir los que obtengan el placet no sólo de los Usa sino también de Israel, y, después, poco a poco, con esa gradación que tan bien domina la ultraderecha, ir apretando las clavijas al pueblo, mediante líderes creados ex profeso, siguiendo precisamente el modelo israelita, tipos que no se sabe bien qué son si militares o civiles, porque allí hasta la mujeres que gobernaron, en su día, tenían toda la pinta de generales chusqueros, pero generales. 
Y es que, respecto a Egipto, se podría decir aquello que se dijo de Méjico, "pobre Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de los EE.UU", sustituyendo a los EE.UU. por Israel.
A ver si nos damos cuenta o, por lo menos, admitimos de una puñetera vez la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, Israel es un Estado más de la Unión, cuyo territorio está allende los mares, pero que, respecto a importancia relativa, quizá sea el "primus inter pares" de todos ellos porque representa la pica que los Usa tienen clavada, por siempre y para siempre, en el corazón de las tinieblas, en pleno eje del mal, allí donde su presencia preventiva es más necesaria, de modo que los americanos están dispuestos a todo, incluso a que periodicamente se les desenmascare en la zona, con tal de continuar controlando férreamente la geopolítica estratégica de esta decisiva región del mundo.
Entonces, todo lo que está sucediendo en la zona no son sino simulacros, basados precisamente en la doctrina Lampedusa, “vamos” dicen Obama y Hillary, “vamos a permitir que la gente salga a la calle y grite cuanto quiera, incluso que ocupen temporalmente las plazas de sus más importantes ciudades, que le mantengan el pulso a nuestros hijos de puta, es más, les vamos a hacer creer que lo han ganado, que han doblegado el férreo brazo armado de nuestros tiranos, para, después, gradualmente, llevar las cosas al mismo sitio en el que antes se hallaban, de tal modo, tan suave y paulatinamente, que ni siquiera se den cuenta de que, pasado cierto tiempo, ya están, otra vez, exactamente igual a como estaban. Y no es que nosotros seamos así de perversos, es que no podemos realmente hacer otra cosa. Nosotros no hemos hecho el mundo y la vida así, sólo nos limitamos a gobernarlo”.
Y el pueblo egipcio, todos los pueblos de la Tierra, en realidad, creerán, por riguroso turno, cuando les llegue la hora, que han vencido al monstruo, a la Hidra de las mil cabezas, cuando, en realidad, sólo han cambiado el nombre de sus tiranos.
Pero, mientras, aprovechemos al límite la alegría que tan rácanamente se nos concede y gritemos todos al unísono: “Al fin, libres”, porque la ilusión es la mejor manera de engañarnos.

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