Revista Diario

El 15m de 1982

Por Davidrefoyo @drefoyo
EL 15M DE 1982
foto tomada de Cadena Ser
Reconozco que aquella noche, frente a la televisión, me ilusioné, y lo hice porque por primera vez en mucho tiempo, el lenguaje de las minorías saltó a las pantallas, a las tertulias, a las portadas de los periódicos. Me ilusioné porque los partidos políticos, la mayoría de ellos, se pusieron muy nerviosos, porque El Roto, preciso analista de la actualidad, con una simple viñeta, captó la esencia de un movimiento que tuvo que soportar, y soporta, la mayor voracidad mediática que puede aguantar cualquier colectivo. Sin embargo, un año después, el 15M sigue intacto, menos expuesto a los estertores informativos, pero funcionando, preparando un aniversario que, si nadie lo remedia, se prevé movidito.

El otro día, en uno de esos bares donde el rock sigue ondeando, escuché varios discos que ya ponía mi padre en el viejo Citroen Visa E, allá por el 86 o puede que el 87. Discos viejos, gastados, de esos que se quedan clavados en un riff de guitarra imposible porque el reproductor, después de tantos años, es incapaz de seguir empujando los segundos. Hablo de esos grupos españoles, o como se dice en el mundillo "estatales". Personas que trasladaron el sentir popular de los barrios a las emisoras, los pabellones e incluso los estadios. Sus letras hablan de los tiburones que manejan las cuerdas del sistema, de la casta política que nos gobierna, de la falta de solidaridad, de la decadencia moral de occidente, de corrupción y amiguismo, de la mala salud del periodismo, de la bolsa, del hambre en el tercer mundo y en el primero, de Wall Street, de crímenes e invasiones disfrazados de democracia y buenos alimentos... Es curioso, pero el 70% de las pancartas (por decir un número y una estadística, que siempre viste mucho) que aparecieron aquellos días en las calles españolas y puede que un porcentaje mayor si nos fijamos en los argumentos de quienes defendi(e)mos el movimiento, bien podrían estar representados en la música que nos acompañó en los primeros ochenta. Las canciones de nuestros padres y hermanos mayores. La banda sonora de, al menos, tres generaciones. Sin embargo, no deja de llamarme la atención el silencio al que se ha sometido a determinados músicos nacionales, el castigo de las discográficas independientes, de los discos no vendidos, los conciertos no interpretados, las separaciones, los regresos... el sentimiento estaba ahí, pero lo ocultamos. Nos escudamos en hermosas tonadillas electrónicas o cantantes que decían sentir cosas maravillosas, porque la vida puede ser maravillosa, pero olvidamos nuestras raíces, las de nuestros barrios, las de nuestra lucha. Entonces, cuando vi a esos miles de personas en las calles, en las plazas, durmiendo al raso, soportando los palos de la policía, entonces, me pregunté por qué no lo hicimos antes. Qué clase de anestesia nos introdujeron para tardar casi 30 años en ver lo que ya otros vieron mucho antes que nosotros. Qué clase de legitimidad tenemos. Qué reivindicación temporal podemos establecer para unificar todas las voces disonantes de ayer y hoy. A ver si va a resultar tan cierto que la generación perdida fue la de los 90 y no la que está sufriendo ahora los estertores de una crisis económica que no llega ni al adjetivo de estafa superlativa. A ver si Twitter va a ser el próximo patrocinador de la gira de Rosendo. Uf, sólo de pensarlo me entra la risa tonta.




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