Revista Historia

El absurdo caso de la paloma condecorada por el Ejército Español

Por Ireneu @ireneuc

Los animales, por aquello de que no pueden hablar, han sido tradicionalmente el don Tancredo del ser humano. Unas veces para lo malo y otras veces para lo peor, el hombre, en su infinita soberbia para con el resto de habitantes del planeta, se ha acostumbrado a utilizar todo tipo de bichos para las más variopintas tareas, sobre todo las que suponen un esfuerzo o un riesgo añadido ( ver Los indignantes perros-bomba soviéticos). No hace falta decir que, en estas circunstancias, pedir que las personas agradeciesen a los animales el trabajo realizado, es poco menos que una utopía. No obstante, en algunas raras ocasiones, este agradecimiento y reconocimiento se produce finalmente. El único inconveniente es que si bien, el no reconocer los méritos de los animales para con el hombre queda de una arrogancia supina, el hecho de glorificarlos como si fueran héroes queda absolutamente ridículo. Tal es el caso de una paloma que fue condecorada con honores militares por el Ejército Español. Sí, sí, no me equivoco, se trata de la "heroica" paloma 46415.

El ejército (independientemente del país y de la época) es una institución que no se ha destacado excesivamente por su exhibición de inteligencia y cordura, máxime porque su tarea es simplemente la de destrozar más y mejor al enemigo y para ello no hacen falta demasiadas sutilezas. En el trato con los animales no actúa excesivamente diferente, y desde utilizarlos como transporte, como armas o arrestándolos cuando se han portado mal, las pobres bestias han tenido que padecer los embates militares en primera persona. Sin embargo, alguna cosa tiene de buena la institución y es que, cuando hacen algo bien (desde el punto de vista militar, obviamente) no se duda en condecorarlos y hacerles honores militares... aunque el conjunto quede bastante aberrante.

La historia de la paloma 46415 es una de aquellas historias en que el héroe se encuentra, sin comerlo ni beberlo, en medio de un fregado que ni le iba ni venía. O lo que es lo mismo, a principios de la Guerra Civil, en lo alto del Real Santuario de la Santísima Virgen de la Cabeza, en la provincia de Jaén.

Septiembre de 1936. Un grupo de unos 200 guardias civiles con unos 1000 civiles (casi todos familiares) se encuentran aislados en la aldea de Lugar Nuevo, pequeño villorrio en un cerro encumbrado por el Santuario de la Virgen de la Cabeza, a unos 30 km de Andújar. Estos guardias civiles, encabezados por el fanático capitán Santiago Cortés, en el momento del golpe de estado del 18 de julio, habían quedado en zona republicana pero como el alzamiento, en la provincia de Jaén, había sido un fracaso habían jugado con los mandos republicanos a " la puta y la ramoneta" hasta que, con la excusa de estar cerca del frente -para así supuestamente ayudar al gobierno legítimo- y estar más seguros para evitar las represalias de descontrolados revanchistas, una vez parapetados convenientemente, decidieron salir del armario y decantarse públicamente del lado nacionalista. Para alegría y goce de los mandos militares de la República, claro...

De esta forma, se inició una dura batalla en que los rebeldes, asediados por las fuerzas republicanas, decidieron defender su posición a fuego y sangre mientras se mantenían en contacto con las tropas nacionales del General Queipo de Llano ( ver El Algabeño y sus lanzas contra los rojos) ubicadas en Sevilla mediante el envío de palomas mensajeras, las cuales eran un exiguo hilo de Ariadna que les comunicaba con el exterior.

Dadas las circunstancias, las comunicaciones con las palomas resultaban vitales, ya que si bien disponían de heliógrafos (telegrafía mediante reflexión de la luz del sol) era la única forma que tenían los resistentes de informar de la gravedad de su situación cuando la climatología no permitía otra forma de comunicarse. Gravedad que, se vio aliviada por los viajes de un bimotor DC-2 del ejército franquista que lanzaba paquetes de comida y provisiones a los sitiados gracias a los cuales pudieron seguir resistiendo.

Después de varios meses de aislamiento, en que las tropas republicanas bombardeaban repetidamente por tierra y aire el santuario de la Virgen de la Cabeza sin conseguir que los rebeldes se rindieran y en que el frente de guerra se había estancado a unos 60 km del cerro, haciendo desistir a las tropas nacionales de seguir el avance para liberarlos, la situación para los asediados era absolutamente desesperada.

Así las cosas, las palomas iban y venían desde el santuario hasta sus centros de Sevilla llevando mensajes en los que se suplicaba una y otra vez el envío de refuerzos y avituallamientos sin que el Ejército Nacional pudiera hacer nada. A su vez, las tropas republicanas, sabiendo el papel de las palomas como medio de comunicación entre los rebeldes, se dedicaban a hacer tiro de pichón con ellas a fin de que los mensajes no llegasen a sus destinatarios. Aún así hubo alguna (la 46.403) que consiguió ir y volver hasta 5 veces.

En una de estas idas y venidas, la paloma 46415, llevando un mensaje del capitán Cortés, recibió un balazo. El animal, a pesar de estar herido, llegó al campamento avanzado que tenían los nacionales y, arrastrándose entre las matas, fue capaz de llevar el mensaje a su destino antes de morir por las heridas recibidas. Este hecho, considerado heroico y magnificado por la propaganda franquista, la hizo merecedora de una condecoración póstuma así como del "honor" de ser disecada y expuesta en el Museo del Ejército en Toledo. Aunque, claro, las razones de tan "patriótico" proceder no tenían mucho que ver con ningún comportamiento ejemplar. Bien al contrario.

Las palomas, gracias a su genial capacidad de orientación, no tienen ningún problema para volver a los palomares de origen, por lo que, cuando se sueltan, lo único que hacen es retornar a casa. Y si usted fuese herido por la calle y -como las palomas- no conociera ningún sitio donde le curen... ¿qué lugar le ofrecería más seguridad y cobijo? Su casa de toda la vida, obviamente. De esta manera, el "heroico proceder" de la paloma mensajera con el balazo queda reducido a un miedo tremendo y a unas ganas locas de llegar a un sitio mínimamente conocido... si las fuerzas le aguantan. En el caso de la 46.415 le aguantaron lo justo para llegar al destacamento franquista y para que el encargado de turno recogiera "eso" que le habían enganchado al cuerpo. La encendida propaganda del bando nacional (posterior vencedor de tan fratricida contienda) hizo el resto.

¿Y el asedio? Pues, a pesar de que Queipo de Llano y hasta el mismísimo Franco les pidieron que se rindiesen a la Cruz Roja para evitar la muerte de niños y mujeres, no fue hasta que una granada hirió de muerte al capitán Cortés -obsesionado en resistir aunque fuera al precio de no quedar ni uno vivo ( ver La Devotio Ibérica o la costumbre hispana de seguir al líder hasta la muerte)- que los resistentes depusieron las armas ante las tropas republicanas el día 1 de mayo de 1937: habían pasado 256 días de sitio. Un sitio que, más allá de vencedores y vencidos, solo sirvió para que centenares de personas murieran y para que su sufrimiento fuera utilizado publicitariamente tanto por unos como por otros, en una guerra tan absurda como el hecho de condecorar a una paloma por haber tenido miedo a morir.

Así de imbécil es la guerra.

Cualquier guerra.


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