Revista Arte

El amigo que se fue para ese lado

Por Anxo @anxocarracedo

Para Mara,
en su sexto cumpleaños.

— “¡Perri, Perri –gritó la niña que se llamaba EME–. No te vayas para ese lado!”.

Pero Perri no oyó los gritos, o hizo como que no los oía. Dobló la esquina de la calle y desapareció.

Perri era un labrador fuerte y alegre que tenía el pelo muy negro. Era un perro con ideas propias. En cierta ocasión, la niña que se llamaba EME le dijo:

— Perri, mañana es tu cumpleaños, ¿qué quieres que te regale?

Y Perri respondió:

— Entérate bien, niña, los perros no celebramos los cumpleaños, así que no hace falta que me regales nada.

EME se quedó un poco sorprendida con la respuesta y no supo qué hacer con el dinero que había estado ahorrando durante meses para comprarle un regalo de cumpleaños a Perri. Se le ocurrió dárselo a los pobres, pero luego se lo pensó mejor y decidió guardarlo en su hucha, que tenía forma de elefante asiático.

Cuando Perri se fue para ese lado y desapareció, EME lloró. Pero poco. Solo le cayeron dos lágrimas. Luego se fue al colegio y le contó a su amigo ELE lo que había pasado, y ELE le dijo:

— A lo mejor quiere volver y no sabe cómo. Tienes que buscarlo.

Así que, cuando volvió a casa, EME rompió la hucha con forma de elefante asiático, se guardó todo el dinero en los bolsillos y se despidió de sus padres.

— Me voy a buscar a Perri, les dijo.

— ¡Suerte!, le respondió su padre, que se estaba recortando la barba con unas tijeritas.

—  ¡Abrígate bien, que hace algo de frío!, le dijo su madre, que estaba preparando un té.

Y así fue como EME emprendió su viaje en busca de Perri. La primera persona con la que se econtró fue un guardia urbano. EME le dijo:

— Señor guardia, ¿sabe usted algo de Perri?

Y el guardia le respondió:

— No. No lo he visto, pero preguntaré por él a todos mis amigos guardias, que viven en las 250 ciudades más grandes de los cinco continentes y son muy sagaces.

Luego EME se embarcó en un gran velero y, cuando estaba en mitad del océano Pacífico, se encontró a una ballena franca.

— Señora ballena, ha visto usted a Perri, le preguntó.

— No, hace tiempo que no sé de él, pero preguntaré a mis amigas ballenas que surcan los siete mares y tienen un oído muy fino. Si me entero de algo, te mandaré un mensaje, respondió la ballena.

Después de hablar con la ballena, EME dio por finalizada su travesía y desembarcó en el puerto chileno de Valparaíso. Allí mismo se subió a un avioneta. Cuando llevaba tres días volando sin parar, se encontró con una gaviota sombría y, ni corta ni perezosa, se dirigió a ella:

— Señora gaviota, estoy buscando a Perri, ¿puede usted decirme algo de él?

— Pues la verdad es que no sé nada. Pero quédate tranquila porque le pediré a todas mis amigas gaviotas que pregunten a todas sus amigas gaviotas. Puedo asegurarte que somos muchas y que nunca nos damos por vencidas, así que tarde o temprano me enteraré de algo y te lo haré saber.

Al cabo de mucho tiempo, EME volvió a casa, encendió su ordenador portátil y se encontró tres mensajes de correo electrónico. Eran del guardia urbano, de la ballena franca y de la gaviota sombría. Los tres decían más o menos lo mismo: después de haber preguntado a todo el mundo, no habían podido enterarse de dónde estaba Perri. Lo único que habían averiguado es que se había ido para ese lado, pero ninguno sabía exactamente dónde estaba ese lado porque, según indicaba el guardia urbano con cierto retintín, la expresión “para ese lado” es un poco confusa.

Así que EME se encogió de hombros, buscó una foto en la que salía ella abrazando a Perri, la puso en un marco y la colocó sobre su escritorio. Luego preparó la mochila, pensando que ya era hora de volver al colegio. En clase se alegró mucho de volver a ver a ELE, que había crecido una barbaridad, y a todos sus demás amigos y amigas. Ese día tuvo gimnasia y lo pasó muy bien.

Cuando regresó a casa después del colegio, se encontró a Perri en la puerta.

— Hola. Ya he vuelto, dijo Perri, tan tranquilo.

— Hola. Me alegro de que hayas vuelto. ¿Por qué te fuiste?, le preguntó EME.

Sin darle mayor importancia, Perri le contó que se había marchado porque era un labrador y quería vivir la experiencia de cultivar la tierra a lo largo del ancho mundo. EME se quedó pensativa y le preguntó de nuevo:

— ¿Y por qué no me llamaste o me mandaste un mensaje de correo electrónico?

— Porque si te hubiera llamado, habría tenido ganas de volver. Además, estaba muy ocupado cultivando la tierra, porque es un trabajo muy duro.

Y tras esta explicación, Perri le dio a EME una cesta con dos kilos de tomates, un pimiento verde, dos pimientos rojos, un par de berenjenas y un buen puñado de tirabeques.

— Toma. Con esto podrás invitar a tus amigas y amigos y hacer una gran fiesta, le dijo.

— Gracias. ¡Qué sorpresa!, respondió EME.

Entonces Perri sonrió con esa sonrisa pícara que tanto había echado de menos EME durante el último año y le dijo:

— ¿Pensabas que no me iba a acordar de tu cumpleaños?

Perri_por_Mara

Mara Freire Carracedo: Sin título. Técnica mixta sobre papel. 15,5 x 21,5 cm.


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