En general juzgo los libros por la capacidad que tienen de provocarme imágenes y recuerdos que se prolonguen más allá de la lectura, además del placer momentáneo. Los libros son como las películas, las obras de arte, las ciudades o las personas: al final juzgas el bien que hacen en tí por la capacidad de evocación, de trascender más allá de ese momento, por la intensidad con la que pueden crear momentos perdurables.
En ese sentido, a pesar de su perfección formal, me ha dejado algo frío. Algunos cuentos son increíblemente ricos y resulta fácil introducirnos en ellos, pero en otros he tenido la sensación de estar viendo una película de arte y ensayo, de las que hay que estar muy puesto para no perder el hilo . La narración es -siempre- de una perfección formal impecable, y de una precisión demoledora en la lectura de los personajes. Pero a veces parece que faltan giros de guión, lo que mi anglófila hija da en llamar plot wist.
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