Revista Cultura y Ocio

El ángel gafado

Por Revistaletralibre
El ángel gafado
Por C.R. Worth El ángel gafado
Para Juan Antonio Carrasco Lobo
No solía ocurrir con frecuencia, el Todopoderoso había convocado a la Corte Celestial para un juicio angélico. Allí estaban los miembros de la denominada «Jerarquía suprema»: los Serafines, Querubines y Tronos; la llamada «Jerarquía media» con Dominaciones, Virtudes y Potestades; y la conocida como «Jerarquía inferior» con Principados, Arcángeles y Ángeles.
Shamir, cuyo nombre significa «pequeño guardián», era el ángel de la guarda que estaba sometido a juicio.
No podía comprender como era posible que le pasara esto a él, no había habido un juicio desde Belial, Lucifer, Grigori, Mefistófeles o Semyaza; pero él nunca había desobedecido a Dios como esos ángeles caídos, no era bueno en su trabajo, pero nunca se atrevería a ofender al Creador.
Se hizo el silencio y el Altísimo habló. «¿Sabes por qué estás aquí, Shamir?». El ángel le respondió respetuosamente sobre su perplejidad en el asunto, mientras la corte celestial rió, y desde la multitud escuchó al alguien decir «¡solo te queda una pluma!». Una mirada del Señor bastó para que de nuevo se callaran todos.
Entonces Raguel, el Arcángel de la Justicia, se dispuso a presentar el caso recordándole cada vez que había fracasado estrepitosamente como ángel de la guarda, perdiendo una pluma por ello en cada ocasión; indicando que más que un ángel de la guarda era un ángel de la «desguarda».
«¿Recuerdas a Lucio? Fue tu primera asignación tras licenciarte como guardián de un humano. En el año 236 de Nuestro Señor, en la sexta persecución de los cristianos, acabó en el circo romano comido por los leones». Shamir fue a responder para defenderse, pero le indicaron que no podía hablar hasta que terminara de mostrar sus fracasos.
Raguel fue exponiendo los casi dos milenios de fiasco, haciendo hincapié en algunos casos muy específicos: Recuerdas al pequeño Falvio, masacrado en las calles de la ciudad de las siete colinas en el 408 cuando Alarico saqueó Roma; podías haberlo evacuado de la ciudad unas semanas antes, pero no lo hiciste. Dios tenía grandes planes para Flavio. En el 584 permitiste que Hermenegildo se fiara de su arriano hermano Recaredo, se entregó y un año después fue asesinado, ¡hubiera hecho mucho más bien a la causa católica vivo! Y en el 711 permitiste que el conde don Julián prestara sus barcos a Táquir Ibn Ziyad para que invadiera la península ibérica, que tuvo como consecuencia que España fuera musulmana por ochocientos años. Ahí perdiste muchas plumas. Al joven Eulogio, no se le ocurrió otra cosa en el 859 que irse a Córdoba para ser voluntariamente martirizado como sus compañeros mozárabes. A la pobre Frida la quemaron por bruja cuando en verdad curaba a personas con hierbas; o Roland, que fue achicharrado por sodomía. No controlaste el temperamento del escultor Torrigiano y fue encarcelado por la Inquisición, donde murió en sus mazmorras; y ¡mira que dejar subir al pintor Murillo al andamio, con lo mayor que estaba!»
Shamir se sentía cada vez más acharado, había cientos de casos en los que su protegido había muerto por imprudencia o accidentes (como Mary en el Titanic); que fueron a la cárcel y ejecutados siendo inocentes por estar en el lugar y momento equivocado; que se habían suicidado etc… pero el recuerdo que más le dolió fue cuando le recordaron al joven John asesinado en el coche presidencial en Dallas y Raguel le dijo «¡Con lo fácil que lo tenías con toda esa gente protegiendo a ese hombre!»
Era un desastre, lo sabía, y había pagado muy caros sus descuidos y el recordatorio de todos sus fracasos le hacía sentir otra vez el dolor de la pérdida de cada pluma. Estaba aterrado ante la idea de que lo expulsaran del cielo.
Cuando Raguel terminó con su retahíla, el Soberano celestial le preguntó: «¿Tienes algo que decir en tu favor?».
Shamir, con la cabeza baja sin atreverse a mirar al Todopoderoso le contestó: «El Padre, tras crearlo todo tomó un día de descanso. Pensé que en la vida de mis protegidos, también me podía tomar un día libre, tan solo un día. Simplemente escogí mal el día».
Dios con su infinita misericordia se apiadó de él. «Es justo que tú también tengas un día de descanso en la vida de los humanos». Todas sus plumas fueron restauradas y le Creador le dijo: «La próxima vez, pregúntame que día es más conveniente para tu descanso».

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