Revista Cultura y Ocio

El árbol negro

Publicado el 18 abril 2013 por Pnyxis @Pnyxis

El árbol negro Leer escuchando:

Me cuesta fiarme. Supongo que ese "no" que me diste aquella vez sembró en mí la semilla de la desconfianza. Y cada vez que me dices que estás cansada, cada vez que me dices que tienes que estudiar, que tienes que irte o, en definitiva, cada vez que siento que me rechazas, que me cambias por algo más importante o más urgente, esa semilla empieza a germinar, el tallo crece un poquito y en poco tiempo se convierte en árbol negro.
Pasan dos, tres, cuatro días sin verte, o pasan una, dos, tres noches sin que aparezcas para desearte las buenas noches y me rallo. Me rallo porque desconfío, porque se revelan ante mis ojos todos mis fantasmas pasados, todas las dudas escondidas y no reconocidas que están a la espera de manifestarse en el fondo de mi alma y que de hecho se manifiestan, lo quiera o no. Y aunque trato de podarlo ese árbol está envuelto de ceniza, de ceniza sólida y compacta pero a la vez fina y ligera como la arena, la clase de ceniza que me es imposible podar.
Pero tú sí que puedes. Tú eres la única que puede aplastarlo, la única que puede cortar la planta de raíz, la única que sabe colorear el árbol negro, que puede barrer las cenizas. Sólo tú sabes espantar a mis fantasmas, disipar mis dudas como si fueran vulgares azucarillos, devolver la esperanza a lo más profundo de mi alma.
Por eso te pido que lo hagas, que te atrevas a acercarte más, que estés conmigo de verdad. Que trastoques mi mundo, que derribes mis esquemas mentales, que me regales tu dulce voz, que me contagies tu sonrisa y que me vuelvas loco de alegría; para que pueda en verdad amarte y confiar en ti, con la ayuda de Dios.
Sin miedo a nada.


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