Revista Opinión

El argumento de la utilidad como freno moral

Publicado el 29 marzo 2015 por Hugo
o las insuficiencias del feminismo reformista y liberal¿Desde cuándo lo bueno y lo justo se juzgan según su éxito? ¿Desde cuándo lo inevitable es sinónimo de lo defendible? Un ejemplo:
En este ensayo no se propone una revolución, eso ya lo he dicho al principio. Sólo es una reflexión sobre cómo la sociedad debe adaptar sus estructuras sociales al nuevo estado de conciencia de las mujeres, a la nueva realidad, y el mundo laboral es el que debe vertebrar todas las posibilidades de acción. El mundo productivo, la maquinaria laboral, la cultura del trabajo deben revisar sus presupuestos, y en este sentido, todos debemos reflexionar sobre el hecho de que hemos de ganarnos el sustento: empleadores y empleados, jefes y subordinados, políticos y administrados; sindicatos y patronales. (...) Luchar contra el libre comercio o el intercambio de bienes y servicios o las transacciones de capitales a nivel mundial me parece absurdo. No hay nada que pueda paralizar esta transnacionalización económica. (...) Para empezar se han hundido las ideologías bajo las que se cobijaba la izquierda: marxismo, socialismo, anarquismo. Como filosofías de transformación global del mundo podemos decir que han fracasado. Habría que ser muy iluso, inocente e ingenuo para seguir defendiendo la transformación social mediante una revolución global basada en uno de estos sistemas de pensamiento. Las herramientas teóricas con las que se contaba han resultado un fiasco y parece bastante improbable que puedan ser esgrimidas en serio en el futuro como métodos de transformación social. Si queremos continuar con lamentos y jeremiadas sobre las ruinas del edificio lo podemos hacer, pero creo que es mejor que nos preguntemos y bien, esto es lo que hay: ¿qué podemos hacer?
Juana Gallego, Eva devuelve la costilla, 2010, Icaria editorial, págs. 97-112.
Esta misma autora, preocupada legítimamente por la posibilidad de "unos movimientos migratorios caóticos y descontrolados que perjudiquen a las dos partes de la relación", también afirma (págs. 138-140): "Es evidente que los gobiernos han de gestionar los movimientos migratorios, y es un poco pueril eso de que los ciudadanos, como los capitales, puedan tener libertad de movimientos". ¡Arriba la libertad para los capitalistas, abajo ese infantilismo que es la libertad de movimientos para el proletariado! Ah, salvo "si queremos combatir el envejecimiento irreversible de nuestro país" -postura criticable donde las haya-, salvo si son ricos, salvo si son turistas, salvo si el mercado los demanda, salvo si... etcétera, etcétera -todo esto no se dice, pero se deduce-, en cuyo caso podemos hacer una excepción. ¡Abran las puertas! ¡Que nadie útil se quede fuera! ¡España para los útiles! Pero eso no es ser pueril, claro. Eso es "ser serios". Los anarquistas, como los niños, apenas lo entienden, por eso los adultos tienen que enseñarles. Eso sí, solo un bruto lo llamaría racismo. Es mejor llamarlo "orden". A todo el mundo le gusta el orden, sobre todo cuando le sale a cuentas.

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