Revista En Femenino

El aroma dulzón a benceno (por Isa)

Publicado el 08 abril 2015 por Imperfectas
El aroma dulzón a benceno (por Isa)
Llevaba tres horas inmóvil, acurrucado en un rincón del baño. Al principio, se había dejado vencer por un dolor punzante en la boca del estómago que había ascendido hasta la garganta, cerrando el paso al oxígeno y presionándole el pecho hasta un llanto histriónico y exagerado, tan poco verosímil que solo podía ser real. Después, agotado, se había quedado allí sin moverse, con la mirada vacía, sin apenas pestañear, casi sin respirar, hipnotizado con el sonido del agua, el monótono goteo del grifo mal cerrado del lavabo.
La mente le iba lenta, viajando perezosa entre los recuerdos más recientes de ella. La veía, dulce y rotunda sentada en el suelo como los indios mientras pintaba de acuarela las paredes de la habitación diminuta donde iban a alojar la cuna, con el sosiego insólito de los últimos tiempos. Se había negado a dejar su ático en el centro de la ciudad para buscar una casa más grande en las afueras. "No podría vivir fuera del bullicio de Manhattan y tu hijo tampoco, si es que se parece en algo a ti", le había dicho con una sonrisa luminosa.
Desde que estaba embarazada, grávida, como le gustaba decir a ella se quedaba dormida en cualquier parte, con la parsimonia de un oso hibernante, y eso le daba una luz peculiar. Aquel día brillaba especialmente, más plácida y serena de lo que la había visto nunca. Pensó que sería por el concierto al que habían ido la noche anterior. El jazz siempre le proporcionaba esa especie de paz interior, y aquel abuelo del que no conseguía recordar su nombre realmente había conseguido emocionarles con su solo de trompeta
Se obsesionó entre lágrimas con el nombre del trompetista. "¿Cómo se llama este tío? Cómo puedo no acordarme. Yo que siempre había creído estar dotado de buena memoria, de gran inteligencia... Un físico cuántico metido a arquitecto, que había logrado eludir la controversia del intrusismo profesional y triunfar en la ciudad que nunca duerme, un hombre de éxito, un afortunado..." se dijo maldiciéndose a sí mismo.
Le había costado asumir la idea de que iba a ser padre. No le venía bien en ese momento, no cuadraba en sus planes, le descabalaba sus proyectos. Había decidido esconderse tras su trabajo, justificándose con un informe peliagudo o un balance de riesgo para llegar tarde a casa. Aquella noche, le sorprendió que no hubiera nadie al abrir la puerta... "¿Dónde podía estar a esas horas?". Repasó sus actividades y recordó que le había dicho que iría en coche hasta Long Island, a una tienda de muebles. Pero hacía ya un rato que las tiendas de las afueras habían cerrado. Debería estar de vuelta. Miró por la ventana con la inútil esperanza de verla. La llamó. Nadie cogió el teléfono. "Qué raro, aún conduciendo siempre cogía las llamadas", pensó. Llamó a su hermana, quizá la habría acompañado a la tienda. "No" -le dijo- "íbamos a ir juntas, pero al final debió cambiar de idea porque no me avisó. ¿No está ahí? ¿Quieres que llame a alguien más?". "No te preocupes, se habrá entretenido con alguien y seguro que está al caer". 
Una hora más tarde y después de haberla llamado varias veces más, bajó al garaje. Y allí estaba el coche. El motor estaba encendido. "Acaba de aparcar", se dijo. Se acercó. Dentro estaba ella, ¿dormida? Se le agitó el corazón, gritó su nombre y empezó a zarandear el coche. No se despertaba. No podía abrir. Subió a casa a por el otro juego de llaves, loco de ansiedad, sin poder creer lo que le estaba pasando y bajó sin esperar el ascensor, corriendo por las escaleras de emergencia. La sacó de allí, fría e inerme, violácea y con un aroma dulzón a benceno, que no olvidaría en lo que le quedaba de vida.
Dedicado a mis compañeros de la Biblioteca Municipal de Conde Duque, que me proporcionaron las palabras con las que escribir este cuentito: trompeta, cuántico, controversia, creído, arquitecto, balance, grávida, esconderse, ático, peliagudo, acuarela, Manhattan, abuelo, agua, benceno.

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