Revista Arte

El Arte como recreación de una vida reivindicada, su belleza y su mensaje.

Por Artepoesia
El Arte como recreación de una vida reivindicada, su belleza y su mensaje.
En esta obra de Lorenzo Lotto (1480-1556) se presenta la imagen de un bello paisaje natural, con sus dos planos definidos, uno el cercano al espectador, el principal; y el otro el lejano, éste con un mar y un cielo vertebrados, casi continuos en los trazos de una parte, con sus grises y sus negros; articulados en la otra, con sus azules y blancos. En el centro del cuadro se encuentra un tronco, raído y roto, pero floreciente hacia la izquierda, y que divide a su vez, verticalmente, prácticamente toda la representación pictórica. Símbolos ajenos ahora a la escena natural y alegórica se sitúan también en él; ¿pero qué son, qué quieren indicar? Porque la obra se titula Alegoría del Vicio y la Virtud. Es decir, desea comunicar así, subliminalmente, estas dos opuestas semblanzas tan humanas: la de la grandeza y la bondad de los seres, y la de la bajeza y la sinrazón de sus comportamientos.
Pero, esta sorprendente y sugestiva pintura fue un encargo. Su mentor, Bernardino d' Rossi, obispo de Treviso (Italia), quiso que Lotto le retratara y acompañara además este cuadro al conjunto. El pintor podía plasmar lo que quisiera, pero debía dejar claro de quién era el motivo -y en qué lugar de las alegorías debía situarse- de la obra. El pintor lo hizo entonces dibujando el escudo heráldico de d' Rossi. La imagen de toda la obra nos impacta al pronto. La virtud, representada en el lado izquierdo, sitúa a un niño sobre un suelo totalmente árido, infértil y desolador. Por contra, el sátiro, que simboliza el vicio, se encuentra en un páramo verde, fértil, hermoso y acogedor. Pero ¿cómo es posible ésto?
Bernardino d' Rossi se enfrentó a los poderes públicos de Treviso, entonces manejados por asuntos deshonestos y criminales. En 1503 una de las poderosas familias de Treviso, los Onigo, conspiraron contra el obispo hasta mandar su asesinato. Éste, providencialmente, pudo evitarlo, y, dos años después, su pintor terminó el retrato y la Alegoría. El artista quiso simbolizar en éste último la fuerza de la virtud, que, aun crecida desde la más polvorienta e infértil soledad, puede sembrar los elementos que la llevaran a elevarse hacia lo más alto, como se observa en el pequeño alado que es alzado por la ladera amarilla de su fondo. 
En la otra parte está el sátiro, que toca su lira, que disfruta de sus bebidas y de sus manjares. Nada obtendrá después, al parecer; hasta en el fondo de su lado se representa ya un barco hundiéndose, naufragando en la bahía. Nada permanecerá, todo sucumbirá a la mortífera plasmación de su simbólico vicio. Y el tronco hueco del árbol que fue, que, desaparecido ya su esplendor, ahora florece sin embargo hacia la virtud, hacia el lugar donde no hay ya nada más que esperanza. Sujeta a su vez un escudo transparente, cristalino; éste es el instrumento especular del héroe Perseo, con la imagen de horror de la Medusa, símbolo de la lucha, del enfrentamiento generoso, poderoso, altruista y benefactor. 
El mensaje de la obra describe la opción dificultosa, desgarradora, solitaria, heroica y noble de la virtud, frente a la gratificantemente terrenal y pasajera, demoledora finalmente, engañosa y fútil, de la maléfica y detestable falta de virtud. Así, los creadores, en el renacentista momento afanoso, supieron y pudieron resaltar las dos caras de una misma realidad, unas veces sin huella tangible de ningún personaje, otras, como en este caso, a pesar de recordar particularmente la comprada y reivindicada representación de su virtud.
(Óleo Alegoría del Vicio y la Virtud, 1505, del pintor veneciano Lorenzo Lotto, Galería Nacional de Arte de Washington D.C., EEUU.)


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