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El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores

Por Artepoesia

El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores. El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores. El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores. El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores. El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores. El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores. El Arte no remedia el dolor, ni sus creaciones logran conmover la vida más allá que a sus autores.
Ya lo dijo el gran poeta romano Virgilio: la poesía no puede aliviar la angustia de vivir. Así también como los versos del clásico griego Teócrito, el poeta elevará sus cantos a la vida sin conmoverla. Ésta maldecirá sin embargo, con sus efectos desdeñosos, la aspiración desconsolada de los hombres. Y todo acabará. El final de todo será que el verso inútil, desesperado, no conseguirá salvar a nadie. Tan sólo los creadores robarán a los dioses el instante descarnado para poder apenas saborear la emoción de plasmar, en una obra, los deseos inabarcables del idilio imposible de las almas perdidas de los hombres.
Cuando la niña Camille Claudel (1864-1943) jugara con el barro e hiciera con él figuras de todas las cosas que viese, nunca pensó que acabaría deseando tan sólo vivir su pasión más que alcanzar con ella la gloria perdida de sus obras. En 1883 llegaría a París para desarrollar su arte escultórico. Y, entonces, conocería a dios. El gran Auguste Rodin (1840-1917) se impresionaría de su trabajo y la incluiría en su taller. Colaborará con él como modelo, como autora y como amante. Su relación será muy compleja y desgarrada. Ella le entregará su Arte y su vida; él tan sólo tomará lo primero. 
La vida de Camille terminará siendo un sufrir silencioso y macilento. Al desolado lamento del desamor se unirán sus crisis nerviosas. En 1913, a los cuarenta y nueve años, la ingresarán en un manicomio del que nunca más saldrá hasta su muerte, treinta años después. Realizará muchas obras escultóricas hasta entonces, hasta su internamiento, para luego nunca más crear. En una de sus obras, iniciada dos años después de llegar a París, quiso inmortalizar con la piedra y sus manos el gesto conmovido del desgarro, y compuso entonces su escultura Sakountala.
Según cuenta el libro sagrado del hinduísmo, el Mahabarata, una vez el dios de los cielos, Indra, quiso distraer de sus meditaciones profundas al sabio Vishvamitra. Para ello le enviaría a una hermosa mujer que acabaría seduciéndolo. Ella terminaría teniendo una hija de él. Pequeña al que el sabio abandonaría junto a su madre, temeroso ya de perder la virtud adquirida durante tantos años de ascetismo. La madre dejaría a la niña, Sakountala, en el bosque. Entonces un joven rey la encontraría a ella mientras cazaba. Ambos acabarían así enamorados. El rey le entregaría un anillo, y volvería a su reino con la promesa de regresar.
Pasaron los años y él no regresaría. Entonces decidió ir ella a buscarlo. Por el camino cruzaría un río que la mojaría sus manos, perdiendo aquel anillo para siempre. Luego, herida por los bandidos del camino, llegaría desconocida y diferente. El rey no la reconocería jamás, y ella regresaría perdida para siempre. En el Libro del Principio (Génesis hinduísta) se dice en uno de sus versos:  Ella se vió envuelta en la soledad del desierto, junto a Sakountas (Pájaros en Sánscrito)

por ello ella fue nombrada por mí Sakountala.
Camille Claudel comenzaría en 1886 su obra escultórica Sakountala, y no la terminaría hasta 1888. Representaría la unión de los dos amantes hindúes después de su separación, causada al parecer por un maleficio. En su escultura, Claudel enfrentará su obra con la famosa escultura de Rodin, El Beso. En la obra Sakountala se representa al rey Dusiyanta arrodillado frente a Sakountala por no haberla reconocido entonces. A diferencia del deseo pasional irrefrenable de El Beso, la escultura de Camille simbolizará sin embargo el desgarro padecido frente al conmovido gesto del arrepentimiento.
(Escultura Sakountala, Camille Claudel, 1888; Fotografía de Camille Claudel, 1884; Cuadro del pintor hindú Raja Ravi Varma, Mahabarata, Nacimiento de Sakountala, siglo XIX; Fotografía de Camille Claudel esculpiendo su obra, siglo XIX; Composición de fotografía artistica, de la fotógrafa española Lola Martínez Sobreviela, En el Jardín de Sakountala, 2008; Óleo Sacerdotisas, 1912, del pintor expresionista alemán Emil Nolde; Fotografía de Camille Claudel años antes de fallecer en el manicomio.)


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