Revista Expatriados

El ascenso de las potencias medias

Por Tiburciosamsa

Uno de los primeros que le dio una pensada al tema de las potencias medias fue el italiano Giovanni Botero, quien en el siglo XVI las definió como “aquéllas que tienen suficiente fuerza y autoridad como para sostenerse por sí solos sin necesidad de la ayuda de otros.” Si esta definición ya era discutible en el siglo XVI, en nuestro mundo globalizado ya ni hablemos.
El diplomático canadiense R.G. Riddell ofreció en los años cuarenta del siglo XX otra definición: “Las potencias medias son aquéllas que en razón de su tamaño, sus recursos materiales, su disposición y capacidad para aceptar responsabilidades, su influencia y su estabilidad se encuentran próximos a convertirse en grandes potencias.” Esta definición nos dejaría con muy pocas potencias medias: la India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia, Francia, el Reino Unido y muy poco más. Sin embargo uno se resiste a una definición que deje fuera a Japón (carece del tamaño), Corea del Sur (carece del tamaño y hasta ahora la disposición y capacidad para aceptar responsabilidades) o a Nigeria (carece de estabilidad y de recursos materiales).
Dada la dificultad de describir lo que es una potencia media, hay quienes han intentado definirlas mediante una serie de parámetros (PIB, población, Fuerzas Armadas, capacidad nuclear…). Pero las disparidades entre los aspirantes al estatus de potencia media son tantas que los parámetros no sirven de mucho: Indonesia tiene 252 millones de habitantes y no posee armas nucleares; Francia con 66 millones las tiene. Ambas aspiran al estatus de potencia media. Estos parámetros podrían aquilatarse con otros criterios como el prestigio o el grado de influencia en los asuntos internacionales, pero entonces estaríamos introduciendo unos criterios de valoración subjetivos porque ¿cómo se miden el prestigio y la influencia?
Otra vía para tratar de identificar a las potencias medias ha sido definir cómo se comportan.  Bernard Wood siguió este camino y encontró que las potencias medias tienden a “buscar soluciones multilaterales a los problemas internacionales (…) a abrazar posiciones de compromiso en las disputas internacionales (…) a abrazar nociones de “buena ciudadanía internacional” para guiar su diplomacia”. Con razón, muchos otros estudiosos han criticado esta manera de argumentar que acaba cayendo en la tautología: una potencia media es la que hace lo que las potencias medias hacen. Por otra parte, resulta dudoso que todas las potencias medias se comporten como pretende Wood. La Italia de comienzos del siglo XX es un buen ejemplo de potencia media y se pasaba la legalidad internacional por el forro.
Al final va a resultar que el concepto de potencia media es intuitivo y que lo más que podemos decir de ellas es que son aquellas que son demasiado pequeñas como para que podamos considerarlas grandes potencias y demasiado grandes como  para que podamos considerarlas pequeñas.
Tradicionalmente las relaciones internacionales era algo de lo que se ocupaban los diplomáticos y los politólogos. Pero ahora vivimos tiempos en los que todo está impregnado de economía. Si hoy hablamos de los BRICS (Brasil, Rusia, Indica, China y Sudáfrica), no es porque el término surgiera en alguna conferencia internacional. No. El término se le ocurrió a Jim O’Neill, un economista de Goldman Sachs, en 2001. Por cierto que a lo que él se le ocurrió fueron los BRIC. Fue la política y no la economía la que introdujo la “S” de Sudáfrica.
O’Neill le gustó tanto lo de los acrónimos que en 2011 acuñó otro: los MIST, por México, Indonesia, Corea del Sur y Turquía. Los rasgos comunes que interesaron a O’Neill fueron: grandes mercados internos, políticas económicas con un eficiente control de la inflación, perspectivas de crecimiento económico, ser destinos de inversión extranjera en sectores estratégicos, economías abiertas y fuerte inversión en infraestructuras. Lo interesante es que O’Neill no andaba buscando convertirse en un estudioso de la geopolítica, cuando creó el concepto. Lo que quería era colocar a sus clientes productos de inversión referidos a esos países.
Aunque el acrónimo hubiera sido creado para vender acciones, sí que debía responder a una realidad, porque pegó. Tres de esos países (México, Indonesia y Turquía) tenían al menos una cosa en común: el deseo de que les invitaran a formar parte de los BRICS. Como esa invitación nunca llegó, el 25 de septiembre de 2013 los Ministros de Asuntos Exteriores de esos cuatro países, más la Ministra de AAEE de Australia se reunieron para crear el MIKTA.
El motivo que dieron para crearlo fue que sus voces no se oían lo suficiente en el escenario internacional. Los países del MIKTA afirman que juntos tienen capacidad para influir sobre algunos de los grandes temas de la agenda internacional: la ciberseguridad, el cambio climático, la seguridad nuclear, el mantenimiento de la paz… y todo ello desde el punto de vista de unos países que se rigen por sistemas democráticos. Por ello piensan que si se conciertan de una manera informal, conseguirán tener más peso en la política global.
Desde luego, sobre el papel el MIKTA tiene mucho potencial. Para empezar, como ellos mismos dicen, mientras que los BRICS son economías emergentes, los países del MIKTA son economías que ya han emergido. Los cinco pertenecen al G-20 y por su tamaño son las economías 12ª (Australia), 14ª (México), 15ª (Corea), 16ª (Indonesia) y 17ª (Turquía). A modo de comparación, cabe señalar que las posiciones de los miembros del BRICS en ese ránking son: China, 2ª; Brasil, 7ª; Rusia, 9ª; India, 10ª; Sudáfrica, 29ª. Salvo Australia (23 millones, 51º en la clasificación), son países bastante poblados (aunque tengo mis dudas, el tamaño de la población sigue siendo para muchos analistas un factor importante a la hora de medir el poderío de un Estado): todos tienen más de 50 millones de habitantes y están entre los 26 países más poblados del mundo (Indonesia, 4º; México, 11º; Turquía, 18º; Corea, 26º).
Son muchos los que han destacado la complementariedad geoestratégica entre estos países, que, por sus intereses, casi cubren medio globo. México es un país clave en Latinoamérica, especialmente en Centroamérica y el Caribe. Además, su adhesión al Tratado de Libre Comercio de América del Norte le añade un atractivo extra; muchos analistas valoran su papel de bisagra entre Latinoamérica y EEUU. Indonesia es uno de los motores políticos de la ASEAN y a poco que se lo curre, puede convertirse en un punto de referencia internacional en lo que se refiere al diálogo interreligioso y al fomento de la democracia. Corea del Sur es una de las grandes historias de éxito de los últimos treinta años (en 1980 su economía era la 28ª mundial; por cierto que ese año la nuestra era la 9ª y hoy es la 13ª, o sea que también hemos sido una gran historia a nuestra manera). Su economía no sólo ha crecido en volumen, sino también en tecnología avanzada. Turquía también juega un papel de bisagra entre Europa y tres grandes zonas: Oriente Medio, Asia Central y el Cáucaso Sur, aunque estar cerca de esas zonas yo lo veo más como un marrón que como una oportunidad. Finalmente, Australia es una potencia muy importante en el Pacífico, con una política exterior muy activa y comprometida.
Ahora la moda en política internacional parece ser buscarse extraños compañeros de cama y formar clubes con los acrónimos más originales y/o impronunciables. El MIKTA cumple a la perfección estos requisitos, tiene miembros en los cuatro continentes y es poco eufónico. No sé si será exitoso, pero está en la onda.

Volver a la Portada de Logo Paperblog