Revista Religión

El Augusto nombre de María

Por Perfumedecristo R. Elisabet

 

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 El augusto nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa terrenal, ni inventado para Ella, ni elegido por decisión humana, como sucede con todos los demás nombres que se imponen.

Este nombre fue elegido por el cielo y se le impuso por divina disposición. “Del Tesoro de la divinidad -dice Ricardo de San Lorenzo- salió el nombre de María”. De él salió tu excelso nombre; porque las Tres Divinas Personas, prosigue diciendo, te dieron ese nombre, superior a cualquier nombre, fuera del nombre de tu Hijo. Y lo enriquecieron con tan grande poder y majestad, que al ser pronunciado tu nombre, quieren que, por reverenciarlo, todos doblen la rodillla …en el cielo, en la tierra y en el infierno.

Pero entre otras prerrogativas que el Señor concedió al nombre de María. “el santo nombre de María está lleno de divina dulzura”. Pero también de dulzura saludable, consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza que da este nombre de María a los que lo pronuncian con fervor. Dice el abad Francón que, después del sagrado nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico de bienes, que ni en la tierra ni en el cielo resuena ningún nombre del que las almas devotas reciban tanta gracia de esperanza y de dulzura.

El nombre de María -prosigue diciendo- contiene en sí un no sé qué de admirable, de dulce y de divino, que cuando es conveniente para los corazones que lo aman, produce en ellos un aroma de santa suavidad.

Se lee en el Cantar de los Cantares que, en la Asunción de María, los ángeles preguntaron por tres veces: “¿Quién es ésta que sube del desierto como columnita de humo? ¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente? ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando en delicias?”
(Ct 3,6; 6,9; 8,5). Pregunta Ricardo de San Lorenzo: “¿Por qué los ángeles
preguntan tantas veces el nombre de esta Reina?” Y él mismo responde: “Era tan
dulce para los ángeles oír pronunciar el nombre de María, que por eso hacen
tantas preguntas”.

 

ORACIÓN PARA INVOCAR EL NOMBRE DE MARÍA

¡Madre de Dios y Madre mía María! Yo no soy digno de pronunciar tu nombre; pero tú que deseas y quieres mi salvación, me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura, que pueda llamar en mi socorro tu santo y poderoso nombre, que es ayuda en la vida y salvación al morir.

 ¡Dulce Madre, María! haz que tu nombre, de hoy en adelante, sea la respiración de mi vida. No tardes, Señora, en auxiliarme cada vez que te llame.

Pues en cada tentación que me combata,y en cualquier necesidad que  experimente, quiero llamarte sin cesar; ¡María! Así espero hacerlo en la vida, y así, sobre todo, en la última hora, para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado:

“¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!”

¡Qué aliento, dulzura y confianza, qué ternura siento con sólo nombrarte y pensar en ti!

 Doy gracias a nuestro Señor y Dios, que nos ha dado para nuestro bien, este nombre tan dulce, tan amable y poderoso. Señora, no me contento con sólo pronunciar tu nombre; quiero que tu amor me recuerde que debo llamarte a cada instante; y que pueda exclamar con san Anselmo:

“¡Oh nombre de la Madre de Dios, tú eres el amor mío!”

Amada María y amado Jesús mío, que vivan siempre en mi corazón y en el de todos, vuestros nombres salvadores.Que se olvide mi mente de cualquier otro  nombre, para acordarme sólo y siempre, de invocar vuestros nombres adorados.

Jesús, Redentor mío, y Madre mía María, cuando llegue la hora de dejar esta vida, concédeme entonces la gracia de deciros:

“Os amo, Jesús y María; Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía”.

S. María de Ligorio.

Fuente: www.caminando-con-maria.org


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