Al Banco Popular se le complica la existencia porque no cree en él ni los empleados que siguen abriendo sus sucursales todos los días laborables. Su marca ya no es lo que era, ni siquiera para su fiel clientela de pymes con dinero para llevar al banco y muchos préstamos que quieren solicitarle. El ladrillo lo hunde día a día. Tiene una sobrecarga de inversión inmobiliaria que no supo quitarse de encima cuando pudo hacerlo, como hicieron las entidades financieras de la competencia.
Ahora parece que quieren centrarse en el negocio doméstico porque es lo más seguro para ellos. Que se centren rápido porque más pronto o más tarde van camino de una fusión queiran o no quieran sus accionistas. La segunda ampliación de capital les va a quedar corta porque su problema no se arregla tan fácil como cuentan sus directivos.
En todo caso, que no cunda el pánico: los depósitos no corren peligro, como se dice siempre. El Gobierno no permitirá un robo a los ahorradores, ya atracados por las abusivas comisiones bancarias que les carga el Banco Popular a su clientela cada seis meses y cuando les da la gana. Yo me horrorizo cada vez que veo que cobran por guardar dinero en una cuenta de ahorro a la vista. Lo malo es que los otros bancos también lo hacen.
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