Revista Cultura y Ocio

El barco de las tormentas

Por Isabel Martínez Barquero @IsabelMBarquero
EL BARCO DE LAS TORMENTASTodos los atardeceres tormentosos de los últimos doscientos años sale por la bocana del puerto el mismo barco, un barco que jamás se halla amarrado a un noray, un barco que no es de nadie ni persona alguna rige, que brota de las olas encabritadas como una exhalación en los crepúsculos inclementes.   Según los marineros del lugar se trata de un barco fantasma que nadie conduce. Pero yo no me engaño con las leyendas que hilan los hombres en los tejidos siempre alertas del asombro. Desde el primer momento en que asistí al hecho extraordinario, no tuve dudas, pues mis ojos contemplaron manejando el timón a Augusto, el capitán decimonónico que se ahogó en estas aguas durante un ocaso tempestuoso de hace cerca de dos siglos. Lo sé porque la apariencia y el rostro que vislumbro son idénticos a los que figuran pintados en el gran cuadro que se exhibe en el casino. Nadie me cree, quizá porque lo maravilloso solo se manifiesta ante los ojos capaces de verlo.          Hoy, como ayer, como mañana, y tormenta tras, Augusto se enfrenta al mar bravío sin miedo. Sale vencedor en una gesta que lo inmortalizó en el pasado tragado por las olas. La muerte no es obstáculo para que ajuste sus cuentas con las aguas asesinas. Siempre consideró en vida que el hombre puede dominar los elementos de la naturaleza y está dispuesto a demostrarlo a quien tenga la sensibilidad de distinguirlo.

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