Revista Cine

El barón rojo, la Ilíada de Roger Corman

Publicado el 12 mayo 2014 por Lord_pengallan

El título original desta peli es Von Richthofen and Brown y, como suele pasar, da una idea más certera que el español sobre de qué va. No obstante, en ella esos dos tipos, el barón rojo y el tío que oficialmente le mató, no son aliados sino que están enfrentados, luego un "contra" hubiera sido más preciso que una "y". Así pues, la peli escenifica un conflicto entre 2 opuestos. No es un biopic como el título español indica. Su guión es intelectualoide pues lo que cuenta es el enfrentamiento entre ideas opuestas que, como es tradicional, se encarnan en 2 personas para poder hacer un relato de ficción en vez de una reflexión abstracta. De ahí también que no se atenga fielmente a los hechos y no respete personalidades, Brown no fue como sale en el film. 
El barón rojo, la Ilíada de Roger Corman
Para la peli la Primera Guerra Mundial fue más que un conflicto entre Alemania y los anglosajones (en el film los franceses salen poco y los demás nada), los ingleses, los canadienses y los estadounidenses, entre estados o naciones, uno entre sistemas, entre un Viejo Mundo y un Nuevo Mundo. La peli sintetiza aquella guerra que no acabó con todas las guerras en el duelo entre el Ayer, representado por un aristócrata (aunque el título de Von Richthofen se traduce por barón en realidad este no tiene traducción en castellano; quizás sea mejor hidalgo pues no supone propiedad), Alemania en la Primera Guerra Mundial era un imperio, es decir, sus habitantes no eran ciudadanos sino súbditos (cómo nosotros!:) y englobaba diferentes naciones (por eso el barón rojo hoy sería polaco), y el Hoy, los anglosajones, que por contra eran ciudadanos (evidentemente con matices porque canadienses e ingleses tenían rey, que también era emperador, pero sus poder dentro de su reino era menor que el del káiser), por eso están representados por un plebeyo. Así, en la peli Richthofen representa a la riqueza reaccionaria, contraria a las nuevas ideas democráticas y progresistas, y Brown representa a esas ideas, la nueva humanidad, hombres, no caballeros, que se abre camino liberándose de sus opresores.
El guión no se queda sólo ahí, en el plano político, pues asocia otros elementos a la dialéctica entre lo Viejo y a lo Nuevo, la tecnología y el espíritu guerrero, dentro de una visión heraclitoidea de la guerra. Héraclito fue un filósofo presocrático y uno de los pocos humanos en alumbrar una frase capaz de resumir toda la Historia: la guerra es de todos padre y de todos rey; a algunos como dioses establece y a otros como hombres y a unos esclavos hace y a otros libres (traducción propia). Richthofen y Brown enfocan de manera diferente la guerra precisamente por pertenecer a sistemas distintos. Así, este último no le gusta la guerra, más que odiarla la teme, pero la hace para sobrevivir. Por ello su enfoque es frío y racional. Le interesa la técnica, conocer cómo pilotar y cómo funciona la aeronáutica, no se preocupa de cosas como el valor o el honor. Afronta la guerra con puros y fríos criterios de eficiencia, por ello resulta que va más lejos que el bando alemán pues el resultadismo no está limitado por la caballerosidad. Así, el bando demócrata acaba "inventando" el ataque por sorpresa contra el enemigo desarmado. Mientras, la caballerosidad y, sobre todo, el ánimo guerrero es lo que tiene Richthofen pero no Brown. Para el 1º la guerra es una cuestión pasional, en la realidad el empezó la guerra en caballería, cuando esta dejó de combatir, pidió el traslado a la nueva y reciente fuerza aérea (la infantería y la artillería no son armas aristocráticas), y el volar una cosa de instinto. Esto parece que también realmente fue así. Por lo visto no fue el que más aviones derribó en la Primera Guerra Mundial, 80 aviones (es cierto que sólo sacó 5 al 2º pero es una marca excepcional como indican datos como el que la media de los ases -pilotos que al menos han derribado a 5 aviones- de la Primera Guerra Mundial es de 9 y derribar a más de 28 fue algo ultrahumano, solo 75 tíos entre miles fueron capaces), por ser un gran piloto sino por saber cuando atacar. El acercamiento de Richthofen a la guerra es la del guerrero tradicional cuyo epítome es el Aquiles de Homero, aquel que estaba dispuesto a morir joven en batalla por la gloria eterna en vez de vivir feliz y morir de viejo y caer en el olvido. Para el barón rojo todo es un duelo (cosa por otro lado sólo posible entonces, y ahora, en la aviación), para él es cosa secundaria el conflicto entre estados o entre sistemas. Así, cual guerrero homérico, pierde el culo por coger los despojos de su enemigo para que, convertidos en trofeo (a la vez monumento y humillación), decoren su pared y cada vez que derriba un avión encarga a un joyero que le haga una pequeña copa de plata  (cosa que dejó de hacer porque en el Reich del final de la guerra ya no había plata para frivolidades). Las victorias están para conmemorarlas porque son algo personal. Para Brown tan solo significan que falta menos para que la guerra acabe, un enemigo menos solo significa que quedan menos que matar. No hay nada que celebrar porque se mira el futuro en vez de al pasado. Relacionado con eso hay otra escena que parece sacada de la Ilíada: tras ser herido gravemente en la cabeza Richthofen cae en tierra de nadie de modo que infantes alemanes e ingleses han de disputarse su cuerpo. Para el "barón", como buen guerrero tradicional, guerrear era cazar, cosa de astucia, paciencia y nervios de acero que demuestra superioridad (se es más rey de la selva-Naturaleza que un león, más fuerte que un oso, más valiente que un jabalí, más astuto que un lobo, más rápido que un ciervo...). Por eso la aristocracia siempre es totémica. Esto lo pinta como alguien despiadado y cruel, como el Aquiles de la Ilíada, casi un psicópata. Algo subrayado por la buena interpretación de J. P. Law pues lo encarna como alguien frívolo e infantil, cosa a su vez subrayada por su aspecto juvenil (Richthofen murió a punto de cumplir 26 años y Aquiles debió "morir" alrededor de los 25). Esto lo establece rápidamente y magníficamente al principio de la peli al dejar claro que un piloto siempre sabe cuando ha matado a alguien, en cambio un soldado o un artillero sólo lo sabe en situaciones excepcionales. Así, si en la guerra hay asesinos, estos son los pilotos. Lo que le interesa a Richthofen es vencer, le da igual que eso implique matar, porque es destacar. Así pues, Brown es muy humano, pues afronta el combate cagado de miedo, para él la guerra es un marrón, mientras que Richthofen, además de no tener miedo le encanta la sangre, pero en cambio el "barón" no ataca a enemigos derrotados y no solo se niega a pintar su avión para camuflarlo (algo dictado tanto por la técnica y la eficiencia como por el miedo) sino que lo pinta de rojo (aunque no se piensa que fuese el rojo escarlata con el que ha pasado al Olimpo Pop). Un buen aristócrata es aquel que siempre es fácilmente identificable, de ahí las plumas, los dorados y los colores vivos de sus uniformes. Honor antes que vida, eso es lo que impidió huir al humano Héctor Priamida cuando se enfrentó al divino Aquiles Pélida. Las diferentes aproximaciones al hecho bélico de los 2 polemistas están genialmente sintetizadas en 2 de los mejores momentos de la peli, el interés romántico de Brown resulta ser una humilde mutilada mientras que la de Richthofen es una célebre rubia rica. Las mujeres de cada uno son la idea de LA Guerra que tiene cada uno. Para Brown es una terrible tragedia, por eso no puede descansar de ella, y para Richthofen es belleza, riqueza y gloria-prestigio. Por eso al canadiense nunca le condecoran, a pesar de sobrevivir-ganar, y al alemán le pasa varias veces, una de ellas a manos del mismísimo káiser. Este punto es algo que deja sin resolver la peli, aunque no deja de tratar heroicamente al alemán, qué es mejor, la brutalidad plebeya o la caballerosidad despiadada (lo único obreril que Richthofen hace en toda la peli es bajar la palanca que acciona sus ametralladoras)? No obstante la peli si sugiere que precisamente la superioridad y letalidad de Richthofen, análoga a la que el semidivino Aquiles tenía sobre los muy humanos troyanos, es lo que empuja a los plebeyos hacia la eficiencia y la brutalidad. Richthofen al cargarse a su homólogo inglés, que era tan caballero que brindaba por él por considerarlo admirable, cosa que no comprende el mezquino plebeyo Brown pues no entiende porque se celebra a un enemigo que mata compatriotas (con ello introduce el pernicioso nacionalismo en un conflicto aristocrático en que, como le es típico, sólo está en juego el honor y la superioridad, por eso las derrotas nunca cambian el orden prebélico, y así abre la puerta a uno de los plebeyos más célebres, Hitler), quita el freno a la técnica y la eficiencia que limitaba al bando anglosajón. Sin la caballerosidad, que es un combate honorable (si bien el plebeyo tiene razón en que este deja de serlo cuando uno de los contendientes tiene superioridad manifiesta), el miedo y el espectro de la derrota triunfan cayéndose entonces en la técnica y la brutalidad. Lo que sea por no ser pichones o platos para un aristócrata con escopeta. El talón de Aquiles de los aristócratas es que nunca vieron que la guerra es una cuestión de supervivencia. Así, aunque la peli no contesta a esa pregunta, sí explica claramente y con genialidad porque la Guerra acaba siendo terrorífica. Cuando se mata y se muere constantemente la gente pierde su humanidad.
El barón rojo, la Ilíada de Roger CormanEl barón con un pedazo de trofeo...
Este discurso intelectualoide y un tanto ahistórico (el guión mete a Goering donde no estaba e insiste demasiado en que el nazismo fue hijo de la Primera Guerra Mundial, cosa evidente hoy pero inapreciable cuando esta se estaba combatiendo) dado a luz por un guión episódico bien desarrollado que avanza por pares dialécticos, lo dirige R. Corman con un sobrio clasicismo, si bien con escasos pero potentes ramalazos de autor o líricos. Con lo que, al igual que el guión, se mueve entre lo vulgar y lo sublime. Hay que disculpar a Corman porque la película es de 1971, es decir, que los combates aéreos se tenían que rodar simulándolos en la realidad y eso limita mucho la dirección: no se puede hacer cualquier plano porque no se puede colocar la cámara en cualquier sitio, no se puede repetir tomas y lo que pueden hacer los aviones es muy limitado pues los pilotos-especialistas no se van a matar por una peli. Así, hoy las escenas de combate quedan muy frías, torpes, caóticas e incomprensibles y con ello la peli no puede dar las dosis de epicidad y emoción que tanto la historia como el guión demandaban. También le pesa a Corman su historial de cineasta que primaba la rentabilidad (otra palabra para eficiencia) ya que no se ocupa de los actores y está muy sobrio a pesar de que esta producción tenía un presupuesto que en la década anterior le hubiera permitido hacer lo menos 100 pelis. Además de dar para usar aviones de la época dio para un buen y variado vestuario de época y para muchos escenarios y extras. No obstante, sequedad es lo que una peli tan descarnada necesitaba, el guión ni glorifica ni maquilla, y, como cineasta inteligente que es, supo entender el guión, culto y bien documentado obra del matrimonio Carrington, por lo que vio cuando había que dar el do de pecho. Por eso el film está punteado de escenas notables de las que destacó la presentación, maravillosa, del avión último modelo que Fokker diseña-construye para que el barón mate mejor, rodada como si fuese un anuncio de coches, con chica guapa incluida, y el final, con ese plano final, un casi primerísimo primer plano del barón muerto en su avión posado en tierra con el cielo de fondo y una música de final. Tras deslumbrar a la humanidad algo concluye.
Así pues, no extraña que esta peli fuese un fracaso, algo que afectó mucho a Corman, tardó 20 años en volver a dirigir. Que el protagonista no sea un tipo normal, que no sea maniquea, que su tratamiento de la guerra no sea patriotero, panfletario y/o edulcorado-espectacular (algo que debió molestar en pleno Conflicto de Vietnam) y su helenismo son cosas que disgustan al gran público porque no sabe manejar la cruda realidad ni tiene cultura, y sus incorrecciones históricas y falta de espectacularidad son cosas que disgustan a los amantes del cine bélico/histórico cegándolos, como suele pasar con los talibanes/frikis (gente que sólo le importa el detalle). Por tanto, es una peli que aún permanece incomprendida pero que honra a Corman al demostrar que no es el típico empresario estadounidense y a los Corrington por su reflexión sincera y cruda aunque se apropie del alemán para sus fines. El quid está en que El barón rojo es una parábola. No cuenta una historia sino que esta sirve de portadora de un discurso ideológico. Por tanto, hay que verla como una abstracción o un ensayo. Cuando se hace así se puede apreciar las virtudes que tiene esta peli fallida por adelantarse a su tiempo y por enfocarse como una de masas. Entiendo que cuando la videé en mi adolescencia por 1º vez me dejase huella a pesar de no pisparme de nada. Es una peli atípica y original y, a su modo, otra historia épica griega.  

Volver a la Portada de Logo Paperblog