Revista Cultura y Ocio

El Brexit, desde otros ángulos

Por Fruela
Pasados los primeros cachondeos y rechinar de dientes, me parece que debemos extraer algunas lecciones al hilo del Brexit.
Por un lado, no conviene ver una "excepcionalidad" inglesa en este proceso. Si en España se hubiese planteado una consulta semejante (por ejemplo, cuando se produjo la reforma constitucional del PP y del PSOE), nos encontraríamos en una posición similar. ¿El OXI griego contra el tercer rescate fue, en sustancia, la expresión de un sentimiento distinto? La UE ha perdido su capacidad de convicción moral. En buena medida, el Brexit ha sido un voto (confuso y hasta cierto punto irracional, sin duda) contra la austeridad y el estado actual de las cosas.
Ahí aparece también una ironía fantástica: el Brexit es un triunfo de la democracia frente a la tecnocracia. Cameron podría haber negociado sus reformas, aprobarlas en el Parlamento tras algunas cesiones y retirarse sin grandes esfuerzos. Con la ceguera propia del niño bien que es, se comprometió a una consulta popular y ha visto que "el pueblo" es impredecible. Su hybris, me temo, va a reforzar las tendencias tecnócratas: ningún gobernante va a querer arriesgarse en los próximos años a "hacer un Cameron".
Lo que abre una pregunta mucho más inquietante: ¿cuáles son los límites del proceso democrático cuando la ciudadanía carece de la información necesaria, en parte por culpa de los gobiernos y en parte por la podredumbre de los medios de comunicación? Hay algo obsceno en que el inglés medio haya votado contra la UE porque aumentan las listas de espera en la sanidad pública cuando los líderes del Brexit representan formas extremas del neoliberalismo y la desregulación. Pero esta amalgama solo ha funcionado gracias a una prensa repugnante (The Sun, Daily Mail y semejantes) que ha hecho la tarea ideológica fundamental: sacar de foco al gran enemigo (el neoliberalismo) y sustituirlo por síntomas o trampantojos (Bruselas, los emigrantes, los chavs, los estilos de vida alternativos). Los gobiernos ingleses han preferido cortejar a esta prensa en vez de contrarrestarla, y ahora no pueden gobernar sin ella. Y por eso la izquierda inglesa no ha tenido capacidad ni para liderar un Brexit progresista, ni para luchar por una permanencia distinta: carece de plataformas culturales para ese rol formativo. Ahí nos lo jugamos todo, me parece: en la lucha por el sentido común.

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