Revista Coaching

El buenismo o cómo dejarnos engañar

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

EL BUENISMO O CÓMO DEJARNOS ENGAÑAR

El sustantivo BUENISMO, aunque no figura en el DRAE, no ha de entrecomillarse según la Fundéu dado que lo considera como bien construido y de uso ya popular. Su significado principal tiene una orientación socio-política que ahora se encuentra de plena actualidad y yo aquí no voy a tratar, pues prefiero relacionarlo con todo aquello que hoy está vinculado con una engañosa orientación del Coaching y el Desarrollo Personal.

Una de las mentiras más longevas en la historia de la humanidad es la que asegura que el ser bueno tiene un retorno siempre mayor que el esfuerzo que ello nos debe emplear. Es decir, que invertir en ser bueno es un gran negocio porque hay mucho que ganar. Desde las religiones milenarias hasta los actuales profetas de la tele-tienda de la felicidad, todos nos engañan con una supuesta transacción que nunca se da. Porque no hay ninguna relación entre ser bueno y por ello, de alguna forma u otra, cobrar. Pero claro, ser bueno tiene su dificultad y por tanto parece que, sin premio, pocos estarían dispuestos a adoptar una conducta tan esforzadamente altruista en estos tiempos de interesada individualidad. El palo y la zanahoria de siempre, por siempre nos los hacen durar.

Ser bueno o quizás mejor dicho, actuar favorablemente hacia los demás, es una postura ética y moral, un valor que como todos no se incorpora a partir de un análisis de rentabilidad. Se es bueno con independencia de lo que ello nos lleve a lograr. Los valores no pueden ser sujeto ni objeto a mercantilizar a diferencia de las actuaciones que si suelen buscar aquello que las viene a compensar ("¿Qué nos mueve a actuar?").

Sin embargo, quien todavía crea eso de que para recoger hay que sembrar yo le aconsejo un buen seguro agrario ante las consecuencias de cualquier sequía o tempestad.

Yo intento ser bueno aunque no me vean los demás. Ser bueno por defecto y en la intimidad. De esta manera defiendo la verdadera generosidad…

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro


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