No se si es el amor a mi ciudad, o Larsa, o el agua, o las vacas de Lugo, pero a mi los cafés en resto del mundo no me saben igual que en Ourense. Quizás sean manías mías, que las tengo para dar y regalar, pero lo he comprobado en un montón de sitios, y además, también tengo testigos que dicen sentir lo que yo siento.
Me da la fea sensación de que en el resto del universo hay un complot de hosteleros armados de cafés marca acme esperando a que una tenga ratito de sosiego y amor propio para recordarme de que ya no vivo en Ou, y que la plaza mayor me queda muy lejos, y que las galletitas que tienen en el almacén son de manzanas transgénicas.
No, el café de las islas, o el del resto del universo, no saben igual a los cafés que uno puede degustar en Ourense. Además, tampoco esas cafeterías huelen a Ourense. Y tampoco están a menos de 70 kilómetros de Portugal, donde el café viene de Brasil. Es como el pulpo. En el resto del universo van al Mercadona, o a las lonjas a comprar pulpitos que bien podrían seguir nadando por entre los océanos, viviendo en armonía mientras nadan a las costas de Galicia y se dejan capturar por mariñeiros de Boiro. Dejad en paz a los pulpos, por favor. Si no sois de Galicia, no hagáis pulpo a la gallega, ni digáis que os sale un pulpo a la gallega que te cagas, porque lo que os va salir es un kilo de chicles orbit remasticado, y todo el mundo va a creer que el pulpo a la gallega es así. El pulpo a la gallega, como el café, solo saben bien en Ourense, donde no hai mar pero se hace el mejor pulo a la gallega de la historia. Y café. También se hace el mejor café.
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