Revista América Latina

'El camino de Santiago', de Eduardo González Viaña

Publicado el 26 agosto 2017 por Apgrafic
'El camino de Santiago', de Eduardo González Viaña© Difusión

Eduardo González Viaña, me dije hace poco: ¿Qué has hecho de tu vida? Y me respondí: tres hijos, unos 50 libros, más recuerdos que fotografías en Salem, Oregón, donde resides, en Trujillo, Madrid y París, donde estudiaste, y un empecinado cariño por el Norte del Perú donde naciste el 13 de noviembre de 1941. Eres abogado, te has pasado la vida escribiendo cuentos, novelas y artículos, has hecho periodismo en remotos países del planeta y eres profesor universitario en los Estados Unidos. Si alguien desea conocer tus libros, puede fácilmente ubicarte en la Wikipedia. Acabas de publicar la novela El camino de Santiago (editorial Planeta), defiendes todo el tiempo las causas más honorables y parece que estás empeñado en hacer las mismas tonterías todo el resto de tu vida.

¿De qué trata tu libro?
De la inmigración ilegal a los Estados Unidos y de la guerra sucia del Perú. Dos hombres viajan en un jeep por el infernal desierto de Arizona. Son, Santiago, un joven de 18 años, y Telmo Colina, un militar retirado. No saben que los une un espantoso pasado. El muchacho es hijo de la maestra que fue asesinada en una comunidad de los andes peruanos. Telmo es quien condujo la masacre. Viajarán juntos durante 42 días.

¿Por qué este libro ahora?
Mi libro está repleto de cantantes, de viajeros, de ilegales, de gente esperanzada que avanza a lo largo de túneles y de algunos que han cruzado la frontera tantas veces que todavía la piel les huele a tierra y muerte. ¿Habrá mejores motivos para escribir una novela?

¿Cómo es tu proceso creativo?
Mi creación es fruto de un trabajo permanente y de sentir como mío lo que cuento. Me levanto a las cinco de la mañana y escribo. Salgo a correr a las siete y vuelvo para corregir lo que había escrito antes. Nunca he sido bohemio. Desde muy joven, he creído que la tarea del escritor consiste en escribir y no precisamente frecuentar bares y denigrar a quienes hayan ganado un premio importante.

¿Tu libro es pura ficción o está basado en hechos reales?
Nacer en el Perú le ofrece al escritor un privilegio terrible, el de vivir espantosas realidades que en cualquier otro país serían ficción. Tal es el tiempo de la guerra sucia en que se ambienta El camino de Santiago.

¿Con qué otros autores te sientes en sintonía?
Cormac McCarthy, Jim Harrison, William Faulkner, Alan Paton, mis amados libros de Rulfo y de García Márquez.

¿Te ha resultado fácil publicar este libro?
En Estados Unidos y en España, he tenido dos agentes literarias que de súbito se retiraron del mercado. No quería yo hacer personalmente la búsqueda de editoriales porque ya estaba escribiendo otra novela. La buena idea fue presentarme al concurso mundial de novela que cada año convoca Planeta, en España. El camino de Santiago quedó entre las tres que los jurados consideraron como las mejores entre centenares llegadas de todo el mundo.

¿Se puede vivir de la literatura en el Perú?
Creo que este trabajo es el más generoso de todos cuantos he visto realizar. Incluso el de bombero en el Perú. Los propios editores me parecen a veces nobles suicidas. El autor vive generalmente de otras ocupaciones o profesiones. En cuanto a lo que mí concierne, soy catedrático en los Estados Unidos. Para que algún día se pueda vivir de la literatura, hago campaña por la lectura. Hace unos años, me planté con un megáfono en el centro del puente internacional que une México con USA entre El Paso y Ciudad Juárez. Me acompañaban los estudiantes a quienes había dado una charla en la Universidad de El Paso. Lo hacía para animar a los viajeros a leer mi libro Los sueños de América que había sido publicado por Alfaguara. Además, he fundado o mantengo relación con decenas de clubs virtuales de lectores en Estados Unidos, España, Italia y el Perú, y los visito por Skype para presentar mis novelas y responder sus preguntas. ¿Por qué todo esto? Porque creo en lo que hago y porque he asumido la tarea de lograr que nuestra gente lea nuestra literatura.


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