Revista América Latina

El cáncer de Chávez y el debido respeto.

Publicado el 31 julio 2011 por Jmartoranoster
Mariadela Linares Como quiera que la libertad de expresión nos ampara a todos por igual, aprovecho la mía para protestar por un reportaje aparecido en la página 18 de este diario, a propósito del cumpleaños del Presidente el día 28, en el cual se copian mensajes recibidos vía Twiter y Facebook de personas que expresan sus deseos al mandatario.

Son 14 en total, de los cuales, podríamos decir que siete son abiertamente opositores y los demás algunos pro-chavistas y otros que no son “ni fu ni fa”. Pero el objeto de este artículo no es cuestionar cuán equilibrado es o no Últimas Noticias en su periodismo, sino el contenido de unos cuantos de esos mensajes. No habíamos leído nunca mayores ofensas a Chávez en un medio impreso. Debe ser porque no leo más periódicos.

Cito ejemplos concretos: una tal María Laura le desea “paz para su alma”. ¿Qué es eso? ¿QEPD? Otro de César Padrón dice que lo que más le gustaría a Chávez “es que lo entierren junto al Libertador”. María Elena pide “dos urnillas, una para él y otra para las mentiras”. No sé en qué estaba pensando el autor de la ocurrencia, ni si eso pasó por algún filtro que decidió que como los deseos estaban expresados en uno y otro sentido, pues el “equilibrio” estaba garantizado. Hugo Chávez es el Presidente de la República. Él y sus asuntos personales merecen respeto, estipulado expresamente en las leyes de ésta y de las anteriores repúblicas. Pido al defensor del lector, por esta vía que gentilmente el diario me ha cedido durante 9 años, detalle que agradezco aunque convencida de que contribuyo a mantener el fiel de la balanza, que se pronuncie.

Todo ser humano es susceptible de padecer una enfermedad como la que mantiene en vilo a la población venezolana. En cada familia hay al menos un caso. Pero uno no deja de horrizarse cuando lee a un colega con una esposa que fue operada de cáncer de seno, u otras muchas personas que han tenido una hermana, o un amigo, un padre o alguien aquejado del mismo mal, haciendo fiesta con este asunto. Hay hasta quien ha hablado de “justicia divina”, como si Dios tuviese algo que ver en esto. A los que piensan así los invito a preguntarse dónde estaba la providencia cuando el terremoto asoló a Japón o cuando una tormenta tumbó al avión en que viajaban 53 miembros del Orfeón Universitario, hecho que nos toca directamente. Jamás se me ha ocurrido pensar que el que está allá arriba se ensañó con semejante grupo de hermosas personas.

Pero esa es la desgracia que nos toca vivir como sociedad: ese odio patológico, criminal, desbocado. A pesar del poder que pudiese ostentar, no he escuchado de la boca del hoy Alcalde de Libertador, pedir la pena de muerte para quienes asesinaron a su padre y a otros miles de venezolanos hace 30 años o más. Los dolientes aún piden justicia y los torturadores andan sueltos.

La semana pasada escribimos sobre el ejemplo que dio Rafael Correa cuando decidió agarrar al toro por los cachos e introdujo una demanda contra quienes lo vilipendiaron. Aquí dejamos pasar el primer irrespeto y el agua se desparramó de tal manera que ya es casi imposible recogerla. Pero sí es tiempo de que cada quien, en su espacio, en su comunidad, entre sus vecinos, en el abasto, en la farmacia, manifieste su incomodidad o su molestia cuando escuche a los fanfarrones opositores, expresar de viva voz sus macabros sentimientos. Nos tocará a los otros echarles un parao, uno por uno.

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