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Cuando le dijeron que sería candidato del partido a la Presidencia de la República, se lo tomó con calma; cada respuesta era hecha a la medida para la ocasión, y colmada de una dignidad de príncipe que se siente honrado de manera inmerecida. Los que le llevaron la buena nueva se asombraron de la actitud desapegada y la confundieron con una humildad inexistente; con esa creencia en la cabeza, creyeron estar ante un gran estadista, sin ambición por el poder y una enorme necesidad de servir al país. El grupo de importantes hombres habían llegado sin anunciarse; el los esperaba ansioso, mordiéndose las uñas al borde del colapso. Pero cuando los recibió, asumió el papel tantas veces ensayado, el de un hombre tranquilo, dispuesto a acatar sin objetar, las decisiones del partido y dispuesto a sacrificar sus aspiraciones, por el bien común.—¡Señor!, queremos informarle que el partido ha tenido a bien, nombrarlo candidato a la presidencia de la República. Tras larga deliberación, han decidido que usted es el hombre que ha de representarnos en las elecciones. Cuenta en su haber con todos los méritos que destacan a un buen político, pero sobre todo a un gran hombre.Somos los portavoces de la buena nueva, hemos sido nombrados como la comisión encargada de informárselo, debe usted estar al tanto de lo ocurrido, pero principalmente prepararse para los grandes acontecimientos que se avecinan. El rubor encendió su rostro, antes demacrado por la angustia; la energía recorría su cuerpo una y otra vez, y se sintió invencible, muy superior a los hombres que tenía enfrente y que ya le brindaban sus respetos. En poco tiempo sería el hombre más poderoso del país, muchos tendrían que humillarse, agachar la cabeza y besarle la mano para ganarse sus favores.Él, los miró con los ojos húmedos y agradecidos, pero por dentro el orgullo hacía hervir su sangre; pero él sabía, que si había llegado hasta donde estaba, era porque sabía muy bien esconder sus emociones y sus verdaderos sentimientos; se sabía un actor consumado, despreciaba profundamente a la chusma, a la maldita plebe, pero ante las cámaras, podía, hacer un lado el asco y besar la mejilla sucia de un chaval.Les dijo que estaba agradecido de la enorme responsabilidad con que lo habían honrado; que en el partido, hombres de gran carisma y méritos, tenían mayores merecimientos que él, y, que en el momento que lo consideraran oportuno, él estaba dispuesto a pasar la estafeta al hombre que el partido decidiera, si él no podía, ni sabía cumplir su encomienda.También de manera encarecida, encargó brindarán sus respetos al presidente del partido, pero sobre todo al presidente de la República, por haberlo considerado, como el hombre que podía dirigir las riendas del país.Cuando se marcharon su ego iba en ascenso, como un gran globo que se infla sin parar.¡Por fin!, dijo, mirándose al espejo; me han dado lo que merezco, gobernaré con la mano dura de un padre, que corrige al hijo descarriado. Por fin sabrán lo que es el verdadero orden, yo estaré dispuesto a sacrificar a la patria, si es necesario, por fin sabrán lo que es tener un verdadero gobierno; no como el del infeliz blandengue que ahora gobierna.
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