Revista Cultura y Ocio

El carné de las masacres

Publicado el 20 agosto 2017 por Icastico

Nueva York. Entre los restos calcinados (casi desintegrados) de las Torres Gemelas tras el fatídico 11-S aparece el pasaporte intacto de uno de los pilotos suicidas. Versión más compleja de aquello de una aguja en el pajar. Algo milagroso. Ese mismo día, las únicas cosas que se pudieron rescatar de entre los restos pulverizados del vuelo 93 de la United Airlines estrellado en Pensilvania –otro de los cuatro aviones secuestrados para matar– fueron las cajas negras, varios pasaportes impolutos y un típico pañuelo rojo islámico. En la masacre del 11-M de Madrid, perpetrada en los trenes de cercanías, los terroristas dejaron una mochila sin estallar con una tarjeta SIM plagada de datos y un coche infestado de huellas dactilares. En el atentado a Charlie Hebdo (París), dos asesinos, hermanos, ‘olvidan’ sus carnés de identidad en el coche robado utilizado para huir. En la matanza de la sala Bataclan (nuevamente París) uno de los suicidas llevaba consigo un pasaporte sirio falso que permitió seguir su ruta de escapada. En Berlín, el yihadista que arrasó un mercadillo navideño con un camión robado dejó su documentación en la guantera. En Manchester (Reino Unido) el suicida que explosionó su mochila en el Manchester Arena llevaba en el pantalón un documento de identificación que permitió conocer su nombre. En el reciente ataque terrorista de Barcelona, en la furgoneta que embiste a la multitud aparece el pasaporte de uno de los miembros de la célula yihadista. Y otros casos similares que seguro siguen este patrón pero no me he parado a buscar.

Los terroristas (suicidas o no) suelen ser meticulosos. O por tal los tengo. Incluso la planificación debe ser más exquisita si no mueren en el intento. Una vez vista la relación anterior se podría pensar que el check list del atentado incluye una casilla que pone “no olvidar llevar el DNI encima y dejarlo en el escenario del crimen”, de lo contrario no entiendo cómo pueden quedar pasaportes, DNI’s, carnés de conducir y cualquier otro documento que identifiquen la autoría y faciliten la tarea policial debido a las fotos y todo tipo de datos personales. Al rato del atentado saben nombre, vida y milagros desde la fecha de nacimiento: familiares, amigos, ligues, manías, gustos personales, orientación sexual y marca de calzoncillo. Hay algo que chirría en esta pauta de comportamiento. Sobre todo cuando parece que hablamos de gente joven desencantada, reciclada al yihadismo de forma urgente y cuya religión anterior era la el colocón. Hasta homosexuales arrepentidos en la nómina, todo vale a la causa (ideólogos) para fabricar bombas ambulantes, aunque en sus países los hubiesen linchado por tal “acto abominable y delito”.

Muchos de estos conversos han sido capaces de hacerse con armas, secuestrar camiones, matar a sus propietarios y dirigirse implacables hacia los fatales objetivos mientras estaban bajo vigilancia y pinchazo telefónico. Se me ocurre pensar, a lo bruto, que son utilizados como “camellos” yihadistas que en lugar de pasar drogas distribuyen terrorismo. Los tienen para llegar a la madre del cordero, a la parturienta de tanto horror, solo que es mucha madre y no hay ganas, voluntad o medios de acabar con ella. Por el medio nos comemos los daños colaterales.

A un suicida autobomba podría darle igual que encuentren o no su carné tras la inmolación efectiva (aunque ya hemos visto que un carné es indestructible). Lo lógico sería pensar que, por el bien de la causa, es un error llevar un documento encima ya que gracias a él acabarán desmadejando la célula y con ello la posibilidad de cometer más actos, o sea, optimizar el terror. Si la opción de matar escogida es la de la furgoneta o camión no tiene sentido dejar carné alguno en la guantera pues una vez acabada la avenida de la muerte deben bajar del vehículo y echar a correr al tiempo que disparan a todo humano viviente para completar el trabajo. Por experiencia saben que muy pocos escapan al acoso policial, volvemos al punto de partida: llevar carné igual a ERROR.

Con el terrorismo pasa como con los incendios. Pillar al asesino o pirómano es el final de la película, medalla para el político de turno, ahí se encuentran los réditos. Beneficio que se pierde si pregunta a quién o quienes favorecen los atentados y los incendios y cómo combatir causas y origen. Es como el dilema cirujía vs medicina preventiva. Mejor extirpar que prevenir. Mejor controlar que erradicar. Mejor callar.

Quizás ser un ‘sin papeles’ o un ‘sin lugar’ marca tanto que el pasaporte se convierte en algo más importante que la propia vida, hay que llevarlo siempre encima, en cualquier sitio. Mejor morir que volver a empezar.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista