Revista Cultura y Ocio

El Castillo de Alburquerque, Badajoz

Por Nosoloviajeros @nosoloviajeros

Castillo de Alburquerque, Badajoz

Corona un cerro en la sierra de San Pedro, provincia de Badajoz, y su emplazamiento le lleva a garantizar esa posición dominante que debían de tener los castillos en otro tiempo. Es el llamado Castillo de Luna, ubicado como un vigía y protector en la pequeña población deAlburquerque, la principal de la llamada comarca de los Baldíos y casi lindante con territorio portugués. Probablemente a los vecinos de la localidad aún siga evocándoles seguridad: si algo malo ocurriese, el lugar más seguro en kilómetros no es otro que un castillo que aún se mantiene firme e inexpugnable sobre un cerro.

El Castillo de Alburquerque nos queda hoy como una ruina que sólo es inexpugnable para quienes no puedan subir la colina que corona, pero su visión rememora irremediablemente a aquellos tiempos en que los castillos no eran monumentos turísticos sino fortalezas defensivas.

La construcción:

Fernando II de León recuperó la zona para la cristiandad en 1166, aunque su control definitivo no llegó hasta 1217, cuando la Orden de Santiago metió mano. Reconquistada Badajoz, la Corona encargó la construcción de una fortaleza que asegurase el noroeste de Badajoz, y la obra —lenta y laboriosa— pasó por varias fases y por varias manos, hasta que en el siglo XV se le encomienda la fortaleza a don Álvaro de Luna, Maestre de la Orden de Santiago y Condestable de Castilla, que acomete entre 1445 y 1453 una amplia reforma con la idea tanto de convertir al castillo en una residencia palacial como de afianzar su carácter defensivo. La Torre Homenaje, que corona la edificación, es construida durante estos años. Está formada por cinco pisos y su parte superior se encuentra totalmente almenada. El acceso a la misma, además, sólo podía realizarse a través de un puente levadizo, que daba a la torre una capacidad defensiva total.

La forma definitiva del castillo se la dio don Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, quien entre 1465 y 1472 termina por construir las dependencias palaciegas y remata algunos recursos defensivos, destacando una curiosa torre pentagonal cuya cima rematan una sucesión de almenas puntiagudas coronadas con bolas. El muro exterior, asimismo, es terminado en esta época: son tres niveles de muralla en donde se suceden una serie de pequeñas torrecillas y varias puertas.

Una ruina de la Reconquista:

Para cuando el Castillo de Alburquerque tuvo al fin su forma definitiva, la guerra contra los moros estaba ya muy lejos de las tierras de Extremadura. Ello hace que prácticamente el castillo fuese un fantasma de la Reconquista nada más nacer. Este problema no es único en este caso, y podemos encontrárnoslo en numerosísimas construcciones medievales castellanas: la conquista al moro era, en la mayoría de los casos, más rápida que las construcciones defensivas que se encargaban, y cuando éstas terminaban, el límite ya no lo marcaba este territorio, sino aquel de más al sur.

Pero no debemos de olvidar que aunque la frontera cristiana avanzase rápidamente hacia el sur, Alburquerque se sitúa a pocos kilómetros de Portugal, un Estado que, siendo Reino, no fue aliado español en casi ningún momento. Ello hizo que el castillo nunca se desembarazase de su carácter defensivo, y su sistema amurallado, sus torres y puertas y la gran Torre Homenaje nunca perdieron su vigencia.

En su interior se esconde, como un tesoro, una pequeña capilla del siglo XIII donde se advoca a Santa María del Castillo. El Castillo de Alburquerque fue declarado Monumento Nacional en 1924, y hoy es probablemente el castillo mejor conservado de Extremadura.


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