Revista Opinión

El celo patrimonial de Javier Arenas

Publicado el 30 agosto 2010 por Jackdaniels

Los chicos de Javier Arenas andan a la trifulca con el Palacio de San Telmo de Sevilla. Ellos, adalides como nadie de la austeridad en el empleo del dinero público, vociferan por salones y pasillos que el Presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, es un señorito con “gustos de nuevo rico”, al que ya le llaman “Marqués de Griñán”, por el alto coste que está alcanzado la restauración de la actual sede de la Presidencia de la Junta proyectada por el arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra.

El denodado interés de los populares por esta joya barroca sevillana, construida en terrenos extramuros propiedad del Tribunal de la Inquisición y que el cardenal Marcelo Spínola, convirtió en seminario allá por 1901, es más que encomiable.

Sobre todo porque el boato y la pompa que tanto denuncian son los mismos que cuando por sus portones inmemoriales aterrizaban al mundo cada año las nuevas legiones de sacerdotes recién manufacturados.

Tal vez para los chicos del PP lo ideal hubiese sido restaurar el palacio a base de formica y escay, o mejor que sucumbiera en la ignominia y el olvido, dejándolo pudrirse a su gusto, a pesar de tratarse de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. La caída de la galería de sevillanos ilustres esculpidos por Antonio Susillo en 1895 a la calle Palos de la Frontera hubiese sido un espectáculo digno de ver, sin duda.

De pompas y ornatos están repletas infinidad de iglesias de la ciudad que también son restauradas con cargo a las arcas públicas sin que hasta ahora se haya escuchado a los cuatro vientos la cólera de los populares. Tal vez ahí radique su mayor pecado: el no estar destinado a usos religiosos, sino civiles. Y, sobre todo, que el edificio representa la Presidencia de la Junta, cargo elegido democráticamente entre todos los andaluces, a pesar de que Griñán ya ha manifestado por activa y por pasiva que no piensa residir en él.

Ya puestos en plan austeridad extrema en lo referente a la conservación del patrimonio de todos sólo resta animar a los populares en su loable pretensión y hacerles la pregunta del millón. ¿Para cuándo el mismo celo con el que está a disposición de la Casa Real, señor Arenas?


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