Revista Cultura y Ocio

El cielo empieza donde acaban las palabras

Por Calvodemora
El cielo empieza donde acaban las palabras.
En cuanto el corazón no sabe qué decir,
en esa oscuridad sin inventario, los sacerdotes
pronuncian los salmos, elevan las plegarias,
cuentan la historia del mundo, la cuentan otra vez,
se esmeran en la narración de los milagros
y fundan el paraíso y allí hacen que mueran
todas las grandes palabras y también las pequeñas,
las de las promesas y las de la esperanza.
No hay quien, escuchando, no sienta un temblor
y se pregunte si no será verdad esa trama de prodigios,
si desoír al augur no les malogrará la eternidad,
que es un país invisible, un espectáculo pirotécnico,
un parque temático en donde al alma la colman de afectos
y para el que los cuerpos son lastres, peso inútil,
la cobertura con la que realizábamos el viaje.
Considerando que el mayor de los milagros es también
el más fantástico de los cuentos, el cielo ha ido ganando
en adeptos, en confiados, en inocentes.
Porque el corazón nace inocente y no hay dolor,
por intenso o por grave que sea, que lo corrompa del todo.
Siempre está ahí, mirando al cielo, a la espera
de que ocurra el milagro y lo salve del fuego.
Los ángeles custodian el trayecto entre la luz y la ceniza.
Los hay en abundancia y no se precisa creer en ellos
para que escolten al viajero y lo conduzcan a su quimera.
Si amas una quimera no habrá quien te haga imposible
el cielo, el paraíso, la llave sublime del alma en su vuelo,
pero es fácil no poseer quimera alguna, no caer en el cuento
antiguo de los milagros y de las plegarias.
No habrá nadie que sepa a qué inclinarse.
Si al dios que nos hace sentirnos firmes en el camino
o al dios que nos invita al desvarío y a la ceguera.
El cielo empieza donde acaban las palabras.
A veces es obsceno pensar en estos asuntos tan altos.
No se está nunca preparado para acometerlos con confianza.
Se deja uno intimidar por todas esas catedrales de la palabra.
Al final todo es territorio del olvido. Nada queda al margen.
El poema solo es un asedio, una especie de asalto torpe,
un desencuadre de la instantánea, un roto en el falso del cuerpo.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog