Revista Cine

El cine que no vimos/XXX

Publicado el 27 agosto 2010 por Diezmartinez
El cine que no vimos/XXX
Yo llegué al cine de Hayao Miyazaki tarde, a partir del estreno nacional, hace casi una década, de El Viaje de Chihiro (2001). Impresionado por la trama y la ejecución de esa cinta y venciendo mi desconocimiento casi por completo del anime nipón, me di a la tarea de revisar la obra completa de Miyazaki, el mal llamado "Disney" japonés. De todo esto escribí hace ya varios años en algún lado. Sin embargo, si bien he hecho mi tarea y he visto ya toda la obra fílmica de Miyazaki, también es cierto que no toda la he reseñado. Así que, amparado en esta serie interminable de "el cine que no vimos" -comercialmente hablando, por supuesto-, voy a tratar de ir llenando esos huecos en mi lista de reseñas. Y qué mejor que iniciar esta re-visión de Miyazaki con Mi Vecino Totoro (Tonari no totoro, Japón, 1988), filme recientemente homenajeado por Pixar, pues hay que recordar que hay el cameo de un "totoro" en la reciente obra maestra Toy Story 3 (Unkrich, 2010).
Nunca estrenada comercialmente en México -la primera cinta de Miyazaki que llegó a las salas de cine de este país fue, insisto, El Viaje de Chihiro-, el cuarto largometraje animado del cineasta japonés, Mi Vecino Totoro, es, sin embargo, la primera de las películas con las que Miyazaki empezó a ser reconocido internacionalmente. No sé si se trata de su mejor cinta -yo me quedaría con Nausicaa (1984) o con Princesa Mononoke (1997)- pero sí creo que es su más encantadora y su más infantil, en el mejor sentido del término.
Roger Ebert ha señalado con perspicacia las notables diferencias de Mi Vecino Totoro (pronunciése "Tótoro") con el cine animado hollywoodense tradicional, diferencias que provocaron, por cierto, que un sector de la crítica gringa señalara, en su momento, a la primera obra mayor de Miyazaki como una película "sin chiste" y hasta "sacarinosa". Esta reacción ante el filme es fácilmente explicable, pues Mi Vecino Totoro no cumple con las convenciones del cine animado occidental infantil: aunque tenemos dos pequeñas heroínas, no hay un solo villano que derrotar; aunque abundan los espíritus en el bosque en el que está ambientada la historia, ninguno de ellos es amenazante -por más que Gatobús tenga una sonrisa que a mí me parece sinestrona, la verdad sea dicha.
Las dificultades que enfrentran las dos niñas protagonistas, Satsuki y Mei (Noriko Hidaka y Chika Sakamoto, respectivamente), son enteramente naturales: su forzada soledad debido a que su papá profesor trabaja en la ciudad y su mamá, enferma de tuberculosis, permanece hospitalizada; las fuerzas de la naturaleza (el viento, la lluvia) que las rodea; la posibilidad de la muerte de la mamá, de quien no saben sino a través de breves cartas o de su benévolo papá arqueólogo... En ese mundo idílico infantil -estamos en el Japón rural de los años 50- Satsuki y Mei entrarán en contacto con los espíritus del bosque cercano, especialmente con el Totoro del título, una especie de oso-gato enorme pero nunca peligroso, nunca amenazante. Es obvio que Totoro -y los "totoritos" que lo acompañan, además del ya mencionado Gatobús- sólo puede ser visto por las mocosas, aunque los adultos que las rodean aceptan su existencia y hasta una anciana vecina tiene recuerdos infantiles de esas criaturas.
Si Mi Vecino Totoro tiene un pecado, éste es que se niega a confrontación alguna: no entre los personajes humanos, no entre los espíritus y las niñas... Pero, ¿es esto un pecado? Por supuesto que no: el tema de esta cinta de Miyazaki es mostrar -para que lo compartamos y para que lo recordemos- ese inagotable asombro infantil de Satsuki y Mei por el mundo que las rodea. No se trata de una visión ñoña de la realidad, sino una genuinamente infantil, en el mejor sentido de un adjetivo que muchas veces se usa de manera despectiva. Y, en todo caso, el cine de Miyazaki se haría, sí, un poco más complejo, con más confrontaciones entre personajes y formas de vida. Pero ese es el territorio de Princesa Mononoke.

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