Revista Cultura y Ocio

El club de los emperadores, triunfo social frente a triunfo moral

Publicado el 15 enero 2014 por Albilores @Otracorriente

club de los emperaadores

En esta entrada queremos hablar sobre El club de los emperadores (The emperors’ club) una jugosa cinta del año 2002 que trata sobre el mundo de la educación y que fue dirigida por Michael Hoffman e interpretada por Kevin Kline, Emile Hirsch, Embeth Davidtz, Rob Morrow, Edward Herrmann y Harris Yulin, entre otros.

El club de los emperadores, con guion de Neil Tolkin, nos presenta a William Hundert, un profesor liberal de un exclusivo colegio de Estados Unidos y a Sedgewick Bell un adinerado adolescente caprichoso y gamberro que vive a la sombra de su poderoso padre. A pesar de la rebeldía del joven, el profesor decide inculcarle los valores que defiende la escuela a través de una curiosa manera de enseñar la historia. Finalmente, después de muchas trastadas por parte de Sedgewick y de mucha paciencia por parte del profesor Hundert, nace entre ellos una fuerte amistad. Sin embargo, cuando todo invitaba a pensar que el joven había aprendido los valores de honradez y ética que le había inculcado el profesor Hundert, éste descubre que, en un concurso sobre historia del Imperio Romano llamado Julio César, el joven Bell está haciendo trampas, lo que sume al profesor en una profunda decepción y sensación de fracaso para con el muchacho. Pese a ello Bell no gana el concurso porque Hundert le hace una pregunta cuya respuesta se encontraba escrita en la puerta del aula en la que impartía las clases a diario y que sabía que el chico nunca se había parado a leer.

20 años después ambos se reencontrarán, cuando el joven es un poderoso hombre de negocios. El motivo es que Sedgewich Bell pretende reeditar el concurso de historia Julio César para, según él, limpiar su imagen ante el profesor -a pesar de que Hundert nunca lo delató-. En un principio, el profesor Hundert pensó que quizá todo el esfuerzo que había desempeñado con el muchacho no había sido en vano, ya que Bell se muestra como una persona educada y sensata, pero en la reedición del concurso, descubre que nuevamente está haciendo trampas. La decepción y el enfado es total. Para asegurarse de que el chico es un caso perdido hace que pierda nuevamente el concurso realizando exactamente la misma pregunta que la primera vez. Bell es otra vez incapaz de responder.

Además de aplaudir la interpretación de Kevin Kline en el papel de William Hundert, El club de los emperadores tiene varios momentos muy significativos. Quizá uno de los mejores sea cuando William le dice a Sedgewick Bell que, como dijo Aristófanes: “La juventud envejece, la inmadurez se supera, la ignorancia puede ser educada y la borrachera se pasa; pero la estupidez es para siempre”. Una cita con mucho jugo, y además de esas que no caducan (obsérvese que su autor vivió entre el 444 a. C. y el 385 a. C.). Sigue habiendo alumnos a los que no les vendría mal meditar sobre ella, incluso también a algunos profesores.

Otro gran momento de El club de los emperadores es cuando Hundert discute con el senador de Virginia sobre su hijo, y le dice que quiere “moldear su carácter”, a lo que el padre, despreocupado totalmente por la formación de su hijo, le contesta que se encargue “de enseñarle fechas y batallas, que ya moldeará él el carácter de su hijo”. Y de un carácter que no es trabajado por nadie, como ocurre en la cinta, se obtienen los resultados que se obtienen. Otra cita de esas que hacen reflexionar es cuando Hundert afirma: “El carácter de un hombre es su destino”. 

El club de los emperadores es una de esas películas que te mantienen atento en cada instante ya que cada minuto es una enseñanza nueva y un estímulo para la reflexión acerca de la finalidad de la vida, el triunfo moral o el triunfo social. Ambos deberían llegar juntos, pero cada día asistimos a ejemplos de que cada vez más están situados en un antagonismo irreconciliable. El resultado es que, al igual que Sedgewich Bell, muchas de las personas notorias de la sociedad en la que vivimos carecen de la más mínima catadura moral y ética, si no, echad un vistazo a políticos, banqueros, empresarios, etc.


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