Revista Historia

El Coloso de Nerón, una molestia para Mussolini

Por Ireneu @ireneuc

El Coloso de Nerón, una molestia para Mussolini

El Coliseo de Roma

El Coliseo de Roma es uno de los monumentos del Imperio Romano más conocidos por todo el mundo. Su imponente estampa que, a pesar de los siglos, es capaz aún hoy día de dejarnos boquiabiertos cuando paseamos por la Ciudad Eterna, fue una de las mayores construcciones de arquitectura civil que dejaron los romanos. No obstante este conocimiento generalizado del monumento, posiblemente no sepa que el nombre de "Coliseo" le viene dado de, además de por sus medidas colosales, por la existencia de una gigantesca estatua de bronce de más de 30 metros en su cercanía. La estatua fue destruida con la caída de Roma en el siglo V, pero su pedestal, de proporciones igualmente colosales, permaneció en su sitio hasta 1936, en que Mussolini lo hizo destruir simplemente porque le molestaba.

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Nerón

Hay quien a la entrada de su casa pone una fuente; hay quien en la entrada del aeropuerto del abuelo pone una infumable estatua pagada con dinero público y, en el caso de Nerón, a la entrada de su chalecito -la Domus Aurea- no se le ocurrió otra cosa que ponerse una estatua de bronce de más de 30 metros. Así era el locuelo emperador romano.
Esta espectacular escultura construida posiblemente durante los últimos años del mandato de Nerón (entre el 64 y 68 d.C), ocupaba la fachada de acceso a su villa, la cual encaraba a un lago que el mismo Nerón había construido y ajardinado para solaz de su -humilde- persona. Y aquí permaneció cuando, pocos años después, el lago fue desecado y rellenado para dar cabida al que había de ser el más grande anfiteatro romano de todos los tiempos, el Coliseo, el cual tomó el nombre por la presencia de la impresionante estatua.

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El Coliseo con el Coloso de Nerón

El Coloso de Nerón, dedicado posteriormente al dios Helios, sufrió diversas vicisitudes (se le cambió la cabeza diversas veces según el emperador que mandaba) hasta que Adriano, hacia el 128 d.C., decidió cambiar su ubicación hacia un lugar, igualmente cercano, pero que le permitiera levantar en su lugar original un templo dedicado a Venus. Este traslado, al mejor estilo "Megaconstrucciones", fue encargada al arquitecto Decriano, el cual tuvo que utilizar la fuerza de 24 elefantes para moverla, quedando en esta posición hasta nuestros días. 

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El pedestal a la izquierda (S.XIX)

Sin embargo, los buenos tiempos de Roma pasaron, y a partir del saqueo de la ciudad por los visigodos en el 410 d.C. se le pierde la pista, por lo que se cree que fue destruida, siendo el bronce que lo formaba fundido para darle una nueva utilización (el reciclaje de metales no es exclusivo de nuestra época). No obstante, el pedestal, en tanto que estaba construido por ladrillo y cubierto de mármol, era menos atractivo para el reciclaje y permaneció en su sitio durante siglos, hasta bien entrado el siglo XX.

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Benito Mussolini

Cuando en 1924, Benito Mussolini accedió al poder en Italia, el fascismo italiano, encandilado por el pasado de grandeza del Imperio Romano tomó toda la iconografía romana como propia, iniciando una escalada militarista con el objetivo de fundar un nuevo imperio. Mussolini, cegado a su vez por el ascenso del nazismo en Alemania, se obsesionó en ser un nuevo césar y emprendió toda una serie de acciones militares (Albania, Libia, Etiopía...) de cara a aumentar el territorio bajo su influencia. 
En esta situación, los victoriosos ejércitos italianos necesitaban un espacio donde desfilar orgullosos ante la masa enfervorecida. El único inconveniente era que el trazado sinuoso y estrecho de Roma, no era muy proclive a semejantes paradas militares que tanto gustaban al ególatra Mussolini. Sin problemas.

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Parada militar fascista

En 1932, Mussolini decidió hacer una vía de 25 metros de ancho y casi un kilómetro de largo que, de forma simbólica, uniese el antiguo Imperio Romano (representado en el Coliseo) con el nuevo imperio italiano, representado por la Piazza Venezia, lugar donde estaba ubicada la sede del partido fascista italiano. De esta forma, Mussolini obtenía un inmejorable escenario donde desfilasen sus (casi) siempre victoriosas tropas. 

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Daños infligidos por la vía

El sutil detalle de que, con esta construcción, se destruyese un montón de palacios medievales e iglesias y pasar a caballo por encima de los restos de los foros de Trajano, Augusto, Cesar y Nerva -los cuales dejó partidos en dos- no fue gran inconveniente. Todo valía con tal de rememorar la grandeza de la antigua Roma... incluso cargarse la memoria del mismísimo Imperio Romano.

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Proceso de destrucción

Los restos del pedestal del Coloso de Nerón, no corrieron mejor suerte, y en tanto en cuanto que se encontraban en medio del trazado de la nueva avenida -la cual, para más recochineo, se llamó Vía del Imperio Romano-, fueron conveniente e inmisericordemente desmantelados. Ello permitió que el día 9 de abril de 1932, Benito Mussolini, el Duce, montado a caballo, cortara la cinta de inauguración y liderase toda una parada militar al frente de una representación de veteranos de la Primera Guerra Mundial

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Vía de los Foros Imperiales

Los expertos se estiraron de los pelos por el atentado brutal al patrimonio histórico, pero de poco sirvieron sus quejas en plena dictadura. No fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial que resurgieron las voces a favor de la desmantelación de la vía, renombrada Vía de los Foros Imperiales, pero se había convertido en una de las calles más transitadas y fotogénicas de Roma y los distintos gobiernos municipales no hicieron mucho caso a los expertos.

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Mussolini de desfile

Sea como sea, a excepción de la localización de algunos de los pocos restos de los cimientos del pedestal, todo el resto de material fue dado por perdido. La memoria material, real, del Imperio Romano, cayó en beneficio de las ideas imperiales megalómanas de un loco, perdiendo para siempre las últimas pruebas físicas del Coloso de Nerón y demostrando el poco valor que se da al patrimonio histórico de la Humanidad más allá de su mera utilización política.

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Representación del Coloso de Nerón (s. XIX)


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