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El Comecocos de los kilos de más

Publicado el 20 junio 2016 por Braisly @BraisLY

Comecocos kilogramos

“NUESTRA HISTORIA: suya, tuya y mía.”

Estás en la consulta de tu médico de cabecera, ya que ayer llegaron los resultados de tu última analítica. Como siempre que vas, temes que algo no esté en tu sitio, pero cuando notas la aprobación de tu médico mientras hojea el informe, el alivio se hace dueño de ti y sientes tranquilidad.

  • Bueno en aspectos generales, está todo bien. — Se quita las gafas y te mira fijamente a los ojos. — Tus niveles están dentro de los intervalos establecidos, y no tienes porqué tomar suplementos para mejorar nada.

  • Bien, bueno si eso son los aspectos generales, ¿algo que decir de los específicos?

  • Mira, sabes que te hablo con toda la confianza que me brindan tantos años siendo tu médico de cabecera. — En ese momento te esperas cualquier cosa, aunque ya sabes qué aspecto te va a decir que mejores. — Aunque todo esté bien, creo que deberías cuidarte un poco más en relación al peso. — Lo sabías, sabías que sería eso lo que destacaría. — De verdad no quiero que te sientas ofendida, sólo es una recomendación para que mejores tu calidad de vida aún más.

  • Ya. Sé que debo poner remedio, y sé que me sobran unos kilos.

La conversación termina entre tu médico queriendo disculparse por el “atrevimiento” y tú deseando acabar pronto para salir como alma que lleva el diablo de la consulta.

De camino a casa no paras de pensar en ello, mientras pasas por delante de decenas de escaparates de tiendas de ropa divinas a las que no puedes acceder por tu talla. Y entonces sientes una mezcla de tristeza e impotencia.

Llegas a casa, y empiezas a arreglarte porque esta tarde has quedado con tus amigas para tomar algo. Sales de la ducha, y al pasar delante del espejo te detienes. La imagen que inunda tus pupilas es demasiado cotidiana, pero a ti te infunde seguridad. El pelo aún te gotea mientras te cae sobre los hombros, y llevas una toalla grande a modo de vestido improvisado. Te revisas en el espejo de todas las formas y maneras, y por más que miras, te gusta lo que ves. Te gustas a ti misma aunque no tengas un cuerpo diez, aunque no puedas ponerte esa ropa que antes has visto en los escaparates. ¿Te sobran unos kilos? Claro, unos cuantos, casi que bastantes; pero estás sana, al menos según ese conjunto de folios que has ido a recoger esta mañana.

Te paras entonces a pensar un poco en el tema de la salud, ¿realmente estás tan sana? Te gustaría pensar que sí, pero cuando subes las tres plantas hasta tu casa y te falta el aire, o cuando llegas exhausta de hacer la compra, o cuando en verano evitas cualquier actividad física porque no puedes ni con tu alma, en esos casos ¿estás tan sana como dicen los análisis? Estás sana sí, pero podrías estar mil veces mejor.

En ese momento tu dilema personal se debate entre todo ese caos. Te gustas y te quieres a ti misma, y eso es maravilloso e importante. Muchas veces te cansas de tanta imposición social y de tanto culto al canon de belleza basado en la delgadez, y por eso decides continuar igual porque eres especial como eres, y quien te quiera, deberá aceptarte así. De hecho, tu familia, tu pareja, tus amigas, y en definitiva tu círculo cercano te adoran y te valoran por cómo eres, entonces piensas que si el resto del mundo está descontento contigo, ese no es tu problema. Con y sin kilos de más eres única, y debes quererte por encima de todo.

Este tipo de ideología últimamente lo ves reflejado en multitud de páginas web, libros, e incluso en personajes mediáticos; es un tema que en los últimos tiempos está candente, y es una maravilla el hecho que lo esté, porque es importante ante todo, educar a la sociedad con unos valores de aceptación e integración básicos. Y para ti misma supone una ayuda tremenda que alguien otorgue rigor al hecho de que tú con unos kilos de más puedas quererte más que a nadie en el mundo.

Tras toda esta retahíla mental, continúas con tu ritual de belleza que tanto te gusta y relaja a la vez. Hora y media después, cuando ya estás casi a punto, te vas hasta el armario en busca de tu prenda estrella del verano: tu vestido gris, que gracias a que es un poco suelto, y largo hasta los tobillos, te hace ver aún más estupenda. Tapa bastante bien esas curvas que no quieres que se vayan marcando, y tus piernas rellenitas; además el color te favorece y te hace parecer más esbelta. En definitiva, te hace sentir como una princesa que antes de salir de casa, vuelve a mirarse al espejo para decirse a sí misma lo guapa que vas.

Tus amigas y tú habéis quedado en una cafetería de estilo retro que acaban de abrir en el centro. Llegas de las primeras, y empiezan a llover abrazos y besos después de algún tiempo sin ver a tus amigas. Hace varios meses que no os veis y casi todas destacan lo guapa que estás y lo guapa que te has puesto para la ocasión. En ese momento te sientes muy dichosa y reafirmas todo a lo que habías estado dándole vueltas antes de salir de casa.

Pasáis la tarde hablando de mil cosas, y haciendo miles de fotos que después de seguro acabarán en Facebook, pero lo importante es que la tarde tan inolvidable que estáis pasando no se paga con nada.

Cuando estás en casa, ya metida en la cama y preparada para dormir, decides repasar las fotos que habéis hecho, y entonces te das cuenta de algo en lo que no habías reparado durante la tarde con la emoción del reencuentro y los halagos de tus amigas. Te das cuenta que tus amigas, que en general no tienen eso que tú llamas “kilillos de más”, apenas van arregladas. Eres tú quién destaca porque vas demasiado arreglada para un simple café de media tarde. Ellas llevan una ropa de lo más normal y rutinaria, unos vaqueros y una camiseta cualquiera sin ir más lejos. Son preciosas, y con cualquier prenda siguen estando estupendas, pero piensas en ti misma con el estilo de ropa que llevan ellas, y directamente visualizas un tremendo error. Tú no puedes ponerte cualquier cosa para verte bien, necesitas una ropa que sepa adaptarse a tu cuerpo. No porque no puedas llevarla, sino porque no te sentirás cómoda; por eso te decides por ese vestido ancho que te hace ir más segura.

Y nuevamente te encuentras en el mismo berenjenal en el que llevas todo el día, ¿realmente te gusta y aceptas tu cuerpo? Sí, pero…

Reflexionamos, y nos empujamos mutuamente.

¿Pero? Creo que es una buena ocasión para añadir una frase de la famosa serie de moda Juego de Tronos, pues en uno de los capítulos, un personaje dice: Nada de lo que se diga antes de la palabra pero, cuenta realmente.

Si existe un “pero” es porque hay algo que se puede hacer por cambiar, y eso es algo que sólo está en tus manos.

Autoanalízate con esta pregunta: si me dieran a elegir determinados aspectos de mi vida, ¿elegiría este cuerpo y este nivel de salud?

Piensa y rebusca en lo más profundo de ti, sin contar con otras opiniones ni con lo que los demás pienses de ti, y obtendrás la respuesta de lo que verdaderamente quieres.

Sólo tenemos una vida, y creo que le debemos al menos, intentar estar al 100 %, y si no se puede, ya que no es fácil, al menos luchar hasta la saciedad por un 98 %.

Hay que quererse por encima de todas las cosas, aunque a veces también tienes que analizarte y hacerte autocrítica, para emprender nuevas mejoras.

CONCLUSIÓN: la idea con la que debes quedarte.

Si te has visto reflejada o reflejado en estas líneas, y si tu peso es para ti es un comecocos constante, ya sea por estética o por salud, quizás haya llegado el momento de aventurarse. No tengas miedo, confía en ti y en encontrar lo que mucha gente en esta situación denomina como “la mejor versión de ti mismo”.

Cuenta con nosotros.

Como ya sabéis, con este artículo estreno definitivamente mi sección en la web, y como habéis visto he querido empezar por el principio. Este es un intento de convenceros de que el cambio es posible, y de que si os aventuráis, desde Mentalidad Fitness podemos ayudaros.

Espero que os haya gustado, y que cualquier cosa que queráis añadir, no tenéis más que comentar o poneros en contacto, ya sean dudas, sugerencias o pedirnos algún tema concreto.

Adelanto de contenido.

En el próximo artículo os dejaré un regalo muy pero que muy dulce, aunque los azúcares añadidos no estarán presentes… ahí lo dejo.

¡Hasta el siguiente!

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