Revista Opinión

El complejo legado de la canciller Merkel

Publicado el 23 mayo 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El complejo legado de la canciller Merkel

Angela Merkel anunció en octubre de 2018 su intención de no presentarse a las elecciones de 2021. Si bien muchos creen que esta decisión tuvo que ver con los pobres resultados de ese mes en Hesse y Baviera, lo cierto es que los cristianodemócratas lograron mantenerse como primera fuerza pese a las malas previsiones y la pérdida de escaños, lo que permitirá a Merkel —junto con su alto índice de aprobación y la elección a finales de 2018 de su candidata favorita, Annegret Kramp-Karrenbauer, para reemplazarla al frente del partido— agotar la legislatura. De completarla, la canciller habrá estado al frente de Alemania 16 años.

La lideresa lleva casi tres décadas en la vida política. Sus comienzos se remontan a la caída del Muro en 1989, cuando se afilió al recién creado partido Despertar Democrático; de este pasaría al Partido Cristiano Demócrata. Su fuerte liderazgo europeo y su proyección internacional inmortalizarán su figura como una gobernante clave de principios del siglo XXI, sobre todo en tres temas: su papel en la crisis financiera de 2008, su estrategia energética y su relación con Rusia, y su gestión de la crisis humanitaria de 2015, que le valió perder numerosos apoyos dentro de sus propias filas.

Schröder, ¿un legado socialista?

La llegada de Merkel al poder estuvo precedida por un Gobierno socialista con Gerhard Schröder a la cabeza, quien gobernó Alemania entre 1998 y 2005. La crisis de la socialdemocracia no empieza ni acaba en este país, pero el estudio del Gobierno de este mandatario da claves para entender la profunda pérdida de valores y su progresiva mimetización con los principios promulgados por el Consenso de Washington y los Chicago Boys

Probablemente, el mejor ejemplo de esta nueva dirección política fuera la Agenda 2010, propuesta en 2003. Se trata de una profunda reforma que tenía como principal objetivo regenerar el mercado alemán de trabajo. Entre las medidas que incluía, se encuentran la facilitación de la contratación y el despido, la reducción de impuestos para trabajadores y empresas, un importante recorte del presupuesto estatal, el impulso de contratos a tiempo parcial y temporales —minijobs— y una serie de medidas, quizá las más polémicas, que reducían en duración y cuantía las prestaciones por desempleo y aumentaban los requisitos para acceder a ellas.  

Para unos, la Agenda 2010 garantizó el éxito económico alemán de los siguientes años creando nuevos puestos de trabajo, reduciendo el desempleo juvenil y favoreciendo la inversión. Para sus detractores, solo generó trabajos en puestos de baja cualificación y supuso la propagación y el abuso de los contratos temporales y parciales, además de un aumento de la desigualdad en el país, tanto económica como de género.

Para ampliar: “La rosa se marchita: el declive de la socialdemocracia europea”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2019

Independientemente de a cuál de estas lecturas se dé más peso, sí puede consensuarse que este tipo de posturas desdibujaron las diferencias programáticas de los dos principales partidos, los cristianodemócratas y el Partido Socialista, y allanaron el terreno para más de una década de Gobierno conservador. Además, sin verse en la situación de enfrentarse al pulso de la calle, Merkel pudo atesorar algunos de los resultados de las medidas de ajuste del anterior Gobierno socialista, como la reducción del déficit. Los recortes salariales, combinados con la competitividad exportadora del país, aumentaron la brecha con el tejido industrial de otros socios europeos y favorecieron la posición alemana.  

Merkel había participado en los Gobiernos conservadores de Helmut Kohl como ministra de Mujer y Juventud (1991-1994) y de Medio Ambiente, Conservación Natural y Seguridad Nuclear (1994-1998). Sobre el primer cargo, ella misma  reconocería que ni era feminista ni la igualación social entre jóvenes del este y el oeste era una de sus principales causas. En cambio, su desempeño como ministra de Medio Ambiente ha seguido teniendo un desarrollo prioritario durante toda su vida pública.

Kohl, canciller durante la reunificación, fue mentor de Merkel. Esta relación le granjeó una sólida entrada en las primeras filas del partido. Sin embargo, cuando los escándalos de financiación ilegal estallaron contra Kohl y Schäuble, Merkel se desmarcó y habló de una necesaria renovación. Incluso, ante el silencio de muchos, publicó una pieza que criticaba directamente a Kohl, referente intocable entre los cristianodemócratas. Este inteligente y calculado movimiento le sirvió para hacerse con un nombre propio, pero no terminó de enfrentarla contra la vieja guardia, porque no propiciaría una investigación en profundidad de estos casos y, de hecho, nombraría a Schäuble —su predecesor al frente del partido— ministro del Interior y, después de la crisis económica mundial, de Finanzas.

En 2005 Merkel gana las elecciones con un estrecho margen y debe pactar con el Partido Socialista. En sus segundas elecciones sus resultados mejoran, pero sobre todo se derrumban los socialistas, que pierden 76 escaños. Aunque conquistarán más votos en las elecciones de 2013, la victoria de Merkel es también la historia del fracaso del socialismo en el país.

Adalid de la austeridad

La gestión de la crisis financiera de 2008 es posiblemente el capítulo más complejo de analizar. Sus raíces y consecuencias trascienden el Gobierno de Merkel y Alemania. La fijación de la canciller con la estabilidad presupuestaria era en realidad el ejercicio de un poder ya conquistado por Alemania durante la creación del Banco Central Europeo, diseñado a imagen y semejanza del germano con el objetivo de priorizar esa estabilidad por encima de las necesidades de liquidez de los países. Cuando estalló la crisis europea, Merkel se enfundó el traje de garante del proyecto europeo y de su estabilidad con el objetivo de tranquilizar a los mercados financieros y salvar a la banca. Su papel protagonista en la crisis opacó a los mandatarios franceses, británicos e italianos e incluso sus exigencias tuvieron más peso que las de las instituciones europeas y el Fondo Monetario Internacional.

Las consecuencias de esta crisis son tan profundas como sus causas. En primer lugar, el incipiente crecimiento de las economías mediterráneas no se corresponde con una disminución de su deudas, cuya sombra acecha sus economías

El complejo legado de la canciller Merkel fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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