Revista Cocina

El Consorte pasa su segunda prueba

Por Dolega @blogdedolega

El Consorte pasa su segunda prueba

Esa mañana, viernes para más desgracia, cuando me levanté para ir a la universidad, mi aire acondicionado dijo que había decidido morir, así que me encontré de la noche a la mañana, sin un sitio a salvo del calor sofocante y sin un mínimo de comodidad para poder dormir.

Ahora es cuando mi amiga Inmagina dice eso de “Ahhhh jodía, mira como clamabas por un aire acondicionado ahí” Pues sí, para que vamos a mentir. A pesar de vivir en una séptima planta, por estas tierras dormir sin aire acondicionado no es dormir, es padecer.

El caso es que salí de la facultad y me fui inmediatamente a comprar el aire acondicionado más grande que encontrara. Cuando lo tenía escogido comprado y pagado me comunicaron en la tienda, que me lo llevaban esa misma tarde, pero que no lo podían instalar hasta el lunes porque el técnico tenía trabajo atrasado.

Inmediatamente pensé en ese guapo ingeniero al que le había desmontado una manga hacía pocos días y con el que había salido un par de veces.

El Consorte pasa su segunda prueba

En este parque le desmonté la manga en un minuto

-Seguro que él sabe instalar un aire acondicionado ¡Es ingeniero!

Llegue a casa y lo llamé inmediatamente. Tenía el teléfono de su oficina y de su casa. Si chicos jóvenes, nosotros también nos comunicábamos aunque no hubiera móviles.

-Hola soy Dolega.

-¡Hola! que sorpresa.

Claro, en aquella época y por estas latitudes lo normal es que llame él.

-Hola, mira que te llamo a ver si puedes hacerme un favor.

-Pues si me dices lo que necesitas, lo intento.

-Pues resulta que esta mañana el aire acondicionado de mi cuarto ha muerto y he comprado uno nuevo, pero no me lo pueden instalar hasta el lunes ¡Con el calor que hace!

-Pues sí que es un inconveniente.

-Y yo me he dicho, a lo mejor este chico sabe instalarlo y así no tengo que esperar hasta el lunes.

-¡Claro que puedo instalarlo! Sin problema. ¿Cuando quieres que pase por tu casa? (Noten la celeridad en la respuesta…)

-Yo creo que hacia las cuatro ó así lo traerán.

-Bueno, entonces cuando salga de la oficina a la seis voy para allá, si puedo antes te aviso.

Cuelgo

Salto en la cama y símbolo de la victoria con una mano, en la otra el auricular, me tiro un beso mirándome al espejo que tengo frente a la cama.

-¡¡¡ ahhhhhhh esta noche duermo fresquita!!!

Pero claro hay que prepararse, ducharse, lavarse el pelo, secárselo, maquillarse, ropa interior limpia, en fin ponerse mona porque las cuatro de la tarde llegan muy rápido.

Como había pronosticado, a las cuatro y poco me suena el portero automático y me dicen que es el Aire acondicionado. ¡Bien!

No habían pasado ni quince minutos cuando me vuelve a sonar el timbre

-¿Quién es?

-Soy yo el Consorte

-Te abro.

¡Coño, Si son las cuatro y media! Este chico no ha ido a trabajar esta tarde, porque el sale a las seis de telefónica…

Pero como soy una chica previsora yo ya estoy lista y moniiisima.

Me suena el timbre de la puerta, abro y allí estoy yo con un minivestido azul cielo con unos tirantitos trenzados, limpita, perfumadita, mi melena rubia en una coleta en lo alto de la cabeza, y una sandalias metálicas ideales, que me habían costado una pasta y un disgusto el mes anterior, porque me había quedado sin dinero para pagar la luz, me la habían cortado y mi padre me había metido una bronca del carajo.

Y allí estaba él, recién duchado y perfumado con unos pantalones beige y una camisa color vino con rayitas beige de infausto recuerdo en años posteriores.

Yo lo miré y mi mirada agradecida le decía: Menos mal que voy a poder dormir esta noche.

Él me miro y su mirada alegre me decía: Menos mal que hoy pillo cacho seguro.

Un aire acondicionado de los años setenta era una enorme máquina metida dentro de una carcasa. Mas ó menos una cosa como ésta.

El Consorte pasa su segunda prueba

El mío era grande, muy grande y estaba instalado en una ventana.

Mi ingeniero favorito se había presentado con una caja de herramientas propia de un mecánico de la NASA. Desembaló el aire acondicionado nuevo y mientras yo apilaba los cartones en el salón, él se dedicó a hacer cosas con el aire acondicionado viejo.

Yo entré en mi habitación y allí estaba trasteando con el aire acondicionado. Entonces él me preguntó

-¿Sabes cómo va la sujeción?

A partir de ese momento todo sucedió muy rápido. Yo me acerqué a la ventana y dije un escueto “si” y con el canto de mi mano le di un golpe hacia arriba a la barra de hierro que sujetaba perpendicularmente el aparato. En el mismo momento en que empecé a hacer la maniobra escuché un grito enorme que decía ¡¡¡¡¡Nooooo looooooo saqueeeeeeees!!!!! Pero mi mano ya estaba en movimiento y con el impulso dado, así que la barra de sujeción saltó por los aires. Al mismo tiempo que daba el golpe, giraba la cabeza para ver por qué me gritaba eso y vi como el aire acondicionado se precipitaba al vacío siete plantas.

Me asomé incrédula mientras veía como volaba hacia abajo ese mamotreto. Gire la cabeza y me encontré su cara cerca de la mía asomada al agujero que había dejado el aparato. Estaba lívido y la sorpresa se mezclaba con la incredulidad. Oímos el estruendo de semejante máquina destrozándose contra la valla del jardín del edificio, que gracias a Dios, era un lateral por el que no pasaba nadie nunca.

-¡¡¡¡¡¡¡Tú estas locaaaaa!!!!!!! Gritó descompuesto. ¡¡El motor estaba dentro!!

Salimos corriendo escaleras abajo a ver si no había ocurrido alguna desgracia que no hubiéramos visto desde arriba. Cuando llegamos el conserje del edificio estaba allí intentando dilucidar qué coños había caído del cielo.

Yo creo que buscaba una nave espacial ó algo parecido. Ya se sabe que esta es una zona del mundo muy animista y enseguida andamos con temas sobrenaturales y esas cosas.

Había trozos de la carcasa, el compresor y todo el sistema de refrigeración esparcidos por todas partes y claro, ante tamaño estruendo había personas que se habían asomado a las ventanas desde los edificios vecinos a ver qué diablos había sido aquello. Además ya se sabe que el Caribe es tierra de cachondeo y relax así que pasado el susto de que fuera una bomba ó algo parecido, se oyeron una ó dos bromas al respecto.

-¿Y cómo fue que se cayó?

Pregunta el conserje mientras mira hacia arriba y vuelve a revisar los trozos.

Ante semejante pregunta tan comprometida, lo primero que se me ocurrió fue:

-¡De repente!

El buen hombre nos miraba ora a uno, ora a otro.

El Consorte no daba crédito a la situación. Él que creía firmemente en una vida controlada y coherente, no podía concebir aquella escena.

Encima estaba siendo el protagonista de una situación realmente incómoda, porque todo el mundo mentalmente lo tacharía de inútil por dejar caer un aire acondicionado desde una séptima planta, porque decir la verdad, o sea “ha sido la loca esta y no yo”, lo dejaría como mentiroso y rastrero.

Ya, ya sé que a lo mejor hay gente que no lo entienda, pero estos son los pros y los contras de una sociedad bastante machista.

Se supone que yo no había intervenido para nada en ese trabajo “diseñado exclusivamente para hombres”, así que por huevos el inútil que había precipitado el aire acondicionado había sido él. Yo como buena chica estaría preparando una cervecita (que no tenía en la nevera super guay, pero le ofrecí un vaso de agua) para que mi hombre descansara después del esfuerzo.

Así que adivinen ustedes el tipo de miradas del conserje y de los vecinos curiosos asomados a las ventanas y elaborando teorías de qué había ocurrido y los sentimientos del Consorte.

Una vez comprobado que los daños eran exclusivamente materiales y limitados a la valla de separación entre edificios, dejamos al conserje limpiando el desaguisado y yo creo que buscando algo extraño en los trozos del aparato.

-¡Yo solo te pregunté que cómo iba sujeto, no que lo tocaras!

Me repetía insistentemente con voz suave pero incrédula mientras subíamos en el ascensor. Sudaba y la tensión hacía que apretara los labios.

-¡Y yo que sé! Tú me dices cómo, y yo te enseño. No tenía ni idea de que el motor estaba dentro.

-Dios santo ¡Que susto! Y qué espectáculo hemos montado.

El pobre me miraba entre resignado e intrigado. Estoy segura que pretendía descubrir qué tipo de poder mental para el desastre y la incongruencia tenía yo.

Subimos y se puso a instalar el nuevo aire acondicionado sin dejarme tocar ni el plástico ese blanco que traen los aparatos nuevos y que sirven para protegerlos durante el transporte. Sudaba como un desgraciado, pero como buen chico joven, listo e ingeniero, logró poner el aire acondicionado y hacerlo funcionar de manera perfecta.

Cuando terminó, guardó las herramientas en su magnífica caja y se despidió amable pero decidido.

-¿Quieres que salgamos y nos tomamos algo? ¡Venga que te invito!

-¡NO! Necesito ir a casa, descansar y relajarme porque ha sido todo demasiado intenso, en serio.

Así que lo despedí en el rellano de mi apartamento y cuando se cerraron las puertas del ascensor tenía un solo pensamiento, bueno sinceramente dos:

1-¡Esta noche duermo fresquita!

2-¡Es una verdadera pena, porque el caso es que este chico me gusta un montón!

Pero como dice siempre una de mis Anas Madrinas: “Lo que tiene que ser será”.

-Hola, soy el técnico del aire acondicionado. El que los instala, no el que los tira por la ventana. Acepto esa invitación tuya de ayer a tomar algo.

-¡Este chico promete!


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