Revista Psicología

El corazón triste seca los huesos

Por Paulo Mesa @paucemeher
El corazón triste seca los huesos

No sé si se sequen, pero sí comprendo bien esa sensación. Es una carga, es una sombra, va con vos a todas partes y no se despega; es como una mancha que no se borra, que no se desprende. No solo se queda en tus huesos sino también en el alma.

El corazón triste te seca todo: las perspectivas, las ideas, las posibilidades, las soluciones, la confianza. Estás como metido en una caja sin salida, es un completo laberinto. Quisiera sentir que hay luz al final del túnel, pero ni siquiera estoy seguro de que esté metido en uno.

No sé qué clase de cavidad es esta. No sé si es una caverna o una cueva, no sé si es una caja, un laberinto o una espiral. Solo sé que estoy encerrado y que las esperanzas se escapan. ¿Huir? Sí, suena como lo mejor, por mejor y lo peor siempre es relativo. Esta es una situación con múltiples escalas de comparación que compiten entre sí.

Hoy vi uno de esos sugestivos vídeos millenial que pululan en Facebook, de esos que te invitan a dejarlo todo atrás y a escapar por el mundo en una vieja camioneta Volkswagen con tus amigos para "vivir miles de experiencias", pero no sé si en esa escapada podré escapara de mí mismo y de mis demonios. Vagar sin rumbo no siempre es un retorno a lo esencial; quizás ese sea el llamado ahora mismo, el llamado a no escapar.

En este punto no sé cómo salir de mi infierno... tal vez eso te ha pasado a ti también. Me gustaría escucharte ahora mismo a ver si soy el único en esta situación. ¡Já! Sé que no es así, sería absurdo pensarlo. Todos pasamos por estas noches oscuras del alma, pero en todo caso no se me ocurre cuál podría ser el desenlace posible de esta circunstancia porque hasta a lo [aparentemente] bueno [que pueda llegar a pasar] le encuentro el riesgo, le percibo con facilidad el "lado malo".

En varias ocasiones te lo he preguntado, pero pospones la conversación, no me dices nada. Mi ánima ha decidido tomarse un descanso y eso lo entiendo, pero mientras lo hace se me secan el alma y los huesos. Te lo repito: el corazón triste seca los huesos.

Muy rápido escucho la frasecita que sale de muchas bocas y que dice: "busca ayuda, no te hundas solo". Ni siquiera sabemos cuál es la ayuda, ni siquiera sabemos cuál es el enemigo, no tenemos claro de dónde viene el próximo golpe. Me repongo del anterior, levanto la cabeza y ¡Pum! Otro porrazo.

Parece que quedaron atrás los tiempos en los que era casi invencible y podía reponerme fácil de los golpes, aunque quien sabe, quizás estaba bien escondido y no había riesgo de recibirlos, estaba "acunado", pero aquí estoy de frente, poniéndole el pecho a la brisa.

Es sanador preguntarme ¿Cuál es la lección aquí? ¿Cuál es el maestro? ¿Qué es lo que debo aprender y trascender en esta experiencia? Escapar justo en este momento quizás me aleje de las respuestas, porque también estoy seguro que la hora más fría de la noche oscura del alma es la que está más cerca del amanecer.

No sé qué salga de todo esto, supongo que algo muy bueno, algo muy sano, algo con los pies más en la Tierra. Quizás me había alejado y deba volver a lo esencial que entre otras ya no recuerdo qué es. ¡Hmmm! Empiezan a surgir asomos de respuesta. Miro a un lado y veo que al hacerme estas preguntas un muro empieza a agrietarse, como si se quisiera derrumbar y disolver. Entra algo de luz. Un poco de calma por el momento, eso es lo que realmente necesito, no vaya a ser que la desesperación no me deje ver el mundo que hay allá afuera con todo lo que tiene para darme.


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