Revista Cine

El coro

Publicado el 09 octubre 2015 por Srinterrogante

Cuando repasamos la trayectoria de François Girard, director de esta película, rápido podemos observar su cercanía a las artes musicales. En su carrera ha alternado la dirección de óperas, shows para El Circo del Sol y el cine, lo que nos puede dar una idea del porqué de algunas de las características de esta película. Dentro del celuloide ha continuado en la misma línea con destacadas cintas como la galardonada El violín rojo (1998) o el biopic sobre el virtuoso pianista Glenn Gould. Y de nuevo, en manos de un equipo técnico con un extenso bagaje a sus espaldas, nos presenta aquello que más le interesa, la música. El Coro responde a esa necesidad, incluso por encima de sus propios personajes, convirtiéndose casi en forma y fondo del metraje.
El coro
Y es que un desconocido Garrett Wareing es el encargado de componer la línea que nos va guiando por la trama interpretando a un desafortunado y antisocial Stet. Un niño con grandes dotes de canto pero lastrado por una madre alcohólica y una situación en caída libre. Tras el accidental y temprano fallecimiento de su madre, es enviado a una prestigiosa escuela de música. En este momento aparecen el director Carvelle, personaje interpretado por Dustin Hoffman (quizás lo más flojo de la película) y Devon, el que se irá convirtiendo en el máximo enemigo de Stet. Rodeados de un elenco de personajes sólidamente interpretados, darán forma a una historia de superación y renacimiento, aunque no sin dejarse algún anacronismo sobre el conocimiento (o no) de Stet.
Hasta aquí un relato cercano y empático con el público, pretendiendo en todo momento serle fiel y nos disgustarle. Desde el minuto uno se entiende que el personaje que reside en la música es el dueño de la situación, en un montaje que acaba dándole una importancia soberana, posiblemente más de lo debido en las primeras secuencias, donde imagen y sonido parecen fallar. Y pese a que los personajes no se diluyen y acaban formando parte del compás, son los momentos corales los que generan las emociones en el público. Es ahí donde reside su interés, quizás por la admiración ante tal sonido, y lo que crea la necesidad de continuar y escuchar el siguiente acto. 
El coro
Un guión que funciona pero no destaca da paso a unas localizaciones cuidadas y una fotografía que cumple para mostrarnos, especialmente, el lugar donde reside el cambio dentro del personaje de Stet. Unas connotaciones religiosas que rodean la historia y que forman parte de ese renacimiento al que acuden casi todos los integrantes.
Desde el inicio, con el interesante plano en el que un tren atraviesa y se detiene en mitad de la pantalla, presumimos lo que nos depara una cinta que busca la fácil integración del público. Con un buen ritmo pero con un ligero problema: se empatiza con unos personajes estereotipados pero solventes, pero finalmente para lo único que se quiere volver, es para poder escuchar de nuevo esos momentos corales que tanta potencia tienen en la sala (la que sea).
En una frase: la música cobra una importancia mayúscula, quizás en exceso.

Víctor J. Alvarado

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