Revista Cultura y Ocio

El crimen de Campoamargo

Publicado el 30 septiembre 2015 por Magik
Ayer se emitió el segundo episodio de Mar de plástico, el nuevo thriller de Antena 3, que se estrenó la semana pasada con un muy buen capítulo, aunque creo que este segundo lo ha mejorado, sobre todo porque, ya entrados en faena, no ha tenido que dedicar minutos a presentar a nadie.
Eso sí, decepción máxima con que el personaje de Rodolfo Sancho sólo se quitara las gafas de sol una vez en todo el episodio. Tsk.
El crimen de Campoamargo
Pero esa es otra cuestión y una menos seria, porque lo que me ocupa es comentar lo genial que me está pareciendo Mar de plástico. Su punto de partida, en realidad, es algo típico del género: una chica especial, muy conocida en el lugar donde está ambientada la acción, aparece asesinada y se debe resolver el caso, mientras se muestran las consecuencias de ese crimen. Laura Palmer en Twin Peaks, Danny Latimer en la más actual Broadchurch e incluso Alicia Vega en Bajo sospecha, estrenada la temporada anterior en Antena 3.
En este caso, nos encontramos en Campoamargo, una localidad almeriense donde la economía se basa principalmente en los cultivos dentro de invernaderos. Ainhoa (Mara López), la hija mayor de la alcaldesa, aparece asesinada de una forma de lo más escabrosa: la desangraron para, después, decapitarla y arrojarla al depósito de agua de uno de los invernaderos.
El día en que aparece el cadáver de Ainhoa, es el día en que llega a Campoamargo el nuevo sargento de la Guardia Civil, Héctor Aguirre (Rodolfo Sancho), que se encargará del caso con la ayuda de Lola (Nya de la Rubia), una gitana con problemas con su familia precisamente por ser guardia civil, y Salva (Luis Fernández). Héctor, además, intentará cuidar de la mujer de su difunto mejor amigo, Marta (Belén López), aunque eso le suponga enfrentarse al cacique local, Juan Rueda (Pedro Casablanc).
El crimen de Campoamargo
Básicamente ese es el punto de partida, aunque si algo hay que agradecer a Mar de plástico es que la trama es mucho más compleja que en otros thrillers. No sólo hablan del crimen, sino que se molestan en desarrollar a todos los personajes, relaciones entre ellos y tocar temas de actualidad como el racismo o la corrupción, por lo que explicar al detalle el entramado de historias de Mar de plástico sería complicado.
Es precisamente esa complejidad lo que hace de Mar de plástico sea una serie distinta, con su propia personalidad, ya que afronta los conflictos culturales sin miramientos, dando distintas ópticas del mismo. En Campoamargo, como le explica Lola a Héctor cuando éste llega, tienen de todo y esos distintos grupos no dejan de chocar entre sí, aunque cada personaje tenga su propia personalidad y sea único. Por ejemplo, el grupo de jóvenes blancos no puede ser más diverso: desde el gilipollas sin dos dedos de frente y al que le traiciona su volátil carácter, hasta la radical manipuladora que, de momento, parece una psicópata de manual, pasando por el buen chico que alucina con el comportamiento de sus amigos.
De hecho, es hasta curiosa la repartición de papeles. Por el momento, el personaje más violento y desagradable de Mar de plástico es una mujer, Pilar, interpretada por una soberbia Andrea del Río alejada de todos los papeles que le había visto hasta ahora. El buen chico, Fernando, es el heredero del cacique, algo bastante original, ya que en las series normalmente ese sería el personaje desagradable hasta decir basta.
El crimen de Campoamargo
La verdad es que Mar de plástico es una serie de conflictos. No sólo tenemos los raciales, esa bomba de relojería que sabes que puede estallar en cualquier momento y que dota al relato de una tensión muy conseguida, sobre todo con la ayuda de esa magnífica fotografía que refleja tanto la cálida temperatura almeriense como el que todos tienen los nervios a flor de piel y podrían saltar en el momento más insospechado.
También tenemos los conflictos de los personajes, sobre todo del trío de investigadores, que se encuentran los tres a dos aguas. Héctor sigue traumatizado por su pasado en Afganistán y, por lo que parece, va a estar dividido entre Marta y Ainhoa, es decir, entre dejar que los sentimientos por Marta le nublen el juicio o mantenerse frío para resolver el caso. Algo parecido le ocurre a Salva, que es parte del grupo de jóvenes, les aprecia, pero debe cumplir con su trabajo y eso le deja en una posición complicada.
Y luego tenemos a Lola, que ha sido uno de los personajes más interesantes que se han mostrado hasta ahora. Lola no sólo es fuerte, sino que tiene instinto (personalmente estoy de acuerdo con todo lo que opina del caso en el segundo episodio) y su conflicto es muy humano. Familia contra vocación. Ella es gitana, está orgullosa de ello y quiere mantener sus raíces, aunque también sea guardia civil. Pero, claro, su familia no se lo está poniendo sencillo, sino todo lo contrario, lo que la humaniza aún más.
El crimen de Campoamargo
Es de agradecer el mimo que están mostrando los guionistas por los investigadores, también por el resto de personajes, ya que son algo más que unas piezas para resolver el caso. Es lo que ocurría en Bajo sospecha que la pareja de policías no era más que un instrumento, sin ahondar en sus problemas y personalidades.
Otro aspecto que están llevando muy bien es el de mostrar a los sospechosos. Aquí no van las veinticuatro horas del día con cara de chungos, ni van actuando de forma exageradamente sospechosa, pero aún así no puedes descartar a ninguno. Juan Rueda, el mafias de Campoamargo, es amable y encantador, mientras que la alcaldesa es una madre que sufre y los jóvenes tienen sus conflictos: el ex novio de Ainhoa ahora es un paria, Fernando está más preocupado de cuidar de su hermano que otra cosa... No puedes confiar en nadie, no lo haces, pero actúan como personas normales y corrientes.
De hecho, el caso lo están llevando muy bien. No sólo es curioso (la forma de asesinar a Ainhoa es original cuando menos), sino que de momento no se sabe muy bien por dónde van a ir los tiros. ¿Era algo contra Ainhoa o sólo era un medio para un fin, es decir, una forma de esconder o iniciar algo? Personalmente, por cierto, me inclino por la segunda opción.
De momento, en estos dos episodios, están dando giros con mucha elegancia y de forma muy inteligente. Como, por ejemplo, la historia del actual novio de Ainhoa, Kaled. Al principio lo presentan como una víctima, una especie de Romeo interracial, pero después lo muestran como sospechoso y ahora nos ha contado una historia que cuadra y que no sabes si creer o no, ya que ambas opciones son posibles y lógicas.
El crimen de Campoamargo
Habrá que ver cómo se resuelve el caso, pero por el momento no puedo estar más encantada con el guión y lo bien que, poco a poco, van mezclando géneros. Ayer, de hecho, vislumbramos lo que va a ser la historia de amor de la serie y, si lo hacen bien, puede ayudar aún más a que Mar de plástico sea una serie muy memorable.
Sobre todo porque se nota el cuidado que le ponen. Antes he dicho que la increíble fotografía ayuda a reflejar el ambiente caldeado, pero además es que se nota que está muy bien pensada y trabajada. Da la sensación de estar viendo una película más que una serie y tiene unos planos que, de verdad, te entran por los ojos y te dejan maravillado.
También ayuda que la mayoría del reparto esté haciendo un muy buen trabajo. Ya he comentado que Andrea del Río está increíble con un personaje tan extremo, pero no es la única: Patrick Criado y Fede Aguado están estupendos también, el primero tan alejado de ese Nuño de Santillana que estamos acostumbrados a ver (y que demuestra lo bueno que es este chico) y el segundo interpretando a un personaje tan complicado como Sergio. Podrían haber caído en el ridículo con facilidad, pero Fede Aguado no sólo es creíble, tierno y complejo, sino que lo borda.
El crimen de Campoamargo
Nya de la Rubia con su Lola es el gran descubrimiento, Eva Martín es una gran madre sufridora y Luis Fernández me sorprendió bastante ayer. Bueno, y Pedro Casablanca y Belén López siempre están increíbles, así que no es ninguna novedad. Luego tenemos a Rodolfo Sancho que es otro de los que siempre cumple, aunque a mí personalmente me gusta verlo más relajado, como en El ministerio del tiempo. Eso sí, el muchacho se debe pensar que está en un anuncio de Ray Ban porque siempre que está en exteriores está quitándose y poniéndose las gafas con su propia mirada acero azul.
Las dos únicas pegas que le pongo a Mar de plástico es que Fernando Cayo no sale lo suficiente, lo cual considero un delito porque ese hombre es genial no, lo siguiente, y que Jesús Castro, por muy guapo que sea, es muy limitado como actor. Cada vez que se pone intenso no me lo creo y me parece bastante artificial. Esperemos que vaya mejorando a medida que avanza la serie y siga los pasos del otro guapo al que se enfrenta, Rubén Cortada, que en cada episodio de Olmos y Robles está más suelto.

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