Revista Opinión

El crimen de Losada

Publicado el 13 septiembre 2016 por Vigilis @vigilis
Como el 94,5% de la población gallega yo no he visto el programa de la telegaita en el que los principales candidatos de los principales partidos de las próximas elecciones regionales se dejaban ver para aumentar su popularidad. No es que no me interese la política —como sospecháis quienes me seguís desde hace un tiempecillo— es que simplemente eso no era política. Una cosa a la que llaman debate y donde cada fulano suelta un monólogo que tú ya sabes incluso mejor que los propios candidatos, como podéis intuir, carece de interés (el hecho de tener elecciones cada mes tampoco ayuda).
El crimen de Losada
El rescoldo de ese triste y prescindible espacio televisivo tiene quer ver con el continente más que con el contenido. No ocurrió que alguno de los monologuistas soltara una audaz posición política para el mejor gobierno y la felicidad de los habitantes de esta cristiana tierra, cosa que me congratularía sobremanera, sino que los de siempre reaccionaron como era de esperar ante el cortocircuito que les supuso que una de las monologuistas empleara el castellano para comunicarse.
No se trata aquí de identificar un problema porque no existe ningún problema. Cuando critican a quien habla en castellano no está operando ni siquiera una faceta de la propaganda política sino una mera pose estética, precedente de la política. (La estética como prepolítica sería un tema a tratar en tiempos más civilizados).
Por ejemplo, el periodista Luis Fraga considera un "error" emplear el castellano en ese programa aunque no explica por qué. Puede que sea un error porque el resto hablaba —o lo intentaba— en gallego pero esto a su vez puede convertirse en una ventaja porque diferencia a la hablante del resto y ayuda a identificarla (los candidatos que no son el presidente Núñez cuentan con una tasa de conocimiento de alrededor del 30%, tienen que darse a conocer de alguna forma porque a quince días de las elecciones están optando a 25 de los 75 escaños del parlamento gallego).
Luego están las juventudes del PSOE en Galicia que se preguntan si la persona que estaba hablando en castellano "es realmente gallega". En su perfil de tuiter esta organización se define como "socialista, galleguista y republicana" pero no le tiembla el pulso al establecer relación directa entre idioma empleado y carta de naturaleza. Igual debían modificar ese perfil porque entre otras cosas la idea moderna de república es precisamente la que se opone a que las circunstancias particulares determinen la posición del ciudadano en el espacio político. Republicanos de Saló.
Particular es el caso de Rafael Cuiña, alcalde de Lalín como su padre (en Galicia estamos muy apegados a las tradiciones del Antiguo Régimen, la Santa Compaña, el alambique en el pajar, la herencia de cargos públicos, etc), lo que suelta Cuiña hijo de Cuiña y conocido en algún cuartelillo de la Guardia Civil es que Losada —la candidata de Ciudadanos que hablaba en castellano— es "antigallega" y "un insulto para la cultura gallega". A los nuevos os dejo el enlace a la etiqueta de "cultura" de este mismo blog y así salto el párrafo rápidamente. En lo de "antigallega" ni me meto porque tengo más de diez añitos.
Las muestras del cortocircuito que provoca el empleo del castellano son numerosas entre gente anónima en las redes sociales. Es muy curioso cierto fenómeno observado que consiste en quejarse porque alguien hable en castellano y al mismo tiempo esa persona hablar en castellano. Los hay que comentaron el "debate" en gallego como paréntesis de su empleo cotidiano del castellano. Esto es ya un asunto para especialistas. Los insultos que denotan carencia de argumentos nos los ahorro aquí pero os los podéis imaginar.

El crimen de Losada

«(...) ¿no habéis elegido entre vuestros conciudadanos a diez taxiarcas, diez estrategos, diez filarcas y dos hiparcas? Pues ¿qué hacen estos hombres? Aparte uno, que habéis enviado a la guerra, los otros, junto con los hiropeos, presiden las procesiones. Porque, igual que los fabricantes de figurillas, elegís a los taxiarcas y filarcas para el mercado y no para la guerra». (Primera Filípica, Demóstenes).

El propio presidente de la Xunta se permitió bromear al aludir al presidente de Ciudadanos como "gallego comprometido". La broma más allá de los Ancares igual no se capta en todo su esplendor pero para eso estoy aquí, para explicaros las cosas. Núñez alude a la falta de domicilio civil en Galicia del líder de Ciudadanos, partido al que el PP ve como una sucursal extranjera en Galicia. Es decir, que en una chispeante vuelta de la historia el PP emplea el tono y el argumento que los nacionalistas siempre emplean con ellos: "no sois de aquí". Se diría que el PP de Galicia tiene algún problema con el origen no gallego de la gente que pretende hacer política en Galicia. Y lo mejor del asunto es que ni siquiera se da el caso pues la candidata de Ciudadanos es gallega (a los que no somos xenófobos tampoco nos importaría que fuera congoleña). Esto conjuga estupendamente con los golpecitos en el pecho que se da el PP en Madrid, con los editoriales súperespañoles de su prensa afín (hola Bieito) y con los motivos que precisamente llevaron a la aparición de Ciudadanos: la falta de confianza en los dos principales partidos de España en que realmente defiendan la Constitución y los valores de igualdad y libertad expresados en ella. Bromitas como las de Núñez y una larga historia de colaboración con el insaciable nacionalismo son los que vuelven a ese partido y a su coleguita socialista en agentes poco fiables frente a quienes abiertamente propagan discursos xenófobos. Las bromitas, presidente Núñez, se las guarda usted.
Qué queréis que os diga, a mí todo esto me parece lamentable. No contentos con cargarse el idioma gallego, se dedican ahora a sacar a pasear su putrefacto cadáver y a seguir usándolo como bandera política hasta que finalmente acabe por desaparecer definitivamente. La gente que habla castellano de forma habitual no es la que se ha cargado el idioma gallego. Quienes se lo han cargado han sido las leyes de educación universal desde el siglo XIX, el progreso tecnológico, la ley del mínimo esfuerzo (dos idiomas superpuestos y con uno te comunicas con más gente, el pequeño desaparece en el momento en que aparecen los teléfonos y las radios), los filólogos gallegos que modifican la normativa cada diez años (no introducen palabras nuevas o cambian algunos acentos, no, cambian las normas ortográficas, volviendo así inútil la escolarización en gallego de cada generación precedente), los jurados endogámicos de los certámenes de lengua gallega (hay trece fulanos contados que se van rotando en los jurados y se van dando los premios unos a otros), la fuerte politización del idioma desde la adolescencia (un fenómeno sobre todo urbano): profesores de gallego nacionalistas aprovechan sus clases de gallego para inculcar Espíritu Racial 101 a los chavales, los poquitos que salen con el coco comido se meten a filología gallega y el ciclo continúa, el desprecio de la autoridad pública por la educación en Galicia ha dejado en manos de circulitos endogámicos la enseñanza de lengua gallega y el pulso gremial del oficio ha hecho el resto. Tengo para mí que una de las revoluciones pendientes de este país es meter el dedito en los gremios. Anatema.
Más. La instrumentalización de un idioma por un grupo específico de personas hace que un idioma deje de ser un idioma y se convierta en otra cosa. Un idioma por definición debe ser compartido por toda la población que lo habla y no lo puede ser si en el momento de usarlo aparece una etiqueta y en el momento de no usarlo aparece otra etiqueta. La historia nos da varios ejemplos de patrimonialización de ideas y cosas de naturaleza común. Por ser gráfico puedo poner ejemplos extremos: cómo los blancos patrimonializaron el estado en Sudáfrica o Australia, condenando a la población no blanca a no participar del estado. Incluso hoy en día y pese a que esto acabó hace décadas las heridas no están cerradas. Si alguien quiere que el gallego no desaparezca igual hay que dejar de insultar a la gente que no lo usa, acabar con la endogamia de la Kulturkampf y despolitizar el idioma. Vuelvo a plantear la cuestión ¿alguien quiere que el gallego no desaparezca? De entre esta gente, nadie. Y mientras tanto, entre una nube de moscas, seguirán señalando, poniendo brazaletes e insultando.
Y así pasan los días.

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