Revista Cultura y Ocio

El cuarto en que se vive

Publicado el 22 septiembre 2016 por Rubencastillo
El cuarto en que se vive
Rosa es una chica joven, ingenua y huérfana, que va a verse sometida a una terrible presión familiar por parte de sus tíos (ellas, dos ancianas chapadas a la antigua; él, antiguo sacerdote ahora postrado en una silla de ruedas) cuando descubran que acaba de enamorarse de Miguel Dennis, un hombre mucho mayor que ella y que está casado. La disímil pareja está dispuesta a afrontar todas las consecuencias de su decisión: el enfrentamiento con la familia de la muchacha, el histerismo furibundo de la mujer de Miguel (cuyo espíritu está muy turbado desde que perdió a su único hijo) y hasta las habladurías de los habitantes de la localidad. Se quieren y eso se les antoja justificación bastante.Pero, pronto, ambos comenzarán a sufrir vacilaciones y a detectar fisuras en la roca granítica de sus voluntades: Rosa sufrirá al ver cómo la esposa de Miguel se derrumba en llanto delante de ella y le suplica que no le arrebate al hombre con el que se casó; y el propio Miguel, que se gana la vida como psicólogo, no podrá evitar accesos de ternura y de temblor cuando piense en la soledad que espera a partir de ahora a su antigua y desventurada compañera.Con todo este océano de sentimientos, lágrimas, arrebatos amorosos, culpas y obligaciones, el británico Graham Greene compone una pieza teatral magnífica que, traducida por Victoria Ocampo, publicó el sello Sur.Resulta chocante comprobar que, cuando constriñen espacios físicos en la casa (los tíos de Rosa van dejando de utilizar los dormitorios donde han muerto familiares a lo largo de las décadas), parecen reducirse también las ansias vitales de los personajes. Al final, solamente se vive en un cuarto, y todo gravita de una manera claustrofóbica en torno a él. Asfixiada, la muchacha querrá salir de ese círculo opresivo, y el amor de Miguel constituye en apariencia una ventana por la que entra el aire puro de la libertad y de la pasión. El problema es que todos los paraísos exigen un pago y no siempre estamos en condiciones de abonar su importe.
Una pieza memorable sobre el amor, el sentimiento de culpa y los dogales con que la vida nos va amarrando.

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