Revista Infancia

El cura-modelo y los tam-tams africanos.

Por Compritaspeques

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1. Baloncestista.

2. Bombero.

3. Cura.

4. Papa (que no papá).

Estas son las aspiraciones laborales del Mindu. Pero no creáis que el orden es el de preferencia, es decir, que prefiere ser jugador de baloncesto antes que bombero. No, él es mucho más ambicioso que todo eso y quiere ser las cuatro cosas y por ese orden.

Como madre le respeto. Ya sabéis, que sea lo que quiera pero que sea feliz… Pero no, sinceramente no estoy muy convencida de las aspiraciones profesionales de mi retoño o, por lo menos, de las tres últimas.

Y es que yo siempre he sido una gran defensora -animadora y facilitadora- de la futura incorporación del niño al deporte profesional y de élite. Os lo he dicho en más de una ocasión, el sueño de mi vida es una pequeña mansión -nada pretencioso- en Beverly Hills y para ello necesito que alguno de los niños -o los dos- sea el sucesor de Paul en Los Ángeles Lakers. No os voy a engañar porque, además, también os lo he contado en algún post, la idea de mi hijo conociendo a Sofía en Madrid 2020 también me ha rondado por la cabeza pero creo que hoy mejor no hablo de ello.

El hecho de que no me haga mucha gracia que el niño se convierta en bombero no quiere decir que no valore y admire la labor que desempeñan. Mi desagrado por esta opción es una lógica preocupación de madre que, al tratarse del Mindu, se intensifica. Si apagar fuegos es ya de por sí una tarea peligrosa, en el caso de mi hijo se convertiría en una actividad de muy alto riesgo pues el prenda es de esa clase de niños en cuya cabeza no hay nada, nada de nada. Es el típico cabeza hueca que no sabe si va o si viene pero que siempre está yendo a alguna parte porque es incapaz de estarse quieto. Lo que normalmente conocemos como un zascandil o un niño peñazo (las dos primeras letras se pueden sustituir por otras y el término sería mucho más adecuado). Es, en definitiva, una actitud vital que no veo yo muy apropiada para desempeñar esta profesión que, desde mi punto de vista, requiere de una gran serenidad, sangre fría y concentración. Tres aptitudes de las que el niño carece por completo.

Además, tampoco quiero ver a mi hijo quemado por los recortes como rezan las pancartas del cuartel de bomberos que hay al lado de su cole y de donde, con toda seguridad, ha salido la idea de dedicarse al noble arte de apagar incendios.

Vamos a ver, tampoco voy a decir con la voz muy alta que no me hace mucha gracia que mi hijo tenga vocación religiosa pero es que es tan mono que seguro que me da unos nietos preciosos a los que comprar mucha ropa en la trigésimo cuarta edición de El Mercadillo de Compritas. Por no hablar de su potencial como modelo del que todas hemos sido testigos. Deportista y modelo últimamente van de la mano y ¿quién no ha visto alguno de esos calendarios en los que los bomberos nos muestran los frutos de sus largas horas de entrenamiento? Pero lo de cura-modelo no lo acabo de ver yo muy claro, la verdad.

Lo de que quiere ser Papa lo empecé a sospechar el otro día cuando vi su cara de desesperación y las lágrimas que se escapaban de sus ojos porque la tele no retransmitía el Cónclave -me refiero, evidentemente, al interior del mismo-. Se pasó toda la tarde diciendo: mamá, yo quiero ver el clónclave. Doy gracias al Espíritu Santo por iluminar a Sus Eminencias con tanta celeridad porque la actitud del Mindu empezaba a afectar a mi serenidad materna. Debo decir que esta cuarta opción no me parece mal pero como no lo voy a ver pues me da un poco igual.

La verdad es que me llama la atención este brote de espiritualidad que tiene el niño últimamente pero después de mucho pensarlo he comprendido que puede tratarse de un clarísimo ejemplo de herencia génetica y es que por parte de madre tiene solo tres tías-abuelas monjas y una por parte de padre.

No os voy a hablar de mis tías, que son unas santas, pero sí os diré -tiene que ver con el tema que nos ocupa- que una vive desde que yo tengo uso de razón -y no es desde ayer como seguro alguna está pensando- en África, concretamente en lo que antes se llamaba el Congo Belga que es hoy, si mis paupérrimas nociones de geografía e historia no están equivocadas, la República Democrática del Congo. Recuerdo que cada vez que mi tía venía de vacaciones a España -y eso era cada tres años- venía cargada de regalos: collares, pulseras, figuritas de adorno, manteles -con servilletas y todo- y telas, muchas telas con las que mis tías -las que no son monjas-  y mi madre nos hacían a mis primas, a mi hermana y a mí faldas y vestidos. Había ocasiones, cuando coincidíamos todas con nuestros atuendos africanos, que más parecíamos recién salidas de un poblado zulú que un grupo de niñas bien, de buena familia y colegio de monjas. Solo nos faltaban los tam-tams y Simba y Mufasa para completar el cuadro.

Las telas, desde luego, eran vistosas y, algunas, especialmente bonitas. Otra cosa era las dotes para el diseño de nuestras progenitoras. Creo que si nos hubieran hecho blusas o vestidos como los que os enseño hoy, en vez de faldas con vuelo hasta los tobillos o blusas rectas trazadas con escuadra y cartabón, hubiéramos estado todas mucho más monas. Ellas también lucieron estampado africano en alguna ocasión pero no se les pasó por la cabeza hacer vestidos tan sencillos como os que vais a ver y con los que, sin lugar a dudas, hubieran estado mucho más apropiadas.

Por cierto, todos estos vestidos están confeccionados con telas compradas en la misma República Democrática del Congo en la que, debo decir, mi tía sigue realizando su muy encomiable labor de enfermera y matrona.

Toda la información sobre esta recién nacida marca la tenéis en su web cuyo enlace os dejo al final del post.

sara niña

Los de arriba son blusas y vestidos para las niñas y los de abajo son vestidos para nosotras. A mí me encanta este tipo de vestido en verano, vas fresquita y disimula los excesos gastronómicos del periodo estival.

sarahmadre

MAMÁ SARAH

Menos de 50 horas para la inauguración del Mercadillo.

abr 4, 2013Compritas para los Peques

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