Revista En Femenino

El derecho a elegir cómo se quiere parir

Por Mamikanguro @MamiKanguro

En esta nota hablan sobre parto respetado, sobre el respeto que falta a la hora de parir y tomaron mi caso (me renombraron como Paola de los Santos) y hacen referencia a Mami Kanguro como punto de encuentro y lugar donde se fomenta el cumplimiento de la ley contra la lucha de la violencia obstétrica!

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POR GABRIELA NAVARRA

A propósito de la Semana del Parto Respetado, que acaba de finalizar, un repaso a lo antinatural del parto horizontal y otros padecimientos que se suelen padecer en esa circunstancia. La importancia de informarse y reclamar.

03/06/13 – 18:12

Una amiga que no se pudo dar el gusto -es mamá de trillizos, nacieron por cesárea- me envía un link por mail con una sola palabra: “Mirá”. Y miro. Es la imagen de una mujer de parto. Se la ve caminar, tomarse la panza y hacer gestos de incomodidad o dolor que uno imagina mayores si debiera estar acostada, casi inmovilizada. El hijo viene en camino y después de varios pujos sale del vientre impulsado por una ley formulada por Isaac Newton que al menos en la Tierra no falla: la ley de gravedad.

A algunos les parecerá poco creíble que una mujer en nuestro país pueda parir de esta manera. Y sin embargo existen dos leyes que garantizan que, si ella quiere, pueda. Por un lado, la ley 25929, del Parto Respetado y por otro la que contempla la erradicación de la violencia contra la mujer (Ley 26485) que, en su inciso “E” caracteriza precisamente la violencia obstétrica como “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales”.

En buen romance, esto significa que la mujer tiene derecho a rechazar procedimientos como el rasurado de genitales, las enemas, la indicación de permanecer acostada todo el tiempo, la rotura artificial de la bolsa, la administración de fármacos (el “goteo”) para acelerar el parto, los tactos vaginales reiterados y por diferentes personas, la compresión del abdomen mientras puja (una maniobra llamada de Kristeller, peligrosísima), la episiotomía, el raspaje uterino sin anestesia y también la cesárea, siempre y cuando no esté fundamentada en razones estrictamente médicas, y demostrables.

La mujer argentina tiene derecho, en cambio, a parir acompañada, a elegir la postura en que quiere hacerlo (si parada, o sentada, o en cuchillas), a que no corten el cordón umbilical del bebé hasta tanto no haya dejado de latir (esto, entre otras cosas, previene anemias) y a que no la separen de su hijito o hijita después de nacer para poder ponerlo al pecho de inmediato.

Las nurseries deberían ser una pieza arqueológica, al igual que la camilla horizontal, usada únicamente para comodidad del operador. En cambio, en todos los centros donde nacen bebés tendrían que existir las salas TPR: de trabajo de parto, parto y recuperación, ubicadas en un mismo espacio para evitar el traslado innecesario de la mujer.

Que la Biblia haya condenado a la hembra de la especie humana a parir con dolor es un estigma. Sobre esta condena bíblica, fundante, ha avanzado, voraz, la medicalización del parto, que en los últimos 60 o 70 años logró transformar un acontecimiento tan natural en algo mucho más parecido a la enfermedad que a la salud.

Es cierto que los partos institucionalizados disminuyeron notablemente la mortalidad neonatal, aunque no siempre salen bien: el doctor Elías Hurtado Hoyo, presidente de la Asociación Médica Argentina, escribe que en nuestro país la ginecología y obstetricia son las especialidades médicas que enfrentan más demandas por mala praxis: un 26%, seguidas por la cirugía (25%), la traumatología (14%), la clínica médica (9%) y la anestesiología (8%).

El problema no es sólo nuestro, y es por eso que desde 2003 se organiza la Semana Mundial del Parto Respetado, siempre hacia fines de mayo. El objetivo es difundir y llamar la atención sobre cualquier forma de violencia obstétrica que, contra lo que se cree, no ocurre únicamente en los centros públicos o más carentes. También en clínicas de excelente hotelería se la puede sufrir.

“A ver, gordita, separame bien las piernitas que te voy a revisar. ¿Cómo que te duele? Cuando estabas haciendo al chico, ¿no te dolió?” “A ver mamita.. dejá de llorar como una nena y pujá, dale, pujá que ya viene…” “Vamos, ¿cómo vas a tener miedo? Si llorás y no colaborás se te va a morir el chico adentro…” Frases como éstas son frecuentes durante el trabajo de parto y el alumbramiento. 

“Tuve mi primera hija hace más de 10 años y sufrí todo tipo de atropellos. Desde el primer tacto que me hizo la obstetra al rasurado que impuso la enfermera o los tactos posteriores de un residente que decía que así me ‘ayudaba’ … Con los años, y otros partos, entendí que no era normal traer un hijo de esta manera”, dice Paola Depetris, una diseñadora gráfica cordobesa que creó un blog y un usuario en Facebook, Mami Kanguro, con más de 8.000 seguidores, donde foristas de todo el país intercambian experiencias. 

“La Organización Mundial de la Salud tiene una serie de recomendaciones para un parto respetado y, aunque se supone que todas tenemos derecho a eso, los partos violentos y deshumanizados son la realidad de millones de mujeres en todo el mundo”, dice Paola.

El lema de esta edición de la Semana Mundial del Parto Respetado, que acaba de finalizar, fue “Silencio, mujer pariendo, bebé naciendo”. En muchas ciudades argentinas (Buenos Aires, Mar del Plata, Río Negro, Neuquén, Chaco, La Rioja, La Plata, Mendoza, Rosario, Tandil, Tilcara, Santa Fe…) hubo actividades de difusión.

Es que una de las claves para combatir el problema radica, precisamente, en no callarse la boca. En informarse, preguntar, reunirse con otros, empoderarse. El objetivo no es menor. No en vano, Michel Odent, médico francés que en los 70 se opuso a la medicalización del parto y revolucionó así la obstetricia, dijo: “Para cambiar el mundo, hay que cambiar la manera de nacer”.

Teléfonos gratuitos donde hacer denuncias o consultas:
Ministerio de Salud de la Nación: 0800-222-3444
Dirección General de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: 0800-666-8537


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