Zapatero está dispuesto a llevar su desnudo integral ideológico hasta donde haga falta, así lo ha anunciado a bombo y platillo. Va tan sobrado en eso de desligarse de todo aquello que huela a izquierdas que está convencido de poder disputarle el voto de la extrema derecha al mismísimo Partido Popular.
Es lo que suele ocurrir cuando se opta por “dar la vuelta al calcetín socialdemócrata para seguir a pies juntillas los mandatos de los mercados neoliberales”. A Zapatero a estas alturas ya le sobra casi todo, porque está decidido a hacer el viaje ligero de equipaje, como Machado, aunque con bastante menos humildad y coherencia.
Le sobran los pensionistas y los funcionarios, ya fusilados si juicio previo a base de recortes. También los trabajadores y obreros, aprobando una reforma laboral que hará estragos en los tajos y derechos de millones de empleados, para mayor goce y disfrute de los empresarios, que ya no necesitan recurrir a la derecha más rancia para imponer sus condiciones esclavistas.
Ahora cuentan con un tipo sonriente y parlanchín, que cambia tanto de opinión como improvisa, que les hace gratis el trabajo sucio desde los oscuros pasillos de Moncloa. Y que además jura y perjura ante cualquier libro sagrado que se le ponga delante que no tocará las rentas de los ricos, mientras se deshace de un plumazo de esos pedigüeños pesados de los sindicatos, otrora fieles aliados. Socialismo puro.
Pero puestos a que sobre, a Zapatero ya le estorba hasta la democracia misma. El ejemplo de la prohibición de celebración de primarias en el seno del partido es concluyente, salvo la excepción molesta de Madrid.
El resultado es que el PSOE se ha dejado dos letras por el camino, las de Socialista y Obrero, de manera que sería conveniente que dejaran de engañar a la gente y a partir de ahora pasaran a denominarse Partido Español, a secas. Igual hasta obtendrían más votos.
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