Revista Opinión

El día después de un atentado terrorista

Publicado el 20 diciembre 2016 por Vigilis @vigilis
Regresa el fantasma de las Navidades pasadas y lo hace mostrando la única cara que conoce: la cara del miedo que provocan los miedistas o del terror que provocan los terroristas. Y aquí incluyo a personas que por la publicidad y alcance de sus crímenes debemos considerar grupos terroristas formados por un solo individuo.

El día después de un atentado terrorista

Breitscheidplatz, Berlín.

Son constantes los atentados terroristas que suceden en todo el mundo a lo largo de todo el año. Lógicamente nos preocupan más los atentados que ocurren cerca de casa o a gente parecida a nosotros, de ahí que los atentados en las capitales de Oriente Medio no despierten tanta preocupación como los que ocurren en ciudades europeas o americanas. Pese a que forman parte de la misma guerra es natural que unos nos sensibilicen más que otros.
Es curioso lo que logra un atentado terrorista: no sólo produce víctimas directas del atentado sino el nerviosismo del público informado. Asumiendo que el terrorismo busca una reacción pública que incremente las posibilidades de que los gobiernos cometan errores, cuanto más incomprensible sea el atentado, más efectivo será.
Y es que los terroristas no atacan centrales energéticas, no hunden barcos en la bocana de los puertos, no vuelan puentes ni prenden fuego a oficinas de correos —todos ellos ejemplos que provocarían una gran disrupción en el día a día de la población— sino que atacan objetivos con un nulo valor militar o económico. De ahí el uso de vehículos en aglomeraciones de gente, los asesinatos masivos en salas de fiesta y templos. El atentado terrorista tiene que ser incomprensible para la gente normal. Lo incomprensible es una forma de definir lo desconocido y si algo no podemos evitar temer es a lo desconocido.

El día después de un atentado terrorista

"Religiously inspired" antes de 2010 era "islamist", hubo que cambiar la denominación because reasons

A esto se le une el ataque kamikaze. Es muy dificil plantear una defensa frente a un enemigo dispuesto a morir en la acción. El poco publicitado y menos felicitado trabajo policial y de los servicios de inteligencia ya frustra la inmensa mayoría de estos atentados, pero basta con que uno tenga éxito para que la conversación pública se convierta en un gallinero.
Hay algunas cosas que contribuyen al éxito de un atentado que no tienen que ver con el terrorista sino con la reacción del público. Por ejemplo, está lo de evitar pensar que el riesgo existe. Supongo que esto es una derivación de la vanidad, otrora pecado capital tornado hoy en motor de la sociedad. "Esto no me puede pasar a mí porque yo soy el centro del universo", piensan millones de personas al mismo tiempo.
El día después de un atentado terrorista

Está la aproximación kantiana a la cuestión: aquello que decía JFK de «nuestro lazo básico común es que todos habitamos en el mismo planeta, todos respiramos el mismo aire, todos nos preocupamos por el futuro de nuestros hijos y todos somos mortales». Pensar que el otro fulano piensa igual que tú, que aspira a lo mismo. Es complicado, pero es necesario darse cuenta de que esto no es verdad. Existe la extendida creencia de que todo el mundo es como nosotros y espera que su moral aprendida sea innata en toda la población mundial (una moral objetiva, universal). Nos parece normal pensar que no se puede andar matando a la gente en atentados terroristas o que los niños, las embarazadas y los ancianos merecen una especial protección, pero esto no es así. Esto es así aquí, sales de tu aldea y ya no es así. Me parece algo muy básico y sin embargo es un mito muy persistente. En el Gran Ducado de Lituania aún estaban los monjes evangelizando a la gente en el siglo XIV (esto lo digo porque al fin y al cabo nuestra moral es cristiana y pese a su vocación de ser universal todavía no ha logrado serlo).
Hay quienes ayudan al terrorista aumentando el caos y la disensión respondiendo a objetivos políticos. De forma muy reciente tenemos por ejemplo a los quintacolumnistas del Kremlin. Gente que quiere que nuestros hogares se parezcan a ese pozo de persecución y miseria que es Rusia. Gente que se llena la boca con palabras grandilocuentes apelando a valores muy bonitos y cuyo discurso sin embargo tiene más fallos que una escopeta de feria. Es habitual escucharles repetir consignas de Moscú más próximas a la fantasía que a la realidad como que la culpa de los atentados recae en parte sobre una clase política que apoya una política migratoria laxa o eso que tanto me gusta de que apoyamos a grupos terroristas en Oriente Medio. Se entiende este aumento de la campaña de desinformación rusa, es su única forma de atacarnos ya que las sanciones económicas les están dejando en los huesos.

El día después de un atentado terrorista

Nota: hasta el año 91 existía la URSS.

Pero hay más reacciones al otro lado del río que no quiero dejar pasar. Recientemente, pese a que el atentado en el mercado navideño de Berlín se lleve las primeras planas, en Suiza hubo otro atentado: un grupo terrorista individual se lió a tiros en una mezquita e hirió a tres personas. Bien, estas personas eran musulmanas y no tardaron los listos en repetir que esto no le importa a occidente precisamente por ser musulmanes o que la prensa conspiraba para no hablar de este atentado. Evidentemente esto es falso porque apareció en toda la prensa y la gente mostró su solidaridad hacia esa ciudad, hacia las víctimas, etc.
Como la gente ya tiene sabida la reacción ante lo que va a suceder, esa reacción es automática. La verdad parece que ya no tiene importancia. La información veraz y la desinformación circulan exactamente a la misma velocidad. Muchas veces la falsedad prospera por simple (casi siempre inevitable) negligencia pero yo pongo el acento en las ocasiones en que se hace adrede. Y hay otra razón que hace circular la falsedad y yo la considero la razón principal: el hastío. El tedio, el aburrimiento, el cansancio es una de las mayores fuerzas de la historia. A veces suceden cosas porque la gente se harta de evitar que sucedan. A veces la gente cede por simple desgaste. Nuestros cerebros también juegan a favor del enemigo porque nos adaptamos a todo.
Quizás esto último sea lo más terrible del tema: nuestra capacidad para acostumbrarnos incluso a lo que jamás deberíamos de aceptar. Posiblemente así ganan los malos. Recordad cuando Arendt decía que Eichmann no era un genio criminal sino un anodino funcionario pelagaitas. El horror nos espera en el espejo.

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