Revista Coaching

El día en que mi hermano logró entrevistar a una leyenda del fútbol

Por Jeroensangers @JeroenSangers

Lecciones de un encuentro poco probable

Esta historia no es mía, esta historia es de mi hermano, y le sucedió en el 2012. Pero como él aún no la ha contado con el suficiente detalle, me corresponde a mí hacerlo.

En primer lugar, pongamos en contexto a los participantes de la historia:

Mi hermano, un universitario de a pie de 21 años. Un universitario como cualquier otro. Un universitario obsesionado (casi rayando en la enfermedad) con el fútbol.

Jorge Valdano, ex jugador de fútbol, técnico y directivo. Jorge Valdano, campeón del mundo con la selección argentina en el mundial del ’86. No solo salió campeón, sino que fue el autor del segundo gol de esa final contra Alemania. Jorge Valdano, ídolo del Real Madrid durante la década del ’80, campeón de dos copas de Europa y tres ligas de España. Jorge Valdano, escritor y conferencista que recorre el mundo hablando sobre liderazgo y marketing deportivo. Jorge Valdano, una leyenda.

Y por cierto, si estás en camino, te dejo una versión de audio de este artículo del blog, que puedes escuchar y descargar.

El día en que mi hermano logró entrevistar a una leyenda del fútbol. Lecciones de un encuentro poco probable

En el último semestre de su carrera de comunicación social, mi hermano decidió combinar dos de sus pasiones para hacer su tesis de grado: el fútbol y la literatura. Y para lograrlo, tenía que encontrar personajes que vivieran el fútbol de la forma que él lo hacía, que hubieran escrito sobre este deporte y que estuvieran dispuestos a ser entrevistados. Y lo logró. Pudo conseguir entrevistas con grandes escritores y periodistas que han tenido relación o han escrito sobre fútbol: Héctor Abad Faciolince, Ricardo Silva Romero, John Carlin, Jorge Barraza. Todos estuvieron dispuestos a ayudar a un universitario que necesitaba escribir su tesis de grado.

Pero había un personaje que no estaba dentro de los planes, y que, por cosas del destino, se encontraba en Colombia en esos días: El argentino Jorge Valdano.

Un amigo de mi hermano iba a asistir a una de las conferencias sobre liderazgo en las que Valdano iba a participar. Y ese amigo fue el que logró escabullirse entre periodistas y curiosos para pedirle el email a la leyenda, y la leyenda accedió. Ahora mi hermano tenía en su poder el email de uno de sus ídolos, ahora era cuestión de, con cabeza fría, redactar un buen email pidiéndole algunos minutos de su tiempo para entrevistarlo y plasmar sus pensamientos sobre el fútbol y la literatura en esa tesis de grado.

Y Valdano respondió.

La cita se acordó para la semana siguiente, y la tan anhelada entrevista iba a tener lugar en el vestíbulo del hotel donde Valdano se estaba hospedando.

Y el día llegó. Uno de los más importantes en la vida de mi hermano. No solamente su tesis estaba tomando forma y estaba próximo a graduarse, sino que el mismo Jorge Valdano era el que lo iba a ayudar a hacerlo. Hablar de fútbol con un hombre de fútbol iba a contribuir a que mi hermano escribiera una gran tesis. ¿Qué más le podía pedir a la vida?

Pero no todo es así de sencillo. La vida está llena de ironías. Y mi hermano estaba a punto de experimentarlo por cuenta propia.

Valdano había cometido un pequeño error. El email de respuesta decía “Encuéntrame en el Marriott a las 10 a.m.”. Pero el argentino no se estaba hospedando en el Marriott, se estaba hospedando en el J.W Marriott.

Valdano había citado a mi hermano en el hotel equivocado. Dos letras, una “J” y una “W” iban a hacer que el sueño de conocer a un icono del fútbol se derrumbara. Dos míseras letras iban a hacer que mi hermano quedara como un incumplido y como un desagradecido con su ídolo. ¿Qué iba a pensar Valdano? “Le di la oportunidad a este pibe de entrevistarme, y ni siquiera tuvo la gentileza de aparecerse”.

Pero la vida, como el fútbol, siempre da revancha.

Mi hermano no se rindió, no iba a permitir que esas dos letras arruinaran su cita con el fútbol. Cuando la recepcionista del Marriott le dijo que no había ningún “Jorge Valdano” hospedado en ese hotel, y al ver que no había ninguna leyenda argentina esperándolo en el vestíbulo, mi hermano tomó un taxi y se fue hacia el otro Marriott, ese con esas dos letricas adelante, el J.W Marriott.

Y para su sorpresa, Valdano, a pesar del retraso, lo seguía esperando en el vestíbulo. Esto escribió mi hermano en su tesis:

Bajé del taxi, y, antes de acudir a la recepcionista, lo distinguí de reojo. Estaba sentado de espaldas a un jardín, con los crespos engominados, la sonrisa y la paciencia intactas. “Supuse que estarías en el otro hotel”, dijo mientras se abotonaba su americana gris. Sólo al estrechar su mano dimensioné su pasado. A veces las leyendas se pierden entre los rescoldos de la imaginación y generan verdadero asombro sólo cuando las miras de frente.

Cuando le expliqué la causa del retraso, no se enojó por la torpeza. Por el contrario, se disculpó él, por no haber sido “lo suficientemente claro”. Después se sentó y empezó a responder a todo sin afanes. En realidad, con Valdano no importa la pregunta. Si es mala, Jorge se encargará de rescatarla a base de afirmaciones redondas.

Y así, esa mañana, mi hermano conoció a uno de sus ídolos. Jorge Valdano, una leyenda del fútbol, conversó casi dos horas con un universitario que lo único que quería era hablar de fútbol y terminar su tesis de grado.

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Siempre me ha gustado leer lo que escribe mi hermano sobre fútbol. Disfruto todos sus artículos, pero este de Valdano siempre ha sido mi favorito. Antes creía que me gustaba simplemente por la anécdota, pero ahora me doy cuenta de que es mi favorito porque está lleno de lecciones.

¿Seguir diciendo que no tengo tiempo para hacer lo que tengo y lo que quiero hacer? A mí me suena a excusa. Jorge Valdano esperó por más de 45 minutos en el vestíbulo del hotel a un universitario desconocido para ayudarlo con su tesis de grado.

¿Seguir teniendo miedo de salir de mi zona de comodidad? A mí me suena a excusa. Mi hermano, un universitario cualquiera, a punta de persistencia y de emails, logró entrevistar a periodistas, escritores y leyendas del fútbol a los que parecía imposible acceder.

¿Seguir evitando esa conversación pendiente con esa persona que podría cambiar mi futuro o que me podría dar la oportunidad que estoy buscando? A mí me suena a excusa. Mi hermano y su amigo se atrevieron a pedirle el email y a hablarle a uno de sus ídolos. Lo peor que hubiera podido pasar es que les dijeran que No.

¿Seguir evadiendo responsabilidades y errores? ¿Seguir echándole la culpa a los demás? A mí me suena a excusa. Jorge Valdano reconoció su torpeza al haber citado a mi hermano al hotel equivocado.

¿Rendirme al primer obstáculo o signo de contratiempo? A mí me suena a excusa. Mi hermano, antes de echarse a la pena, pensó con cabeza fría, evaluó sus opciones y tomó la decisión de seguir buscando a Valdano.

Cada vez que tenga el impulso de buscar una excusa, y cuando sienta que estoy aplazando la toma de alguna decisión importante, voy a pensar en Jorge Valdano y en todas las lecciones que su frase “Encuéntrame en el Marriott a las 10 a.m.” me enseñó.

Si creen que esta historia le puede gustar o servir a alguien, ¡no dejen de compartirla!

Si quieren conocer más de la obsesión enfermiza de mi hermano por el fútbol, les recomiendo su blog.

Imagen Argentina cortesía de Shutterstock

Juan Esteban Bravo Álvarez.png Juan Esteban Bravo Álvarez

Obsesionado con ayudarle a entender a la gente que simple es mejor y que la simplicidad está subvalorada.

Convencido de que el recurso más importante no es el dinero, es el tiempo. Con más tiempo se puede hacer más dinero, con más dinero no se puede hacer más tiempo.


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