Llueven crónicas, lamentos, resquemores, algo de alegría y gusto al buen fútbol en la resaca europea. Ninguna de las eliminatorias está sentenciada, lo que habla favorablemente del estado de salud de la competición.
No voy a hablar de los increíbles 20 minutos que jugó el Barcelona ayer. Prefiero destacar algo que puede pasar desapercibido entre tanto elogio colectivo y feeling entre los entrenadores. Ayer, Sergio Busquets consiguió el doctorado. El joven canterano hizo un partido sensacional. El mejor que le recuerdo. Tiene mucho camino por delante, mucho por aprender, pero creo que esto es casi el mayor cumplido que se le puede hacer.
Ayer el ‘16′ se vistió de Ibrahimovic. En ocasiones, su figura alta y espigada parecía el sueco, cuando se internaba por el carril del 8, desplegando una técnica semi desconocida. Le falta pegada -y no porque no tenga un buen disparo- y llegada al área rival. Además, quizá, ahora juega más retrasado que el año pasado, pero ayer demostró que es más que un ‘4′.
Juega tranquilo por delante de la defensa. Le quema el balón si ha de dar más de dos toques. Tiene visión de juego, organización y una colocación impropia para su experiencia. Se ofrece, reparte y llega hasta la línea de tres cuartos. Ocupa mucho espacio y se complementa a la perfección con sus compañeros de línea.
El Barça tiene al futuro ‘6′ entre sus filas. Es de la casa y avanza a pasos agigantados. Le debe a Guardiola su paso de Tercera a la final de Roma en menos de un año. Lo está devolviendo con creces. Además, la selección se asegura otro puntal en el centro del campo. ¿El relevo de Senna?
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