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El día que descubrí a joaquín sabina

Publicado el 28 noviembre 2013 por Mediasmentiras @mediasmentiras
EL DÍA QUE DESCUBRÍ A JOAQUÍN SABINA
Esta historia, como todas las buenas historias de amor, sucedió por casualidad.
Nunca habría imaginado que un tipo que no conozco en persona (y que seguramente nunca conoceré) podría ser tan importante en mi vida, en mi forma de pensar, en mi forma de escribir, en mi forma de sangrar.
Yo tenía 13 años, es decir, el hecho del descubrimiento acaeció hace más de 25 años.
Por aquella época estaban de moda los mercadillos tipo Rastro. No solo había ajos y gitanos vendiendo bragas a buen precio, había otros artículos como antigüedades y copias de cintas música y de juegos de ordenador.
Luego vendría Sinde, tocaría los cojones con este tema de una manera obscena para ser la protagonista en la foto provocado por un problema de fondo y quedaría finalista del premio Planeta. Como todos sabemos es una gran escritora y podemos comprobarlo en la película "Mentiras y gordas".
Bueno, pues hace años la policía hacía la vista gorda con las copias musicales y de juegos de ordenador que campaban por sus anchas por los mercadillos patrios.
Las musicales se realizaban por la "doble pletina", esos cassettes grandes que copiaban el contenido original en unas cintas vírgenes. Algunas cintas eran, con el paso del tiempo, tan vírgenes como una novia de Paquirrín.
En los juegos de ordenador había dos métodos, básicamente. El primero era el usado en las cintas de música, pero la posibilidad de que el juego se grabara bien era cercana al cincuenta por ciento. Muchas veces te tocaba volver al puesto del mercadillo para que te cambiaran tu copia por una de calidad, y lo hacían. Las caratulas era fotocopias en blanco y negro de las originales. Añoro, principalmente, las obras de arte de la empresa Dynamic.
La otra opción era la que se conocía comúnmente como el "copión". Era un programa, complejo para aquellos años, que estaba en inglés, que se instalaba en el ordenador y que te realizaba copias muy fiables.
La verdad es que los juegos originales, bien fueran en cinta o cartucho, costaban un riñón.
Recuerdo, como recordaréis todos, ese sonido chirriante de los juegos al cargar...ahora en la tele lo llaman psicofonías y lo sacan en la cadena Explora cuando buscan fantasmas.
Bueno, pues yo era cliente de los vendedores de juegos de mi MSX.
Por aquella época había cuatro marcas principales: el Spectrum, Amstrad, Commodore y el MSX, que era el que tenía menos juegos pero seguramente de mayor calidad gráfica.
Era complicado conocer a gente que tuviera juegos de mi modelo y cuando se conseguía se buscaba el intercambio de títulos para ampliar la colección. Llegué a tener más de 400.
Un día decidí que para asegurarme el tener muchos juegos lo mejor era hacerme amigo de uno de los vendedores de juegos del mercadillo. Había dos, "el espía" y Félix, preferí ser amigo del segundo que además vivía cerca de mi casa. Era profesor de informática, buen tipo, el primer friki que conocí en mi vida.
Yo le conseguía juegos y el me daba otros. Era un intercambio que desembocó en amistad.
Un día, "sin motivo aparente", me dio unas cintas musicales y me dijo que las escuchara.
Eran de un tal Joaquín Sabina, por aquella época era habitual de un programa de televisión que presentaba Tola y que se llamaba "Si yo fuera presidente..." (me parece recordar).
Deseché tales obras musicales, dije que yo estaba muy contento con mi Modestia Aparte y mis Spice Girls y que no quería escuchar música "de viejos".
Félix sonrió, insistió en que me las llevara y que las escuchara. Le hice caso, siempre suelo hacer caso a mis socios.
Las cintas cogieron polvo en un cajón de mi casa. Una mañana de domingo después de venir de misa quise buscar otras verdades y me las puse.
Recuerdo perfectamente como mi atención iba aumentando poco a poco, esas letras me hacían sentir cosas que no tenía presentes en mi vida.
Le pedí más cintas, hasta que me hice con toda la discografía. Algunas tuve que reponer porque las rompí de tanto uso.
Desde aquel momento nunca me separé de sus canciones, quizás si de cierta parte de sus actuaciones públicas.
Muchos años más tarde, una artista de las de la Movida madrileña, reconocida, me escribió un mensaje para decirme que mis escritos le recordaban a Sabina de joven.
No recuerdo que nunca un piropo me haya dejado marcada por más tiempo una sonrisa.
No hay placer más grande que parecerse, en algo, a quien admiras.
Gracias Joaquín.

"Pacto entre caballeros", una de las primeras canciones que recuerdo escuchar de él después de la Mandrágora.

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