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"El día que me venció el olvido" de Edmaris Carazo

Publicado el 05 octubre 2016 por Librosquevoyleyendo @librosqvleyendo

El Día que me venció el Olvido cuenta a dos voces la historia de 3 mujeres de 3 generaciones distintas. El lector se siente dentro de la cabeza, desde los ojos y entre las piernas de una narradora que vive de prisa intentando escapar de la genética y las decisiones de su familia. La novela obliga a mirarse desde los ojos del Alzheimer, del desdén, de la indiferencia y desde la erotización del dolor. Una narración concisa, íntima, cotidiana, irreverente, humana y poderosa que produce cosquillas de las buenas y de las malas en el lector que observa a una abuela que olvida, una madre que ignora y una hija que intenta recolectar y juntar los pedazos antes de que el olvido los desaparezca.

"El paciente de Alzheimer no pierde la capacidad de caminar, pierde la memoria de caminar, es decir, olvida que puede caminar. Va a llegar un día en que mi abuela no se va a levantar de la cama porque no se va a acordar de cómo hacerlo. Va a llegar un día en que no solo mi abuela va a olvidar mi cara y mi nombre y cualquier tipo de recuerdo o asociación emocional o generacional conmigo. Seré una completa desconocida, como también lo serán sus propias manos, su propio ombligo, sus propios pies.
Y uno vive con una rabia perpetua, calladita, lenta y letal que busca culpables, que intenta resarcir daños, establecer responsabilidades, una urgencia por ir más rápido que el olvido. Uno intenta correr y correr mintiéndose a uno mismo y creyendo que se puede ser más rápido que la enfermedad. Y cada vez que se me olvida algo, siento pánico. [...]"



Esta es una historia corta, ligera de leer pero cargada de emociones, sentimientos, sensaciones. Es un lamento, un grito silenciado y mucha rabia contenida contra todos y contra nadie en particular. Pero también una reflexión y un repaso a la vida, a los recuerdos que perduran en la memoria o no...

Mucho se ha escrito y/o dicho sobre el Alzheimer pero la realidad sigue siendo que aunque sabemos muchas de las causas, seguimos sin tener la cura y es una enfermedad de las más tristes porque se lleva todo de la persona que conocemos, nos deja un cuerpo que apenas sabe sobrevivir por sí solo.

La trama está contada en primera persona y a través de dos personajes muy diferentes. Bueli, como la llama Analía, nos muestra a través de sus recuerdos -unos bonitos, otros muy duros- cómo era la vida de una mujer en los años `40, qué se esperaba de ella y cómo debía ser. En cualquier caso muy diferente a cómo es la vida de una mujer actual y sobre todo a la de su nieta Analía, una joven al límite de sus fuerzas, pero que por amor no se rinde, le planta cara a la vida y a todo lo que se le ponga por delante. Sabe lo que quiere y va a por ello a pesar de saber que su lucha está perdida aún antes de comenzar.

La relación de estas dos mujeres es muy bonita y especial, como sólo se tiene con las abuelas. Entre ambas entretejen una historia que cautiva desde el primer instante.

La forma de escribir de esta autora me ha recordado mucho a Gabriel García Márquez e Isabel Allende, en parte por esa ironía y sentido del humor que les caracteriza, esa forma que tienen de expresar todo de forma tan directa, sin tapujos pero sin vulgaridad. Pueden hablar de sexo como si hablaran de frutas y de la fruta como si fuera el objeto sexual más escandaloso y codiciado. O hablar de religión y política, cuestionarlo todo como si de cualquier otro tema se tratase y aun así, hacer que parezca todo lo más natural y sencillo del mundo.

"Yo de verdad que no es por cuestionarle a Dios, pero de verdad que no entiendo por qué hacer muchachitos tenía que ser así. Tan bonito que se reproducen las flores y hasta los gusarapos... [...]

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