Revista Coaching

El dinero, el tiempo y la felicidad

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

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Siempre he considerado que el mejor destino del dinero es la compra del propio tiempo y quien esto lea es muy posible que aquí vea una gran verdad, sin percatarse de la trampa que lleva escondida para la mayoría de la población esta obviedad: Para comprar el tiempo se precisa el dinero, pero para obtener ese dinero se exige aquel tiempo del que queríamos disfrutar.

En un reportaje que he leido titulado… “¿Qué nos hace más felices: tener tiempo o dinero?”, se informa de un revelador estudio publicado en la revista Social Psychological and Personality Science en donde el 64% de los encuestados prefieren el dinero al tiempo, si bien los que dicen optar por el tiempo son más felices, lo cual parece un contrasentido pues… ¿que lleva a una mayoría a elegir lo que no le da la felicidad?

¿Por qué cambiar tiempo por dinero si este no asegura el bienestar? Yo creo saberlo explicar: El dinero nunca podrá competir con el tiempo pero solo cuando este lo empleemos satisfactoriamente siguiendo las leyes del aprovechamiento y de la prioridad que contribuyen a nuestra felicidad. De nada vale tener tiempo si nos supone una carga que no sabemos cómo soportar, es decir, si lo tenemos que "matar" porque no lo sabemos llenar. Es entonces cuando, vacios de todo tipo de actividad placentera, optamos para escapar por dedicarnos a trabajar para ganar.

Así pues, no todo el tiempo es igual pues lo hay atractivo pero también lo hay banal, por lo que el concepto de tiempo no es singular sino plural, tal y como explico en un pasaje de “El tiempo en plural”, la Crónica 41 de ”Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL”…

Considerar que el tiempo es solo una cuestión de longitud vital constituye un pobre reduccionismo a la hora de intentarlo aprovechar, en especial cuando lo pretendemos gestionar exitosamente sin contemplar el resto de sus facetas, que son las que lo convierten en plural.

El tiempo es en singular cuando lo medimos en años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos, pues todos representan fracciones de una dimensión igual. Desde esta visión, la singularidad del tiempo es solo gramatical pues lo medido es todo similar al no distinguir ningún tipo de calidad. Pero si aceptamos que el tiempo es algo más de lo que medimos cuantitativamente y llegamos a valorarlo también por su particularidad, entonces comenzaremos a cualificarlo distinguiendo unos de otros momentos, no en función de su duración sino de su aportación a nuestra felicidad, lo que nos llevará a considerarlo como plural. No será el tiempo sino los tiempos, que vendrán determinados cada cual por su cualidad...

Saludos de Antonio J. Alonso Sampedro


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