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El Dirigible

Publicado el 28 marzo 2010 por Moviefan
El Dirigible
Título Original - El DirigibleAño - 1994Director - Pablo DottaElenco - Laura Shneider, Marcelo Bouquet, Eduardo Magliónico, Gonzalo Cardozo, Ricardo Espalter, Luis Aronovsky
"Entonces cómo no le va a molestar a la gente que cuando están esperando que te den las respuestas te pongan una imagen en blanco que es una pura pregunta", dice el realizador Pablo Dotta en la entrevista que le realizamos y El Dirigible no tiene vocación de respuesta, eso nos queda claro a todos. Sólo que algunos festejamos ese gesto y a otros le ha resultado una experiencia frustrante.
Dotta puede decir que comenzó el proyecto con algo de ingenuidad, sin prever las repercusiones que la película iba a tener. Y en esto hay por supuesto algo de cierto. No parece ser esta una película pensada para "la audiencia". Sin embargo logra, con una sensibilidad muy aguda, poner el dedo en la llaga. Presiente de alguna manera esa expectativa que rondaba en el aire, una cierta necesidad de imágenes que rellenen los vacíos, los huecos en la representación del pasado. Sólo que en vez de llenarlo de imágenes, de plantear un sentido posible al pasado, se decide por la "pura pregunta" del fotograma en blanco.
El Dirigible no se inicia con el fotograma en blanco sino que llega a él rasgando una fotografía. En el comienzo hay fotos, hay imágenes que pueblan las memorias colectivas como fragmentos. Cuando pienso en las representaciones del "Uruguay", no pienso en Blanes o en Figari, menos en los constructivistas que también se interrogaban a su manera. Yo veo las fotos de la rambla de Pocitos en la década del 30, 18 de Julio reluciente, las viñetas de La Suiza de América. Son las imágenes de un decorado, que describen ese escenario, pero que no narran acciones. Son imágenes donde no parece estar pasando nada. Y con esto volvemos a El Dirigible y el origen de su planteo: rasgar el fotograma del inicio, cortarlo en pedacitos, subraya la ausencia. Existe esa foto original, pero falta la que importa, falta la del suicidio de Brum, faltan los hechos, pero sobre todo falta el conflicto. Entonces esas imágenes no sirven, hay que rasgarlas, hay que seguir buscando. Buscando y preguntando ¿cuáles imágenes?
Pero, ¿por qué el cine tiene que encontrarlas? Lejos de estas orillas del plata, han sido las películas, transmitidas en los cines pero mayormente en la televisión, las más grandes generadoras de imágenes de pasados posibles. Los relatos históricos, los climas de época, los colores y los sonidos del pasado, han sido confiados a las películas. Hay procesos históricos que han sido "revividos" a partir de un relato cinematográfico, por muchas más personas que las que en realidad los vivieron. Procesos revolucionarios, abadías medievales, los campos de concentración, los orígenes del jazz, los cabarets de París, se representan en nuestras cabezas a partir de imágenes de películas. Hablo de Nueva York o de Tokio como si las conociera. El cine evoca miles de imágenes que acuden a mi memoria en primera persona. Esta es la magia del cine, pero esa vocación de remplazar lo real, termina por volverse un fantasma peligroso.
Circunstancias estas que nos parecen lejanas a nuestras preocupaciones, pero que no sólo tiene gran actualidad, sino que también se encuentran en el centro de nuestro problema. Los alemanes, a los que les gusta reflexionar sobre estas cosas y sobre todo tienen motivo para hacerlo, han encontrado palabras muy justas para referirse al tema: "De este modo las imágenes de las imágenes circulan en un círculo eterno, una cinta sin fin. Ellas se validan y reconfirman a cada una "esparciendo rápidamente memorias idénticas sobre la tierra".
En este contexto, imaginar pasados posibles puede ser algo muy positivo, nos permite mirar hacia atrás sin condicionantes, sin nadie que coarte las búsquedas alternativas. El Dirigible no dirige nuestras miradas, no nos dice qué recordar y cómo. Las imágenes que reconocemos, nos resultan extrañas, algo ajenas. El Palacio Salvo, la rambla y la playa, el parque de diversiones, el puerto, son locaciones creadas en un mundo fantástico, irreal, y no son los que conocemos. La ciudad que se ve a través de los vidrios del taxi es totalmente borrosa. El Dirigible es como la pintura de Magritte en la que vemos una pipa sobre la frase "esto no es una pipa". Dotta constantemente nos distancia mostrando sus cartas y cuando vemos llover, él nos dice "esto no es una lluvia".
Solemos ir al cine como a una misa, en busca de la verdad, en busca de relatos, en busca de espejos. Participamos de estos rituales tranquilos, casi siempre encontramos lo que vamos a buscar. Por eso algunos de los reclamos más frecuentes que se le hicieron a la película hacían hincapié en lo mismo: no era lo que esperaban. El Dirigible defraudó esa confianza. Muchos querían que la película concretara el anhelo de ese lugar en el cual depositar la masa de recuerdos que vagan en nosotros, y que de paso, encontrara un sentido.
Eso nos atrae, tanto que no solemos reparar en los peligros de dejarle al cine las atribuciones de escribir la historia. Concluyendo su libro sobre la historia alemana y el cine, Anton Kaes decía: "La memoria preservada en las películas no desaparece, pero la masa completa de las imágenes históricas trasmitida hoy por los medios, debilita el vínculo entre memoria pública y experiencia personal. El pasado está en peligro de convertirse en una colección de imágenes rápidamente expandible, fácilmente recuperables pero aisladas en el tiempo y el espacio, disponibles en un eterno presente con sólo apretar el botón del control remoto. La historia, entonces, regresa siempre "como filme."
No sé si Dotta era consciente de los "peligros" que trae consigo el cine como referente principal de la memoria pública, pero frente a la ausencia de memoria visual, se niega a debilitar ese vínculo entre nuestras experiencias vividas y la memoria colectiva. No busca reemplazar los debates que esto conlleva, no intenta saldar las cuentas con el pasado.
Las preguntas que plantea El Dirigible siguen ahí, esperando, ya no respuestas, sino un espacio de debate. ¿Con qué imágenes conformamos la memoria colectiva? ¿Existen memorias en conflicto? ¿Cuáles son las imágenes que faltan? ¿Por qué algunos hechos son más difíciles de recordar que otros? ¿Cuáles son las imágenes de Uruguay y su historia que están generando los recientes largometrajes locales? ¿Serán llevadas por el primer viento que pase?
Revisitar El Dirigible a dieciseis años de su estreno es una buena oportunidad para refrescar estas preguntas. ¿Lo será para intentar empezar a buscar respuestas?. Publicado en Cine Sin Orillas. (www.eictv.co.cu)
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